El publirreportaje es un género infame. Paga facturas, sí, pero es tal vez una de las peores cosas que se pueden hacer en un periódico (bueno, hay cosas peores; siempre hay cosas peores).
Para quien esté poco familiarizado con este (sub)género, un publirreportaje es una publicidad con apariencia de información. Un empresario, alcalde o lo que sea, paga a un medio para que se hable bien de su empresa o de su pueblo. En ocasiones va acompañado de una publicidad en sentido estricto (una imagen), pero a veces es sólo la información, que sin embargo va de algún modo diferenciada del resto de informaciones del periódico (cambia el tipo de letra o su cuerpo, el diseño de la página es algo diferente, y arriba, en la cabecera donde se indica la sección a la que pertenece cada página, pone «publirreportaje»). Esas páginas a menudo son revisadas por el tipo que pone la pasta, que como es lógico quiere asegurarse del resultado de su inversión, de que sale guapo en la foto y de que el texto canta las maravillas de su pueblo, su empresa o lo que sea. Lo único bueno es que normalmente te permiten no firmar dichas no-informaciones. Se planta un «redacción», unas iniciales que no significan nada y cosas similares. Algo es algo.
Pero eso era hace unos años. Hoy, las cosas han cambiado bastante. A peor.
En realidad hay muchas cosas que han cambiado a peor.
Empezando por la publicidad en sí misma. Antes, quien quería anunciarse en un medio compraba un espacio, ponía su anuncio ahí y listo. Ahora el anunciante compra todo el medio. Con su inversión publicitaria se garantiza que se publique cualquier información positiva sobre él, que no se hable mal de él en el resto de páginas y que, en algunos casos, tampoco se hable de su competencia, si no es para dejarlos mal. Y el medio lo consiente. No hay publicidad y hay que cuidar la poquita que se consigue.
También están las llamadas telefónicas (o visitas) en plan mafioso, del tipo «si publicas esto, te quito la publicidad», una de tantas cosas que no se enseñan en las facultades de Periodismo.
Aunque me parece una práctica repugnante que no comparto porque, desde mi ignorancia, imagino que habrá mejores formas de conseguir dinero, puedo entenderlo. A fin de cuentas, paga facturas. Lo que no entiendo son los favores, los compromisos (hay términos menos suaves con los que los periodistas se refieren a ellos en las redacciones), a políticos o empresarios amigos del editor, el director o quien sea que no conllevan un beneficio directo para el medio (económico, claro, porque lo del rigor periodístico y esas cosas hace tiempo que muchos lo metieron en un cajón).
Y volviendo al tema de los publirreportajes, ¿cómo son ahora? En resumen, más discretos. Siguen publicándose algunos al uso, como decía más arriba, pero los buenos, los que de verdad dan pasta, van camuflados. No se distinguen en nada de cualquier otra página de información, no hay anuncios normales en ellos, no hay nada que advierta al lector de que lo que tiene ante sus ojos es una publicidad. El lector habitual puede darse cuenta del hecho de que todas las semanas aparezcan en el mismo sitio supuestas informaciones positivas sobre la misma empresa y considerarlo sospechoso, pero el ocasional probablemente pique y se lo trague.
Ya no son meras informaciones positivas sobre una determinada empresa, son las notas de prensa que ésta envía, publicadas tal cual (con su titular y todo). Si en dicha página aparecen piezas ajenas que se elaboran en la redacción, hay una lista de contenidos vetados y una lista de empresas de las que no se puede hablar (empresas que no son sólo competencia directa del anunciante, sino también de otros campos). Y lo que en los viejos publirreportajes era una revisión somera antes de la publicación se ha convertido en un examen concienzudo. Y si algo no les gusta te van a decir que lo cambies. Y si editas un poco la nota de prensa para que se parezca menos a una nota de prensa, te van a decir que pegues lo que ellos han mandado.
Si creéis que no puede ser peor, esperad, que aún puede ponerse peor. Porque esto, siendo deleznable, beneficia a las cuentas de la empresa y puede salvar algún que otro puesto de trabajo. Luego están los periodistas que se venden, que ponen a merced de cualquiera su nombre, su prestigio y el del medio en el que trabajan por una invitación a un sarao, un lote de libros o videojuegos (siempre ha habido supuestos críticos encantados de que les ayuden a formar su opinión sobre un determinado tema) y, unos cuantos elegidos, por un viajecito a Los Ángeles, a la feria E3 de videojuegos, concretamente.
No sé si todas las empresas que invitan a periodistas al E3 ponen como condición que se dé un trato exquisito a sus productos en los medios en los que trabajan los invitados, ni tampoco si esa condición es expresa o no (a mí nunca me han invitado al E3, pero sí a otras cosas, y nunca nadie me ha dicho -aparte de mis superiores, claro- cómo tenía que cubrirlas; ni aceptaría chantajes de este tipo, por mí se pueden meter el viaje a Los Ángeles donde les quepa). Pero hay al menos dos empresas que sí se aseguran de que los periodistas agasajados van a hablar muy bien de lo que en dicha feria presentan. Una de ellas es Nintendo. La otra, Microsoft.
El siguiente vídeo es sólo una muestra de algo que ocurre, por desgracia, más a menudo de lo que pensamos. En el vídeo un grupo de periodistas hablan -con supuesta honestidad, profesionalidad y blablabla…- maravillas del juego Halo 4. Entre ellos, por ejemplo, hay una chica que trabaja en El Mundo (para que nadie se crea que esto es sólo algo que se limita a webs, blogs, y esos medios a los que muchos indocumentados ni siquiera consideran medios), que no me gustaba antes y que ahora me gusta aún menos. Vamos, que no voy a leer nada de lo que publique. A partir de ahora pensaré que hay alguien (aparte de El Mundo) pagando para que haga cada cosa que escriba. Lo mismo va para los demás del vídeo, claro.
Por suerte, como se puede ver en los comentarios (algunos no tienen desperdicio) y como comentaba el otro día con @nachoMoL, parece que la gente empieza a darse cuenta de este tipo de engaños. Es el único consuelo que me queda…
Bonus: Tan descarada ha sido la cosa que hay hasta parodias.
Siempre ha habido «salvapatrias» del periodismo, como la persona que escribe este reportaje y la persona que aparece citada con su nick del Twitter, capaces de manchar la honestidad de otros periodistas sin una sola prueba. ¿No dice que ha ido a viajes y que nadie le ha obligado a «vender su producto»? Pero a estos otros periodistas, sí, ¿verdad?. Leo mucho «chauchau», mucho rencor por no haber sido invitada/o/s al E3 y pocas pruebas de la «supuesta compra». ¿Uds. pagan todos sus viajes y los juegos de los que hablan? Permítanme dudarlo… Ah, y una última cosa: sobre la «compra» de publicidad por las empresas a cambio de buena imagen, no tienen de qué preocuparse en este blog porque no hay ni un anuncio…
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No tengo por qué defenderme ni justificarme, ni mucho menos exponer mi currículum ante el primero que pase por aquí. Sin embargo, sí le diré que yo no escribo sobre videojuegos, ni he hecho críticas de ningún tipo (ni de ese ni de ningún otro producto cultural o de entretenimiento, así que difícilmente me han podido comprar con nada). Y no es que sea de su incumbencia, pero cuando me han invitado a sitios ha sido normalmente para asistir a la presentación de exposiciones. Y no me han regalado ningún cuadro. Por desgracia, porque me habría venido bien sacarme un dinerito extra.
Ya he estado en Los Ángeles, pagándomelo yo, y la próxima vez que vaya a algún sitio, como siempre que viajo, lo haré también pagándomelo yo.
Saludos.
PD: En este blog no hay ningún anuncio porque no queremos que lo haya, aunque eso tampoco sea asunto suyo.
PD (II): Igual es cosa mía, pero es en su comentario donde detecto ese rencor que me achaca.
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El texto me ha parecido muy interesante, los vídeos aun no los he visto. Yo escribo artículos publicitarios pero son transparentes, me imagino que no es lo mismo porque no me siento identificada con las características que detallas
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(Perdona, María, se me pasó contestarte en su momento y luego nos fuimos de vacaciones. Mis disculpas)
No, no es en absoluto lo mismo. La publicidad mostrada como tal y señalada como tal nunca me ha parecido mal. Lo que critico es la publicidad encubierta, presentada como información para intentar despistar (por no decir engañar) al público.
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Mninha, no podría estar más de acuerdo contigo. Cualquiera que haya trabajado en un medio sabe que todo lo que mencionas es EXACTAMENTE ASÍ, y el que lo niegue, o no ha pisado una redacción en su vida, o es un cínico.
De hecho, el tan traído vídeo del E3 es un ejemplo evidente. No creo que ni siquiera sea algo pactado: se les invita a una fiesta, se les trata bien, se les pone un juego que ciertamente será muy bueno (343 Industries/Microsoft no está escatimando en su desarrollo)… y los muchachos se olvidan de que son periodistas y dan rienda suelta al fanboy que llevan dentro. Curiosamente, de este vídeo el más criticado ha sido Nacho Ortiz (jefe de contenidos de Meristation), que si bien no tiene reparos en vender su imagen para campañas publicitarias, en este caso es el único que hace un poco de análisis sobre el juego, en lugar de salivar como un xboxer.
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Por cierto… y es que no me lo puedo aguantar: o se pronuncia «ALO» (en español) o JEILOU (en inglés), pero pronunciar JALO es ir de guay y quedarse corto.
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Gracias por tus palabras. Ojalá fuese todo una invención mía, pero no, es la lamentable realidad que se vive en los medios, y cada vez es peor. Hay menos anunciantes, pagan menos y se les ponen alfombras rojas y se les da lo que pidan a los poquitos que quedan.
Por eso digo que no sé si es pactado o si es explícita esa petición de 'trato de favor' o parte de los propios implicados para que los sigan invitando a saraos. Y no sé qué es peor, la verdad. Es cierto, el de Meristation es el único que pone un poquito de interés más allá de las salivaciones. Los demás ni siquiera se molestan.
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+1000. Ese tipo de gente me pone de los nervios. Son los de 'aipod', 'aipad', 'aifon' y luego sueltan 'apel' o 'gemeil'. O lo dices bien en inglés todo o lo dices en español, chato, pero ese galimatías no. Yo disfruto cuando me mira raro esta gentuza cuando lo digo todo en español ('ipod', 'ipad', 'gemail', etc.). Si hablo en español, lo digo en español. Otra cosa es que esté hablando en inglés. Y al que se me ponga tonto le suelto una clase de fonética que lo dejo listo 😉
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