En la prensa se conocen como «fotos de recurso» a esas imágenes que, sin corresponder a la noticia en sí, sirven para ilustrar un tema sobre un asunto específico. Fotos de niños, de obras, de coches, entre otras muchas cosas, que son más o menos genéricas y se usan para todo lo que tenga que ver con eso, con lo que se evita, por ejemplo, tener que encargar a los fotógrafos imágenes nuevas. Esa práctica da lugar a circunstancias simpáticas como el uso repetido hasta la saciedad de la misma imagen, o sonrojantes, como que se emplee una foto de una pareja bien avenida para ilustrar una noticia sobre divorcios, algo que no sienta nada bien a quien se reconoce en la imagen.
También está la socorrida búsqueda en internet, que a veces da lugar a auténticos disparates. Como el que hoy nos ocupa. Un redactor del periódico National Turk necesitó una foto con la que ilustrar un accidente aéreo en Pakistán y buscó en internet. Probablemente buscó «plane crash». O a lo mejor otro compañero hizo esa búsqueda antes y guardó esa foto en el archivo, para que le fuese útil a quienes necesitasen después una imagen de un accidente aéreo. O a lo mejor el redactor es simplemente un fan de Lost y un cachondo:
Creo que es la primera vez que una servidora protagoniza una de estas perlas, pero la ocasión lo merece. Me entero por Twitter (bueno, se entera Contradictorio y me lo cuenta) de la muerte de Paco Valladares. Cuando lo confirmo, lo publico en la web de mi periódico y lo comunico a mis compañeros del diario impreso. Unos cuantos minutos después ocurre esto:
Una compañera: Ya lo lleva El Mundo en su web. Una servidora (en tono de broma, que conste): Hagan ustedes el favor de mirar su propio periódico, que lo ha publicado antes que El Mundo y que El País. La compañera: Pero si no hay teletipos. Servidora: ¿Teletipos? (pensando en Christopher Lloyd y mientras resonaba en mi mente la banda sonora de Regreso al futuro) ¿Quién necesita… teletipos?
Hace unos días decía en Twitter que un día el modelo de prensa de papel reventará y más de uno se preguntará, sorprendido y perplejo, «¿qué ha pasado?». Me reafirmo.
Una de las muchas ventajas que tiene escribir y publicar en internet es que el feedback es inmediato, tanto para alabanzas como para críticas, y también para completar lo que has escrito o rectificar algún dato erróneo. Siempre se agradecen los comentarios que advierten sobre errores, que además, en internet, puedes corregir al instante (las pifias en periódicos o revistas impresos ahí se quedan para los restos). Pero lo más divertido es cuando corrigen cosas que son correctas. Este es un comentario a la noticia de Huelva InformaciónEl Museo del Mundo Marino echa el cierre por falta de financiación:
Una pena que cierren el museo pero mas pena que escriban «echa» el cierre sin H… Por favor, que es un periodico no una redaccion de un nino de segundo!
Sé que hay mucha gente que se lía con «hacer» y «echar», pero antes de lanzarse a corregir a nadie, con esos aspavientos, además, qué menos que comprobar si se tiene o no razón, ¿no? Por cierto, que lo he pegado tal cual. Quiero pensar que su teclado no tiene acentos, ni eñes, ni signos exclamativos de apertura…
-Siempre que veo Billy Elliot lloro. -Pues a mí no me gusta demasiado. En general no puedo con las historias de superación personal. -Pero Billy Elliot no es una historia de superación personal.
Señores (porque es un señor, hecho y derecho) que no conocen el concepto ‘historia de superación personal’. Con lo de que llore cada vez que ve Billy Elliot no me meto. Cada uno es cada uno, y tal.
Mi jefe, tras preguntarme qué era eso de 24 symbols sobre lo que había escrito en Redes y cacharros y yo contestarle que era una plataforma para leer libros. Le repliqué que la gente sí que lee libros. Él entonces me aclaró que se refería «a la gente normal, no a la gente como tú».
Aunque se suele decir que hay gente para todo, a las personas más o menos normales no les gusta que las critiquen. Tampoco a los periodistas. En su (nuestro) caso, la crítica sienta aún peor porque son profesionales acostumbrados a criticar a los demás. Consideran que ese es su deber, denunciar ante sus lectores, oyentes o espectadores los vicios y desmanes de eso que se suele llamar personajes públicos y que van desde un gobernante a un deportista, pasando por todo lo que hay en medio. Lo que algunos de estos periodistas no entienden es que la naturaleza de su trabajo les convierte también en cierto modo en personajes públicos. Desde el momento en que muestran a los demás su trabajo se exponen también a esa misma crítica.
Esas críticas, a veces fundadas y otras no tanto, suelen proceder de fuera de la profesión. En esos casos, la reacción es casi automática: los periodistas hacen piña y atacan al crítico con uñas y dientes.
Si las críticas provienen de dentro, la cosa cambia.
No es habitual que un periodista o un medio critique directamente a un compañero. «Perro no muerde a perro», se suele decir, y ese corporativismo puede tener sentido en ocasiones, pero en otras es un disparate. No puedes presumir de objetividad y ecuanimidad si estás silenciando las barbaridades que en su medio comete el tipo que se sienta a tu lado en una rueda de prensa, pero eso se lleva mucho, sobre todo en España, donde se tiende a mirar hacia otro lado, basándose en otra premisa tan estúpida como la de los perros: «Nosotros no somos la noticia». Eso, claro, no vale siempre, porque bien que publican, a todo trapo, autobombos como lo de Kiosko y más.
Ejemplos de malas prácticas de periodistas y medios hay unos cuantos en España, pero nada de eso lo veréis en otros medios de los considerados serios (y que cada vez lo son menos). Sí en confidenciales, blogs y similares, pero sólo ahí. No quiero ni pensar qué pasaría si aquí tuviésemos un Murdochgate. Por lo pronto, como decía Rafa Ruiz en Twitter, dudo mucho que viésemos a un empresario mediático sentado ante una comisión parlamentaria.
No es tan importante ni tan escandaloso como el Murdochgate, pero en el periodismo deportivo también se cometen tropelías. Especialmente en temporada de fichajes, que suele coincidir con un parón de las competiciones durante el que hay que llenar las páginas y el tiempo como sea. Y ese «como sea» incluye en ciertas ocasiones caer de lleno en el periodismo ficción.
Hace unos días Nacho Mol publicó en Sevillismo un artículo en el que denunciaba esas prácticas y cómo algunos presuntos profesionales se servían del rumor más peregrino (cuando no directamente de la invención) para dar noticias que de noticias no tienen nada.
Con lo que he contado más arriba podéis imaginar que Nacho recibió no pocos palos tanto en los comentarios del blog como en Twitter. Pero también recogió bastantes apoyos, entre ellos el mío. Como le dije a él, no soy sevillista (ni casi aficionada ya al deporte, sólo sigo la Fórmula 1 y el tenis), pero sé que lo que dice es cierto porque lo he vivido. Y en Sevilla, que es la ciudad a la que se refiere el autor. Igual los que arremetieron contra el texto no han visto nunca prácticas parecidas, pero eso no significa que no ocurran ni desde luego les da derecho a llamar mentiroso a Nacho, como hicieron algunos.
Porque sí que ocurre. Yo he visto, en directo, cómo un jefe que no sabía cómo llenar las páginas de uno de los dos equipos de fútbol sevillanos abría al azar la Guía Marca y seleccionaba a un jugador al que dedicaba dos páginas y titular de portada con un «El club podría estar interesado en fulanito». Al día siguiente preguntaban al jugador, que por pura cortesía respondía un «el club X es muy interesante y a cualquiera le gustaría jugar en él» (traducido como «Fulanito quiere jugar en el X»). Después, preguntaban al club que, también por cortesía, no decía que no le interesaba sino que «estudiaban el mercado» o cualquier tontería similar y así, a lo tonto (porque después hay que publicar el descarte del fichaje) llenas los periódicos de toda una semana con una invención.
No todos trabajan así, por supuesto, pero lo del párrafo anterior existe. Quien lo niegue habrá tenido la suerte de no trabajar con ninguno de los medios/periodistas que lo practican, tiene poco mundo, no ve lo que tiene delante de las narices o simplemente miente. Que cada uno escoja la opción que prefiera.
Si buscase el chiste fácil podría empezar diciendo que Kiosko y más no va a ir a ninguna parte porque ni los propios medios que forman parte de esta alianza se han enterado de cómo se llama el invento (usan indistintamente Kiosko y Kiosco).
Pero eso sería, como digo, demasiado fácil.
Mejor, quizás, empezar por algunas de las cosas que se han dicho sobre este Kiosko y más, para ir abriendo boca antes de entrar en materia:
…llega el futuro.
…dar el salto del papel a la web con un modelo viable de negocio.
…»sin perder la esencia de lectura en papel», ofreciendo a los lectores «un producto que empieza y termina» para una lectura «más sosegada» a la que habitualmente se hace en las ediciones web gratuitas de los diarios.
…la revolución del periodismo actual a la vez que el inicio de una nueva fórmula con posibilidades infinitas para disfrutar de la lectura. A través de él el periodismo se adapta a los nuevos tiempos sin traicionar sus valores y esencias de toda la vida.
‘Kiosko y más’ es la mayor oferta informativa a la que puedes acceder desde cualquier lugar, en cualquier momento.
Las entusiastas citas de arriba, salvo la última, que procede de la propia web de Kiosko y más, corresponden a notas de prensa publicadas por la agencia Europa Press o por alguno de los diarios implicados en el proyecto, como La Voz de Cádiz.
Alguien que no sepa del tema puede leer cualquiera de ellas y, en efecto, entusiasmarse al saber que podrá leer su periódico en internet, sin tener que ir a por él al quiosco, y que podrá disfrutarlo en su dispositivo móvil, sin tener que mancharse las manos de tinta.
Sin embargo, alguien que haya navegado alguna vez por la Red (tampoco hay que ser un experto) puede que se haya quedado a cuadros o que piense que su cacharro se ha vuelto loco y le está mostrando textos del siglo pasado. ¿Salto del papel a la web? ¿Revolución del periodismo actual? ¿Nuevos tiempos? ¿La mayor oferta informativa a la que puedes acceder desde cualquier lugar?
Todo eso pasó en España hace más de una década. Y esa «mayor oferta informativa a la que puedes acceder desde cualquier lugar» se llama internet.
Pero lo que más me ha gustado es lo de «un producto que empieza y termina», que no suena precisamente a futuro. Ni siquiera se parece al presente, en el que los lectores ya no se conforman con la visión del mundo que les ofrece su periódico. Probablemente ni siquiera tengan uno, sino muchos, o todos, o ninguno, porque esa es una de las grandezas de internet. La posibilidad de acceder a todo, de seguir leyendo cuando se llega a la última línea, de comprobar algún dato que creemos erróneo o un nombre que puede que esté mal escrito. Y a los que estamos al otro lado nos permite poner enlaces, añadir informaciones relacionadas, complementos multimedia…
Y, por ejemplo, si un presidente del Gobierno llama «bellaco» al que le acuse de hacer recortes sociales, podemos incluir en esa noticia el vídeo del discurso que dio en el Congreso en el que anunció los mayores recortes sociales que se han hecho en décadas.
Pero, si no hay nada de eso en Kiosko y más, ¿cuál es esa revolución que anuncian? ¿Qué es entonces lo que venden?
Diarios y revistas en PDF. Ni más ni menos. Son muchos diarios y revistas, sí (podéis ver la lista completa de publicaciones aquí), pero a eso se resume todo. PDF.
Y ni siquiera se ven bien. Si le echáis un vistazo, no en la web, que es un auténtico infierno, sino en un dispositivo móvil (la App es gratuita y se pueden descargar, también sin coste, tres ejemplares de cualquier publicación), veréis que los textos no se ven mal pero que las fotos no resisten una ampliación (y si son viñetas con bocadillos, olvidaos de leerlas). Pero lo divertido de verdad es probar con las revistas. Si la página en cuestión lleva una trama de fondo no hay manera de leer el texto. Sé que exportar las páginas tal cual salen del editor es muy cómodo, pero eso aquí no sirve.
Que conste que no me parece mal que se vendan PDF en las webs. De hecho, me parece un servicio interesante, como complemento. Pero no intenten tomarme el pelo. No hay «una nueva fórmula con posibilidades infinitas«. No hay «revolución». Ponen a la venta en la web exactamente el mismo producto que venden en el quiosco (algo más barato, pero tampoco lo suficiente), el mismo que hasta ahora ponían gratis (con otro formato, e incluso enriquecido con contenidos adicionales) en sus respectivas webs las publicaciones reunidas en esta alianza.
…se plantea el pago por contenidos pero no qué se va a ofrecer por ese pago. (…) algunos simplemente cobrarán mañana por lo mismo que hoy ofrecen gratis, sin darse cuenta de que, si los contenidos no son interesantes y de calidad, nadie pagará por ellos.
Ese fue uno de los puntos de los que hablé en la charla que di hace un par de semanas en el WordPress Sevilla Meetup. Sigo pensando lo mismo. No sé si este Kiosko y más funcionará o no (tampoco cómo le va a Orbyt), pero lo que sí sé es que este no es el camino.
Llevo unos días dándole vueltas al tema (sí, pienso en estas cosas, qué le vamos a hacer), y en un momento dado llegué a pensar que igual sí era bueno este planteamiento, porque nos permitiría a los que trabajamos en las webs de los periódicos dedicarnos a crear contenidos en lugar de perder tanto tiempo en poner bonito en la Red lo que lleva el diario impreso (con noticias, no lo olvidemos, del día anterior), y que si iniciativas como estas funcionaban y generaban ingresos podríamos tener más y mejores redactores para ofrecer a nuestros lectores más y mejores informaciones y reportajes y hacer un trabajo de calidad, no la basura a la que en muchas ocasiones estamos condenados.
Después desperté, y tuve una visión de cómo sería el panorama mediático en España si llega el día en que Orbyt y Kiosko y más de verdad funcionan. Las webs de esos diarios serían un enorme banner publicitario (con mucho Flash) con un botón enorme para comprar la versión digital del periódico, el mismo que está en el quiosco y que sólo lleva noticias de ayer. Y no habría nada más. Ojalá me equivoque.