‘El País’, Google News y los ‘piratas’

Newspapers B&W (4)

Foto: ‘Newspapers B&W (4)’, de Jon S

Como supongo que sabréis, Google News ha anunciado su inminente cierre en España por culpa de la nueva Ley de Propiedad Intelectual que obliga a los agregadores de noticias a pagar una tasa a los editores de diarios por incluir sus contenidos (resumiendo mucho el tema). También supongo que sabréis que dicha tasa fue una idea de esos mismos editores, que tras saberse el cierre de Google News han matizado inmediatamente sus demandas. Además de la (divertida) nota emitida por la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE), algunos de los medios que pertenecen a esa asociación han publicado editoriales sobre el tema.

Uno de ellos es El País (*), que ayer se despachó con un texto titulado Piezas complementarias en el que, después de dorarle la píldora un poco a Google, dice esto:

«…la decisión de retirar a los editores españoles de Google News y de cerrar este servicio es una mala noticia para todos: empresarios de medios y usuarios. Algo que no parecen entender del todo los burócratas que en España y otras partes de Europa han manejado el asunto».

Y esto otro:

«…AEDE (…) urgió a las autoridades españolas y europeas a que busquen una solución. Son ellas las responsables de encontrarla, de forma que los editores no tengan que sufrir las consecuencias de su incapacidad. El principal interés de editores y lectores es el de mantener Internet abierto a todos. (…)  en Alemania, se impuso la tesis del editor conservador Axel Springer para relegar a Google y perjudicar a los usuarios. El Gobierno alemán, justificando la defensa de los periódicos, se alineó en contra de los intereses de los lectores».

Dice más cosas, pero queda claro el tono, ¿no? Curiosamente, en los editoriales relacionados que ofrece la pieza en la web aparece enlazado otro, de febrero, titulado Justa compensación y que habla de la última reforma de la Ley de la Propiedad Intelectual (la que nos ocupa), que incluye, según el editorialista,

«…el reconocimiento de que la prensa tiene derecho a percibir una compensación por parte de los agregadores de noticias que utilizan, ahora de forma gratuita, sus contenidos. Es un principio esencial por cuanto la difusión de dichos contenidos de manera masiva es una práctica lesiva para la prensa. De hecho, otros países como Francia, Bélgica o Alemania han llegado a acuerdos con los grandes agregadores de noticias, como Google (…) La Asociación de Editores de Diarios de España, a la que pertenece este periódico, ha aplaudido la medida porque supone un reconocimiento del valor de los contenidos».

Y continúa el editorial:

«La prensa, por su parte, contará con un nuevo instrumento con el que quizá logre una distribución más equitativa de los beneficios que genera su actividad y que ahora se desvían hacia esos intermediarios que se lucran de su trabajo».

El texto termina con esta joya:

«La ventaja de los legisladores es que la sociedad ya no escucha el discurso tramposo de una Red carente de reglas y de derechos».

Parece que ha cambiado un poco la postura, ¿no? Si en febrero alababan lo hecho en países como Alemania, ¿cómo es que ahora no les gusta? ¿Y cómo es que en febrero AEDE aplaudía la reforma de la ley de Propiedad Intelectual y ahora, diez meses después, se echa las manos a la cabeza?

Si seguimos saltando por los artículos relacionados que nos ofrece la web de El País (ni siquiera hay que molestarse en bucear en la hemeroteca, que arrojaría aún más ejemplos), aterrizamos en uno de marzo de 2013, titulado Ocasión perdida, en el que se quejan de que la reforma que hizo entonces el Gobierno del Partido Popular de la ley Sinde no era tan dura como debería (vamos, como ellos querían). En ese texto se incluye esta gloriosa frase:

«Otros países, como Alemania, Francia o Bélgica, han sido más valientes regulando, por ejemplo, el uso que los agregadores de noticias hacen de los contenidos de prensa sin mediar pago alguno, como ocurre ahora en España».

¿Pero no era culpa de «los burócratas que en España y otras partes de Europa han manejado el asunto» todo el follón del cierre de Google News? ¿Cómo es que hace sólo unos meses aplaudían la regulación de la que ahora reniegan y hace año y medio pedían precisamente esa regulación? ¿Tanto ha cambiado la línea editorial de El País en este tiempo?

Son preguntas retóricas, obviamente. Conozco perfectamente la respuesta. Y supongo que vosotros también. Ya sé que hay muchos medios (y políticos, empresarios…) que consideran a sus lectores (y a los ciudadanos) estúpidos (o desmemoriados). Tal vez El País debería esconder un poquito más los enlaces de los textos que atestiguan los bandazos de su línea editorial (empresarial, más bien).

De la mal llamada crisis del periodismo ya he escrito bastante por aquí (**), así que no me repetiré. Y no, no tengo una solución. Lo peor es que los que supuestamente saben de esto tampoco la tienen. Mientras deciden qué hacer ya se han perdido miles de puestos de trabajo en una profesión que de paso se ha dejado por el camino (por culpa de estos iluminados) buena parte del crédito que tenía. Y los de siempre siguen eso, donde siempre. Escribiendo editoriales sin acordarse de las hemerotecas.

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(*) Hablo de El País como podría hablar de cualquier otro de los implicados. No iba buscando nada de esto, pero me topé con el de El País y seguí por ahí.

(**) Por si hay alguien interesado en leer mis reflexiones sobre el tema (hay gente para todo), aquí van un par de enlaces. El más antiguo es de marzo de 2011. Y este debate ya era viejo entonces:

¿Crisis del periodismo? No, crisis de los medios

Periodistas e internet: condenados a entenderse

Un par de reflexiones sobre la prensa en internet

Profesores de Lengua en Secundaria

Hace unos días me quejaba en este otro artículo de las carencias lingüísticas y de conocimientos en general que mostraban hoy en día muchos estudiantes universitarios, en concreto de Periodismo. Y me preguntaba cómo gente que claramente no sabe escribir ni sabe tampoco casi nada del mundo en que vive puede haber llegado a la Universidad.

Por mi hermano, que enseña en Primaria, sé de algunos de los disparates que se cometen en las aulas al dictado de las autoridades educativas (llamadlos consejerías o Ministerio de Educación o, simplemente, el sistema), que reprimen con dureza cualquier intento por parte de los profesores de hacer algo productivo con los alumnos que se les encomiendan. Lo que no sabía es hasta qué punto llega el disparate. Un profesor de Lengua en Secundaria me ilustró muy bien la situación en un comentario que reproduzco aquí por su interés (las negritas son mías):

Como profesor de Secundaria de Lengua, me gustaría comentarte un par de aspectos que, quizá, te ayuden a responder a algunas de las preguntas que lanzas en tu texto.

«No entiendo qué se les enseña en los niveles educativos previos», comentas. El problema no es el qué, sino en qué condiciones. Me explico: lo lógico sería, en mi asignatura, que pudiese suspender a alguien por faltas de ortografía, ¿verdad? ¡Pues no! No puedo restar ni una sola décima a aquellos alumnos que me escriben con faltas. ¿Por qué? Porque vienen unos señores inspectores que me pueden sancionar si lo hago.

Pero voy más allá. Yo no he estudiado Filología, sino Periodismo. Los avatares del destino me han llevado a trabajar en la enseñanza, campo en el que me marqué, como objetivo primordial, conseguir que las nuevas generaciones escribiesen mejor. ¿Y sabes lo que ha sucedido? Que, a pesar de que he tenido bastante éxito en esta empresa, mis compañeros de departamento, filólogos ellos, me recriminan por dedicar tiempo a escribir en vez de a enseñar morfosintaxis. Y no me apoyan en absoluto.

A esto hay que añadir un aspecto más: los padres, que suelen ser peores que los hijos. A mí me han obligado a aprobar a alguien que tenía suspendidos todos los trimestres de Lengua y el examen de recuperación de septiembre. ¿Por qué? Porque los padres se empecinaron en que su hijo tenía que pasar al siguiente curso como fuera; y, con la connivencia de los inspectores, no tuve más remedio que aprobar a una persona con faltas, que apenas entiende lo que lee y que, por supuesto, no sabe distinguir un sustantivo de un adjetivo.

Ese es el panorama al que nos enfrentamos muchos (porque, evidentemente, no soy el único) profesores de Secundaria de Lengua castellana y Literatura a día de hoy. Esa es la sociedad en la que vivimos. Entiendo tu indignación: comprende nuestra impotencia.

Un cordial saludo,

Un profesor de Secundaria

Ignoro dónde enseña este profesor, pero imagino que será lo de menos. Por lo poco que sé, creo que hace tiempo que el sistema educativo es una broma de mal gusto que, al final, terminará engullendo a este profesor y a todos los que, como él, sigan pensando que su trabajo es enseñar a sus alumnos, no aprobarles porque lo dicen los inspectores (o sus padres, tanto da). Como digo, soy profana en la materia, así que no se me ocurre cómo dar la vuelta a esta situación, pero el panorama es desolador.

Estudiantes de Periodismo

Sigo creyendo que no es el periodismo el que está en crisis, sino las empresas periodísticas, pero en los últimos tiempos han llegado a mis alarmados oídos datos que me hacen pensar que, aunque no lo esté ahora, el periodismo estará definitivamente en crisis dentro de no mucho.

Supongo que, además de los especímenes de los que voy a hablar, habrá también en las aulas de las facultades de Periodismo estudiantes normales, con un mínimo conocimiento del mundo en el que viven y un mínimo interés y curiosidad por saber más de él, puesto que se están preparando para contar a la gente cómo es ese mundo. No sé si suponer es el verbo adecuado. Tal vez confiar, esperar o desear sean más apropiados. Pero junto a esos estudiantes normales hay otros que tienen dos problemas fundamentales: el desprecio por la lengua y un desinterés absoluto por lo que pasa a su alrededor.

Puede parecer una obviedad, pero la lengua es una herramienta fundamental para un periodista. Los periodistas trabajamos con palabras, jugamos con ellas para contar las historias que tenemos en la cabeza de modo atractivo, eficaz y ajustado a la realidad. Debemos dominar las palabras y su uso, su significado, su sentido, su ortografía y la gramática y la sintaxis con que todas ellas se articulan en un mensaje.

Basta salir de los márgenes de nuestro timeline de Twitter o Facebook o mirar los comentarios de un periódico para comprobar que la gente, en general, no sabe escribir. Ni le importa. Es más, si haces algún comentario al respecto, por muy educado que sea, te responderán con estupideces del tipo «lo importante es que se me entienda» o «no he tenido la suerte de estudiar». Y, como tienes más educación que ellos, no les dices que el problema es que no se entiende lo que dicen y que en lugar de alardear de su ignorancia ante el mundo bien podrían coger un libro. Porque es evidente que tienen conexión a internet y tiempo libre para pasearse por redes sociales y periódicos. Si no saben, es porque no quieren saber.

¿Soy radical? Es posible, pero no entiendo, por ejemplo, que estudiantes con alarmantes faltas de ortografía lleguen a la Universidad (y salgan de ella con un título bajo el brazo). No entiendo qué se les enseña en los niveles educativos previos y cómo los profesores universitarios no suspenden sistemáticamente a los alumnos que no escriben correctamente (me consta que algunos bajan nota, pero no sé si llegan a suspender). Esto se aplica a cualquier especialidad, pero sobre todo a quienes aspiran a ganarse la vida escribiendo o hablando. No tengo una lista de todas las barbaridades que he visto en los últimos 15 años en becarios y redactores (y hasta directores) de los sitios en los que he trabajado, pero podría decir que mis ojos han padecido casi cualquier aberración ortográfica que imaginéis. Sí, ésa también.

Aquí repito lo que dije más arriba. Si estás trabajando en un ordenador, con conexión a internet y diccionarios on line a mano, si metes la zarpa es por pura desidia.

El otro problema es el desinterés por eso que llamamos actualidad. Si estás estudiando Periodismo, se supone que quieres ser periodista, y en principio los periodistas trabajan en medios de comunicación en los que se habla de temas de actualidad, ¿no? Por eso tiene cierta lógica pensar que algo te interesará la información y los medios de comunicación, ¿no?

Pues por lo visto, no.

Como en el apartado anterior, hacer una lista de todas las cosas obvias que el estudiante medio de Periodismo no sabe sería largo y tedioso, así que sólo dejaré unas muestras, a modo de ejemplo.

-No saben quién es Felipe González («no sé… ¿alguien importante?» fue la balbuceante respuesta de una becaria cuando se le pidió que buscase una foto del antiguo presidente del Gobierno y, ante su silencio, uno de mis compañeros le preguntó si no sabía quién era).

-Tampoco saben quién es John Fitzgerald Kennedy (en realidad no sé qué es peor, si lo anterior o esto, pues la anécdota ocurrió justo cuando se cumplía medio siglo de su muerte, con el bombardeo mediático correspondiente. Pues no, ni por ésas. En serio, ¿cómo puede un estudiante universitario no saber quién es JFK? No me lo explico).

-Ni Artur Mas (la verdad es que tiene mérito. No saber quién es Artur Mas viviendo a día de hoy en España implica un nivel de abstracción digno de aplauso. También implica que en su vida se ha acercado a un medio de comunicación, en general, lo que me hace de nuevo preguntarme por qué estudia Periodismo).

Con estas lagunas, no quiero ni saber cuáles serán sus conocimientos en el resto de asuntos. No, de verdad que no quiero saberlo.

Lo mejor es que esta gente, como esos de los que hablaba más arriba, no son conscientes de su propia ignorancia, de que hay cosas que deberían saber. Algunos sí lo son, e incluso se enorgullecen de ello y se rebelan contra los profesores que les penalizan en las calificaciones por las faltas de ortografía o de expresión, y contra los que (sádicos torturadores) les ponen en clase tests de actualidad, porque a ellos no les interesa la actualidad ni tienen tiempo de mirar medios de comunicación para ver qué demonios pasa en el mundo. Lo que a ellos les gusta es que los profesores planteen temas para debatir en clase. Claro que sí. Debatamos sobre temas de los que claramente no tenemos ni idea. Otros medios no sé, pero la televisión sí que la ven. Y saben perfectamente qué quieren ser de mayores: tertulianos.

Aunque parezca exagerado, todo esto es real, y corresponde a alumnos reales que en estos momentos estudian Periodismo en Sevilla, en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla y también en alguno de esos centros privados que imparten esta titulación. No sé vosotros, pero yo voy a empezar a mirar planes de pensiones. Suponiendo que aún haya un sistema público cuando me toque retirarme, está claro que esta gente no va a ser capaz de pagarme la jubilación…

La crisis de los medios: un caso práctico

En las últimas semanas, con temas como el accidente de tren de Santiago hemos visto muchos disparates en los medios con los que demostrar lo que decía en este otro post, pero no me gusta frivolizar con un tema tan serio, así que prefiero burlarme de una noticia mucho más tonta: el anuncio de la boda del futbolista Xavi Hernández con una periodista. La noticia es de hace unas semanas, pero es de una incompetencia que no pasa de moda. La publicó el ABC en su web, no sé si también apareció en la edición impresa, y la firma una tal Ana Luisa Islas. Las negritas son mías, para destacar los puntos fuertes de la pieza, que son unos cuantos:

Xavi Hernández se casa con una periodista «anónima»
El futbolista se unirá el próximo sábado a su novia, Nùria Cunillera, en la Costa Brava

Ya empezamos mal. Si en el titular pone que es anónima, ¿como puede ser que en la entradilla ya se sepa cómo se llama? Si quería decir que la muchacha es poco conocida o no es popular, o lo que sea, que no use la palabra anónima. No significa eso.

Dicen que polos opuestos se atraen. Sin embargo, toda regla tiene sus excepciones. En el caso de ésta, un claro ejemplo es el de Xavi Hernández y su futura esposa Nùria Cunillera. La pareja no solamente coincide en el cariño que se tienen, sino también en la manera en que llevan su vida personal. Poco se sabe de ambos, porque así lo han querido.

Aquí empiezan los problemas. No entiendo a qué viene lo de los polos opuestos si luego dice que no, que de opuestos, nada. Y tampoco entiendo que «el cariño que se tienen» y que les guste la discreción sean argumentos como para afirmar que tienen mucho en común. Quedaos con lo de «poco se sabe de ambos», que tiene miga.

A diferencia de sus compañeros de equipo, tanto los de la selección como los del FC Barcelona, Xavi siempre ha tenido un perfil lado B. El centrocampista no ha invertido en el equipo de Terrassa, su localidad natal, como hizo Iniesta con el Albacete. Tampoco ha participado en campañas de Marketing a diestra y siniestra, como sí han hecho Messi o Piqué. Es más, Hernández prefiere las campañas altruistas. Ha participado en varias, como la multipremiada de Médicos Sin Fronteras «Pastillas contra el dolor ajeno» o la de la Obra Social La Caixa, en contra de la pobreza infantil. Tampoco tiene una cuenta de Twitter que le permita anunciar sus nuevos noviazgos y rupturas, como hace su compañero Carles Puyol. La vida de Xavi, cuando se saca los botines, es un enigma.

Relleno de libro que no aporta absolutamente nada ni a la noticia ni al mundo en general. Eso sí, la última frase es gloriosa.

Así también es la vida de Nùria Cunillera, la joven periodista de 32 años con la que contraerá matrimonio el sábado 13 de julio en la localidad de Blanes (Girona) en la Costa Brava. Desde que iniciaron su noviazgo, hace un año y medio, pocas veces se les ha visto juntos en público, salvo contadas ocasiones, como unas vacaciones en Ibiza, una entrega de premios y una cena con todos los compañeros del jugador en el restaurante Arola de Barcelona.

Seguimos añadiendo datos al perfil de la «periodista anónima». Tiene 32 años y apenas se la ha visto junto a su novio, salvo todas estas que se relatan en este párrafo. A la autora le gustan las contradicciones y los contrastes o simplemente no sabe escribir y/o cómo rellenar el hueco que le han endosado. Apuesto por lo segundo.

Por suerte para Nùria, el resto de las consortes de los equipos donde juega su futuro esposo siempre acaparan los focos. ¿Cómo podría competir «la vecina de al lado», que además trabaja en una empresa familiar, contra la omnipresente Sara Carbonero, la polémica Daniella Semaan, la voluptuosa Antonella Roccuzzo o la superestrella Shakira? A diferencia del resto, Cunillera mantiene su Twitter con candado, ha cerrado su cuenta de Linkedin y no da entrevistas. Poco se sabe de ella, a pesar de ser periodista.

Vuelve a rellenar comparándola con las novias de otros futbolistas, sin venir a cuento, y vuelve a insistir en que poco se sabe de ella (la coletilla «a pesar de ser periodista» es genial, como si todos los periodistas fuésemos perfectamente conocidos y reconocibles por todas partes).

La joven de Sabadell (Barcelona) estudió Periodismo y Relaciones Públicas en la Universidad de Vic. En 2006 cursó un Máster de Periodismo en la Universidad de Barcelona, en conjunto con la Universidad de Columbia de Nueva York. Ahí mostró su interés por la televisión. Al terminar, realizó prácticas en el programa de TV3 «Els Matins». Más adelante, colaboró como reportera de los informativos del Canal Digital de su ciudad, para luego unirse como ayudante de producción para un programa de concursos de Barcelona Televisión que nunca vio la luz. Más tarde ingresó a las filas de la Agencia TMR Comunicación en donde gestionaba la comunicación de empresas. Lo último que se sabe de ella es que trabaja para una empresa familiar.

Pues para saberse poco de ella sí que se saben cosas, ¿no?

Antes de conocer a Nùria, Xavi salió muchos años con otra periodista, también de perfil discreto, Elsa Egea. Al segundo capitán de la selección le gustan las mujeres comunes y corrientes, igual que él. Sin embargo, ésto no significa que le gusten las chicas tímidas. A Cunillera no le gusta llamar la atención de los medios de comunicación, pero en privado se desenvuelve como pez en el agua. «Era uno de los motores del grupo», explica un profesor del máster que cursó. Como el jugador blaugrana, su futura esposa también era timón de su equipo. La joven no era tímida y tenía muchos amigos. «Era organizadora: convocó a una barbacoa y a la fiesta de San Juan; era una de las que más participaba en los encuentros y salidas», agrega. «Fue una buena alumna, y se notaba que estaba más cómoda en el formato de televisión», puntualiza el académico.

«Mujeres comunes y corrientes» y «chicas tímidas» en la misma frase. De nuevo, otro ejemplo de churrimerinismo. Tenía muchos amigos y se encargaba de organizar las fiestas. Datos todos muy interesantes, claro que sí.

Como parte de su trabajo en el máster, Cunillera realizó una entrevista al ex jugador del Barcelona Oleguer Presas, también de Sabadell, famoso porque declaró que nunca jugaría en la selección española y porque participó en una manifestación «okupa». Quizás Presas fue quien le presentó a Hernández. De trabajo final, la joven realizó un reportaje para televisión sobre la integración de los transexuales en la sociedad. «Fue un buen trabajo», explica su antiguo profesor.

Tenemos hasta datos del trabajo de fin de máster de la periodista anónima de la que no se sabe nada. Y una entrevista a un ex jugador, que tampoco aporta nada, salvo una ¿pista? de quién pudo presentar a la pareja. Eso sí, ya has rellenado otro párrafo.

La pareja contraerá matrimonio en un discreto convento medieval, a orillas de la Costa Brava. A la ceremonia acudirán 150 invitados, entre los que destacan los compañeros de Xavi. De acudir las parejas de los futbolistas, Cunillera volverá a quedar en segundo plano y podrá disfrutar discretamente del mejor día de su vida.

Vamos a ver, señora autora de esto. Básicamente le está diciendo a esta muchacha, periodista anónima de la que poco se sabe, que ni en el día de su boda va a ser capaz de destacar si van las novias de otros futbolistas. Igual no sabe cómo va lo de las bodas, pero le diré dos cosas. Una: en una boda nadie destaca más que la novia. No se puede. Va contra las normas. Dos: la novia (y el novio) raramente disfrutan del «mejor día de su vida». Demasiado jaleo.

Podría extenderme mucho más sobre las bodas, el periodismo y unas cuantas cosas más, pero sobre lo primero ya escribí en otro sitio y sobre lo segundo he escrito bastante en éste. Como ejemplo, tal vez parezca un poco tonto, sí. Lo peor es que estos disparates no sólo ocurren cuando se habla de la boda de un futbolista, sino también con todo lo demás. Y eso es más serio.

¿Crisis del periodismo? No, crisis de los medios

Lo llaman crisis del periodismo, pero no es el periodismo el que está en crisis, sino los medios de comunicación llamados tradicionales: periódicos, teles, radios… Son ellos los que en los últimos años se están yendo a pique y, de paso, miles de periodistas que trabajaban en ellos. El periodismo no está en crisis. Hay mucha demanda de información y cada vez una mayor demanda de buena información. Y eso es positivo. ¿Es peor la información que recibimos ahora que la que recibíamos hace unos años? No lo creo. Lo que sí sé es que cada vez hay más ciudadanos críticos con esa información que reciben y que ahora tienen medios de mayor alcance para manifestar públicamente su disgusto.

Esa crisis por la que pasan los medios es en esencia financiera. Tienen otros muchos problemas, claro, pero ninguno de ellos les preocuparía si las cuentas fuesen bien. Si entrase publicidad a raudales como en tiempos no tan lejanos, a ninguno le importaría cómo se hacen las cosas y si sus clientes están o no contentos. Porque, que nadie se confunda, los lectores/oyentes/espectadores sólo somos clientes, y aquí los clientes no tienen la razón. A los medios no les importa que sus clientes estén contentos. Prefieren que lo estén sus anunciantes, políticos, empresarios, ‘amigos’ (de los dueños, los jefes…) y, en definitiva, la gente con poder. Los demás… bueno. Somos para ellos lo que los ciudadanos para los políticos. Menos que nada.

Aunque se lleve relativamente poco tiempo hablando de ello, la crisis de los medios no es nueva. Muchas personas (porque todos los que trabajamos en esto hemos metido alguna vez la zarpa; el que diga lo contrario miente) hemos aportado durante muchos años todos los granitos de arena que han creado esta montaña que amenaza con derrumbarse y sepultarlo todo.

Sólo que al final no lo hará. Se irán unos cuantos cientos más de periodistas al paro, se cerrarán unos cuantos medios más (ninguno de primera fila) y los que más contribuyeron al desastre seguirán sentados en sus poltronas, codeándose con los poderosos y convenciendo a quienes trabajan para ellos de que eso de los contratos indefinidos ya no se lleva y preguntándoles para qué narices quieren ganar mil euros al mes.

Como digo, todo esto no es nuevo y desde luego no hay una única causa a la que culpar. Pero hay cosas que no ayudan. Nada. Y si en los medios impresos los desastres se pueden señalar a puñados, si entramos en sus ediciones digitales, esos pozos sin fondo de despropósitos (sé de lo que hablo, trabajo en uno), el panorama es desolador.

En otros países, sobre todo los anglosajones, que son los que más controlo, las ediciones digitales de los principales periódicos impresos no son meras ediciones digitales, sino publicaciones serias, en ocasiones muy buenas y con entidad suficiente, no meras extensiones de sus hermanos impresos. En España la cosa no funciona así. Salvo excepciones, que las hay, las ediciones digitales de las cabeceras impresas son eso, ediciones, a las que nadie echa demasiada cuenta (en no pocas ocasiones los jefes ponen al frente a tipos de los que no saben cómo deshacerse o a vendehumos que con un par de palabrejas en inglés les hacen creer que saben de lo que hablan; como ellos tampoco tienen ni idea, ni les importa, se tragan el anzuelo) y en las que, literalmente, cabe de todo.

Ya lo he explicado alguna vez, pero muchos textos se copian tal cual de agencias, notas de prensa o sabe dios y se publican. Sin edición, sin retoques, sin corrección. Y ahí se quedan. De hecho, en ABC tienen un sistema de volcado automático de teletipos. Tal como entran los textos por el servidor de agencias, se publican automáticamente en la web. En cuanto mi empresa encuentre un sistema similar baratito, me puedo dar por despedida. De hecho, hasta lo entendería. Si sólo les interesa que entren bien los contenidos de la edición impresa y meter unos cuantos teletipos a lo largo del día, ¿qué sentido tiene tener periodistas en la web?

Periodismo, periodistas

Hace tiempo que acumulo mentalmente una lista de ideas sobre periodismo y periodistas sobre las que escribir unos cuantos artículos. Las ideas para artículos suelen ir a parar al cajón de los posts que nunca escribiré. De hecho, este texto lleva durmiendo en la carpeta de borradores más de un año, lo que me ha obligado a eliminar unas cosas y reformular otras. Espero que el resultado sea más o menos coherente. Ni que decir tiene que todo lo que sigue es sólo mi opinión, con la que podéis o no estar de acuerdo. Estaré encantada de debatir al respecto.

Aunque se puede definir el periodismo de mil formas distintas, para mí el periodismo va, en esencia, de contar historias. Ves lo que pasa y se lo cuentas a quien no lo ha visto o no lo sabe. Y, casi tan importante como eso o incluso más, explicas lo que pasa. Cuando trabajo, siempre tengo en cuenta ese triunvirato informar-formar-entretener que tan poco se estila hoy en día. Se puede debatir si los medios tradicionales actuales informan o sólo entretienen, pero desde luego lo que no hacen, salvo notables excepciones, es formar a su audiencia. Lanzamos a las masas conceptos como «prima de riesgo», «preferentes», «acciones convertibles» y mil cosas más sin explicar qué demonios es eso. Y esto si nos limitamos a la economía, claro, porque lo mismo puede aplicarse a casi cualquiera de los temas de los que se habla en un medio de comunicación. Seguirle la pista, por ejemplo, a megacasos de corrupción es a veces para nota.

Al hilo de la puesta en marcha del Colegio de Periodistas de Andalucía volvió a la palestra el eterno debate sobre qué es un periodista. Para afiliarse a dicho colegio hay que ser titulado en Periodismo o Comunicación Audiovisual. En principio se pensó en incluir a profesionales del periodismo que llevasen tiempo ejerciendo aunque no hubiesen pasado por la Facultad de Comunicación (o Ciencias de la Información, o como queráis llamarlo) o a titulados en otras disciplinas que hubiesen cursado estudios de posgrado de periodismo. Nada de eso está en los estatutos oficiales publicados en el BOJA.

Ese criterio de admisión es, en mi opinión, una estupidez.

Primero, porque la carrera de Periodismo (al menos cuando yo estudié, en el plan del 93 de la facultad de Sevilla) no sirve para casi nada. Yo me lo pasé muy bien aquellos cuatro años (soy de Córdoba, así que estuve ese tiempo viviendo fuera, conocí amigos y a mi hoy marido), pero de periodismo aprendí bien poco. Eso se aprende trabajando (o con una verdadera carrera de Periodismo). Desde entonces ha habido un par de planes de estudio diferentes, y tal vez la cosa haya cambiado, aunque no sé hasta qué punto.

Segundo, porque ese requisito privilegia a un licenciado en Periodismo que jamás ha ejercido esa profesión (de hecho, se contempla en los mencionados estatutos) sobre quien sí ha trabajado (décadas en algunos casos) en ese campo. Aquí es cuando siempre sale a relucir el intrusismo. Y quienes a él aluden ponen ejemplos como la gentuza que se sienta en los platós de Telecinco a gritar. Está claro que esa gente no puede ser considerada periodista, pero para cerrar la puerta a esos especímenes se deja fuera a quien lleva décadas trabajando en medios de comunicación, como periodistas de pleno derecho, sin haber pasado por una facultad de Periodismo. Y eso no es justo ni para esos profesionales ni para la profesión en sí.

La extensión de las facultades de Periodismo es un fenómeno bastante reciente. Por ejemplo, la de Sevilla es de principios de los 90, y no todo el mundo podía permitirse ir a estudiar a Madrid. Incluso hoy en día son muchos los que no pueden ir a Sevilla o a Málaga (a muchos de los que claman contra el intrusismo porque ahora hay facultades en todas partes se les olvida que en Andalucía hay mucha gente que no vive en ninguna de esas dos ciudades), así que estudiaron lo que pudieron en donde vivían (Filología, Historia…) y en cuanto pudieron empezaron a trabajar en medios de comunicación. Las generalizaciones son siempre injustas, y seguro que entre estos periodistas a los que me refiero hay muchos zoquetes, igual que entre los licenciados en Periodismo, pero he conocido a grandísimos profesionales que llevan 15, 20 o incluso 30 años haciendo un trabajo fantástico y a los que no les ha hecho falta un título en Periodismo.

Parece que por ahora el susodicho Colegio de Periodistas va a tener la misma relevancia que las asociaciones de la prensa, o sea, poca. Pero si llega un momento en el que se exija estar colegiado para poder trabajar, espero que alguien con dos dedos de frente se dé cuenta de que esos criterios de admisión son un disparate. Ni que decir tiene que hasta que llegue ese momento (el de la obligatoriedad) no pienso afiliarme a dicho colegio.

No he dicho qué es para mí un periodista, pero si tuviera que definirlo recuperaría lo que dije al principio: alguien a quien le guste contar historias, contar lo que pasa y explicar a su audiencia eso que ha pasado. Debe saber escribir (o saber hablar, según sea el medio que escoja para desarrollar su labor), ser culto, ser curioso, estar siempre dispuesto a aprender y a escuchar, y, por último pero no menos importante, ser humilde: debe saber que no es infalible, debe admitirlo cuando se equivoca y debe ser consciente de que ser periodista no le da el derecho a tener siempre razón.

En estos últimos meses ha habido muchas movilizaciones de periodistas para defender la dignidad de su trabajo. Los medios de comunicación han echado a miles de profesionales (no sé por dónde anda el recuento de despedidos) desde que empezó la crisis. Han cerrado televisiones, radios y periódicos, y los que siguen abiertos se mantienen con muchos menos trabajadores y mucho peor pagados. Es una buena razón para protestar, pero a mi juicio los lemas bajo los que muchos de estos periodistas se manifiestan son, cuanto menos, desafortunados. Puedo estar más o menos de acuerdo en el «Sin periodistas no hay periodismo», aunque hay mucho periodismo fuera de los medios de comunicación tradicionales, pero lo de «Sin periodismo no hay democracia» es una tontería. Insisto, hay que ser un poco humildes, porque aquello de que la prensa es el cuarto poder hace tiempo que pasó a la Historia.

Publirreportajes

El publirreportaje es un género infame. Paga facturas, sí, pero es tal vez una de las peores cosas que se pueden hacer en un periódico (bueno, hay cosas peores; siempre hay cosas peores).

Para quien esté poco familiarizado con este (sub)género, un publirreportaje es una publicidad con apariencia de información. Un empresario, alcalde o lo que sea, paga a un medio para que se hable bien de su empresa o de su pueblo. En ocasiones va acompañado de una publicidad en sentido estricto (una imagen), pero a veces es sólo la información, que sin embargo va de algún modo diferenciada del resto de informaciones del periódico (cambia el tipo de letra o su cuerpo, el diseño de la página es algo diferente, y arriba, en la cabecera donde se indica la sección a la que pertenece cada página, pone «publirreportaje»). Esas páginas a menudo son revisadas por el tipo que pone la pasta, que como es lógico quiere asegurarse del resultado de su inversión, de que sale guapo en la foto y de que el texto canta las maravillas de su pueblo, su empresa o lo que sea. Lo único bueno es que normalmente te permiten no firmar dichas no-informaciones. Se planta un «redacción», unas iniciales que no significan nada y cosas similares. Algo es algo.

Pero eso era hace unos años. Hoy, las cosas han cambiado bastante. A peor.

En realidad hay muchas cosas que han cambiado a peor.

Empezando por la publicidad en sí misma. Antes, quien quería anunciarse en un medio compraba un espacio, ponía su anuncio ahí y listo. Ahora el anunciante compra todo el medio. Con su inversión publicitaria se garantiza que se publique cualquier información positiva sobre él, que no se hable mal de él en el resto de páginas y que, en algunos casos, tampoco se hable de su competencia, si no es para dejarlos mal. Y el medio lo consiente. No hay publicidad y hay que cuidar la poquita que se consigue.

También están las llamadas telefónicas (o visitas) en plan mafioso, del tipo «si publicas esto, te quito la publicidad», una de tantas cosas que no se enseñan en las facultades de Periodismo.

Aunque me parece una práctica repugnante que no comparto porque, desde mi ignorancia, imagino que habrá mejores formas de conseguir dinero, puedo entenderlo. A fin de cuentas, paga facturas. Lo que no entiendo son los favores, los compromisos (hay términos menos suaves con los que los periodistas se refieren a ellos en las redacciones), a políticos o empresarios amigos del editor, el director o quien sea que no conllevan un beneficio directo para el medio (económico, claro, porque lo del rigor periodístico y esas cosas hace tiempo que muchos lo metieron en un cajón). 

Y volviendo al tema de los publirreportajes, ¿cómo son ahora? En resumen, más discretos. Siguen publicándose algunos al uso, como decía más arriba, pero los buenos, los que de verdad dan pasta, van camuflados. No se distinguen en nada de cualquier otra página de información, no hay anuncios normales en ellos, no hay nada que advierta al lector de que lo que tiene ante sus ojos es una publicidad. El lector habitual puede darse cuenta del hecho de que todas las semanas aparezcan en el mismo sitio supuestas informaciones positivas sobre la misma empresa y considerarlo sospechoso, pero el ocasional probablemente pique y se lo trague.

Ya no son meras informaciones positivas sobre una determinada empresa, son las notas de prensa que ésta envía, publicadas tal cual (con su titular y todo). Si en dicha página aparecen piezas ajenas que se elaboran en la redacción, hay una lista de contenidos vetados y una lista de empresas de las que no se puede hablar (empresas que no son sólo competencia directa del anunciante, sino también de otros campos). Y lo que en los viejos publirreportajes era una revisión somera antes de la publicación se ha convertido en un examen concienzudo. Y si algo no les gusta te van a decir que lo cambies. Y si editas un poco la nota de prensa para que se parezca menos a una nota de prensa, te van a decir que pegues lo que ellos han mandado.

Si creéis que no puede ser peor, esperad, que aún puede ponerse peor. Porque esto, siendo deleznable, beneficia a las cuentas de la empresa y puede salvar algún que otro puesto de trabajo. Luego están los periodistas que se venden, que ponen a merced de cualquiera su nombre, su prestigio y el del medio en el que trabajan por una invitación a un sarao, un lote de libros o videojuegos (siempre ha habido supuestos críticos encantados de que les ayuden a formar su opinión sobre un determinado tema) y, unos cuantos elegidos, por un viajecito a Los Ángeles, a la feria E3 de videojuegos, concretamente.

No sé si todas las empresas que invitan a periodistas al E3 ponen como condición que se dé un trato exquisito a sus productos en los medios en los que trabajan los invitados, ni tampoco si esa condición es expresa o no (a mí nunca me han invitado al E3, pero sí a otras cosas, y nunca nadie me ha dicho -aparte de mis superiores, claro- cómo tenía que cubrirlas; ni aceptaría chantajes de este tipo, por mí se pueden meter el viaje a Los Ángeles donde les quepa). Pero hay al menos dos empresas que sí se aseguran de que los periodistas agasajados van a hablar muy bien de lo que en dicha feria presentan. Una de ellas es Nintendo. La otra, Microsoft.

El siguiente vídeo es sólo una muestra de algo que ocurre, por desgracia, más a menudo de lo que pensamos. En el vídeo un grupo de periodistas hablan -con supuesta honestidad, profesionalidad y blablabla…- maravillas del juego Halo 4. Entre ellos, por ejemplo, hay una chica que trabaja en El Mundo (para que nadie se crea que esto es sólo algo que se limita a webs, blogs, y esos medios a los que muchos indocumentados ni siquiera consideran medios), que no me gustaba antes y que ahora me gusta aún menos. Vamos, que no voy a leer nada de lo que publique. A partir de ahora pensaré que hay alguien (aparte de El Mundo) pagando para que haga cada cosa que escriba. Lo mismo va para los demás del vídeo, claro.

Por suerte, como se puede ver en los comentarios (algunos no tienen desperdicio) y como comentaba el otro día con @nachoMoL, parece que la gente empieza a darse cuenta de este tipo de engaños. Es el único consuelo que me queda…

Bonus: Tan descarada ha sido la cosa que hay hasta parodias.