Estudiantes de Periodismo

Sigo creyendo que no es el periodismo el que está en crisis, sino las empresas periodísticas, pero en los últimos tiempos han llegado a mis alarmados oídos datos que me hacen pensar que, aunque no lo esté ahora, el periodismo estará definitivamente en crisis dentro de no mucho.

Supongo que, además de los especímenes de los que voy a hablar, habrá también en las aulas de las facultades de Periodismo estudiantes normales, con un mínimo conocimiento del mundo en el que viven y un mínimo interés y curiosidad por saber más de él, puesto que se están preparando para contar a la gente cómo es ese mundo. No sé si suponer es el verbo adecuado. Tal vez confiar, esperar o desear sean más apropiados. Pero junto a esos estudiantes normales hay otros que tienen dos problemas fundamentales: el desprecio por la lengua y un desinterés absoluto por lo que pasa a su alrededor.

Puede parecer una obviedad, pero la lengua es una herramienta fundamental para un periodista. Los periodistas trabajamos con palabras, jugamos con ellas para contar las historias que tenemos en la cabeza de modo atractivo, eficaz y ajustado a la realidad. Debemos dominar las palabras y su uso, su significado, su sentido, su ortografía y la gramática y la sintaxis con que todas ellas se articulan en un mensaje.

Basta salir de los márgenes de nuestro timeline de Twitter o Facebook o mirar los comentarios de un periódico para comprobar que la gente, en general, no sabe escribir. Ni le importa. Es más, si haces algún comentario al respecto, por muy educado que sea, te responderán con estupideces del tipo «lo importante es que se me entienda» o «no he tenido la suerte de estudiar». Y, como tienes más educación que ellos, no les dices que el problema es que no se entiende lo que dicen y que en lugar de alardear de su ignorancia ante el mundo bien podrían coger un libro. Porque es evidente que tienen conexión a internet y tiempo libre para pasearse por redes sociales y periódicos. Si no saben, es porque no quieren saber.

¿Soy radical? Es posible, pero no entiendo, por ejemplo, que estudiantes con alarmantes faltas de ortografía lleguen a la Universidad (y salgan de ella con un título bajo el brazo). No entiendo qué se les enseña en los niveles educativos previos y cómo los profesores universitarios no suspenden sistemáticamente a los alumnos que no escriben correctamente (me consta que algunos bajan nota, pero no sé si llegan a suspender). Esto se aplica a cualquier especialidad, pero sobre todo a quienes aspiran a ganarse la vida escribiendo o hablando. No tengo una lista de todas las barbaridades que he visto en los últimos 15 años en becarios y redactores (y hasta directores) de los sitios en los que he trabajado, pero podría decir que mis ojos han padecido casi cualquier aberración ortográfica que imaginéis. Sí, ésa también.

Aquí repito lo que dije más arriba. Si estás trabajando en un ordenador, con conexión a internet y diccionarios on line a mano, si metes la zarpa es por pura desidia.

El otro problema es el desinterés por eso que llamamos actualidad. Si estás estudiando Periodismo, se supone que quieres ser periodista, y en principio los periodistas trabajan en medios de comunicación en los que se habla de temas de actualidad, ¿no? Por eso tiene cierta lógica pensar que algo te interesará la información y los medios de comunicación, ¿no?

Pues por lo visto, no.

Como en el apartado anterior, hacer una lista de todas las cosas obvias que el estudiante medio de Periodismo no sabe sería largo y tedioso, así que sólo dejaré unas muestras, a modo de ejemplo.

-No saben quién es Felipe González («no sé… ¿alguien importante?» fue la balbuceante respuesta de una becaria cuando se le pidió que buscase una foto del antiguo presidente del Gobierno y, ante su silencio, uno de mis compañeros le preguntó si no sabía quién era).

-Tampoco saben quién es John Fitzgerald Kennedy (en realidad no sé qué es peor, si lo anterior o esto, pues la anécdota ocurrió justo cuando se cumplía medio siglo de su muerte, con el bombardeo mediático correspondiente. Pues no, ni por ésas. En serio, ¿cómo puede un estudiante universitario no saber quién es JFK? No me lo explico).

-Ni Artur Mas (la verdad es que tiene mérito. No saber quién es Artur Mas viviendo a día de hoy en España implica un nivel de abstracción digno de aplauso. También implica que en su vida se ha acercado a un medio de comunicación, en general, lo que me hace de nuevo preguntarme por qué estudia Periodismo).

Con estas lagunas, no quiero ni saber cuáles serán sus conocimientos en el resto de asuntos. No, de verdad que no quiero saberlo.

Lo mejor es que esta gente, como esos de los que hablaba más arriba, no son conscientes de su propia ignorancia, de que hay cosas que deberían saber. Algunos sí lo son, e incluso se enorgullecen de ello y se rebelan contra los profesores que les penalizan en las calificaciones por las faltas de ortografía o de expresión, y contra los que (sádicos torturadores) les ponen en clase tests de actualidad, porque a ellos no les interesa la actualidad ni tienen tiempo de mirar medios de comunicación para ver qué demonios pasa en el mundo. Lo que a ellos les gusta es que los profesores planteen temas para debatir en clase. Claro que sí. Debatamos sobre temas de los que claramente no tenemos ni idea. Otros medios no sé, pero la televisión sí que la ven. Y saben perfectamente qué quieren ser de mayores: tertulianos.

Aunque parezca exagerado, todo esto es real, y corresponde a alumnos reales que en estos momentos estudian Periodismo en Sevilla, en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla y también en alguno de esos centros privados que imparten esta titulación. No sé vosotros, pero yo voy a empezar a mirar planes de pensiones. Suponiendo que aún haya un sistema público cuando me toque retirarme, está claro que esta gente no va a ser capaz de pagarme la jubilación…

2 comentarios sobre “Estudiantes de Periodismo

  1. Saludos,

    Como profesor de Secundaria de Lengua, me gustaría comentarte un par de aspectos que, quizá, te ayuden a responder a algunas de las preguntas que lanzas en tu texto.

    «No entiendo qué se les enseña en los niveles educativos previos», comentas. El problema no es el qué, sino en qué condiciones. Me explico: lo lógico sería, en mi asignatura, que pudiese suspender a alguien por faltas de ortografía, ¿verdad? ¡Pues no! No puedo restar ni una sola décima a aquellos alumnos que me escriben con faltas. ¿Por qué? Porque vienen unos señores inspectores que me pueden sancionar si lo hago.

    Pero voy más allá. Yo no he estudiado Filología, sino Periodismo. Los avatares del destino me han llevado a trabajar en la enseñanza, campo en el que me marqué, como objetivo primordial, conseguir que las nuevas generaciones escribiesen mejor. ¿Y sabes lo que ha sucedido? Que, a pesar de que he tenido bastante éxito en esta empresa, mis compañeros de departamento, filólogos ellos, me recriminan por dedicar tiempo a escribir en vez de a enseñar morfosintaxis. Y no me apoyan en absoluto.

    A esto hay que añadir un aspecto más: los padres, que suelen ser peores que los hijos. A mí me han obligado a aprobar a alguien que tenía suspendidos todos los trimestres de Lengua y el examen de recuperación de septiembre. ¿Por qué? Porque los padres se empecinaron en que su hijo tenía que pasar al siguiente curso como fuera; y, con la connivencia de los inspectores, no tuve más remedio que aprobar a una persona con faltas, que apenas entiende lo que lee y que, por supuesto, no sabe distinguir un sustantivo de un adjetivo.

    Ese es el panorama al que nos enfrentamos muchos (porque, evidentemente, no soy el único) profesores de Secundaria de Lengua castellana y Literatura a día de hoy. Esa es la sociedad en la que vivimos. Entiendo tu indignación: comprende nuestra impotencia.

    Un cordial saludo,

    Un profesor de Secundaria

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  2. No sólo comprendo vuestra impotencia, sino que os mando desde aquí un abrazo (habremos de conformarnos con uno virtual).

    Muchas gracias por tu comentario, que como bien dices me aclara muchas cosas, pero me hace plantearme otras muchas preguntas, porque no entiendo que te puedan sancionar por penalizar a quienes tienen faltas de ortografía, ni que esos mismos inspectores amparen a padres que claramente no están capacitados para supervisar la educación de sus hijos, ni que tus compañeros, en lugar de apoyarte, se pongan de parte de ese sistema desquiciado.

    No entiendo nada de eso, pero ahora comprendo otras muchas cosas. Supongo que la pregunta más pertinente es por qué está institucionalizado todo esto.

    De nuevo, muchas gracias por este ilustrativo comentario. Con tu permiso, voy a dedicarle otro artículo. No se merece quedarse oculto entre los comentarios.

    Saludos, profesor, y ánimo.

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