(Sí, ya sé que estamos a 3 de enero y que debería haber publicado esto hace un par de días, pero también hay gente que se pasa medio mes felicitando el nuevo año a quien se va encontrando y nadie les dice nada, ¿no?)
Las doce uvas (puede que alguna más), la ropa interior roja, brindar con cava (o champán, o sidra) y meter una joya de oro en el fondo de la copa, tener sólo el pie derecho en el suelo mientras se da la bienvenida al nuevo año, encender una vela de este o aquel color, pedir un deseo, escribir en un papel todo lo que se quiere dejar atrás con el cambio de calendario y luego prenderle fuego…
Los ritos, tradiciones y tonterías en general que hacemos cada vez que llega el 31 de diciembre son tan numerosos como inútiles. Hay quien cree que si se hace todo lo que decía en el párrafo anterior (y alguna que otra cosa más) uno se garantiza un nuevo año estupendo. La mayoría lo hacemos (no todo, claro, básicamente sólo las uvas) por costumbre, por tradición, no porque realmente creamos que con ello se conjura a la suerte, los hados, los dioses o como queramos llamarlos. Ojalá fuese tan fácil como seguir una lista de instrucciones.
Esto no va de buenos propósitos para el nuevo año, al menos no de los que suele plantearse la gente ‘normal’ (seamos sinceros, no creo que vaya a dejar de fumar ni desde luego voy a apuntarme -ni mucho menos ir- a un gimnasio; sí me gustaría volver a escribir a menudo, pero cada día que pasa me cuesta más y más concentrarme lo suficiente para hacerlo). En realidad es más bien un deseo, que podría resumirse en que este 2012 se porte mejor que sus predecesores (ya toca) para que, si los mayas tenían razón, al menos el fin del mundo nos pille con una sonrisa de satisfacción. En cualquier caso, la previsión habla de diciembre, así que nos vamos a tener que zampar todo el año sí o sí. Y encima es bisiesto (¿alguien más le tiene tirria a los años bisiestos?).
No sé si alguna vez lo he escrito aquí, pero a alguno quizás os suene haberlo escuchado en alguna que otra película. No sé si es una oración, un mantra o sólo una de esas frases de las típicas que ponían en los pósters esos de payasos supuestamente motivacionales que tanta grima daban (¿se siguen vendiendo esos pósters?):
«Fuerza para cambiar las cosas que puedo cambiar, paciencia para soportar las que no puedo cambiar y sabiduría para distinguirlas».
Venga de donde venga, siempre me ha gustado, y me encantaría conseguir hacerle caso. Ese podría ser mi propósito para 2012, sobre todo la parte de la paciencia, que no me vendría nada mal.
Pese a que es útil saber qué se puede o no cambiar para evitar estrellarse en vano estoy convencida de que hay algunas batallas que merece la pena luchar, aunque tengas claro que nunca vas a poder ganarlas. ¿Quién sabe? A lo mejor sí que logramos tirar algún muro. O a lo mejor se termina el mundo en diciembre. Por si acaso, tratemos de hacerlo lo mejor posible día tras día, para arrepentirnos sólo de los errores que hemos cometido y no de lo que ni siquiera hemos intentado. Además, dicen que de los errores se aprende, ¿no?
Potenciales apocalipsis al margen, espero que tengáis un fantástico 2012 y que sepáis perdonarme este texto tan extraño. Ya decía más arriba que cada vez me cuesta más escribir.
Yo no me inquietaría por que este año vaya a acabar el invierno (sí, ese que es frío, oscuro y dura toda nuestra vida). Aunque sólo sea porque, aunque los mayas tuviesen razón, sólo es 2012 para los que nos llamamos occidentales. El resto va a su aire: los musulmanes viven en el 1347 (y, lo siento, pero se les nota), los egipcios van por el séptimo milenio y los chinos en el año del Dragón… No sería justo que se acabase para todos, ¿no?
La frase es buena, por cierto. Me la apunto 🙂
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La frase es muy buena, sí 😉
En cuanto a lo del fin del mundo, coincido en que es difícil pronosticar el apocalipsis si cada cultura lleva su propia cuenta del tiempo. Tampoco creo que sea muy operativo que se termine sólo en algunas partes. Quedaría un poco raro que los occidentales desapareciésemos del mapa y quedasen sólo los chinos y los musulmanes, ¿no? Aunque esa premisa argumental sería interesante, por ejemplo, para una peli…
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Pues a mi me gusta tu entrada. Yo me hago dos propósitos al año, uno relacionado con mi vida física y otro con la virtual. El segundo es bastante mas sencillo pero mas o menos voy cumpliendo y mantengo los anteriores.
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Gracias, niña 😉 Ya me contarás cuáles son esos propósitos, si quieres, claro, jeje. Me alegro de que los vayas cumpliendo, en cualquier caso. Eso da ánimos.
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Pues el año pasado por ejemplo, desuscribirme de cosas que me petaban el correo de spam y hacer más ejercicio. Para este, escribir en el blog cosas más profundas, aunque sea menos cantidad, y organizar bastante mejor mis horarios diarios. Es muuuuuuy difícil para mí.
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Uy, me dejé este comentario sin contestar, sorry. Lo de escribir cosas más densas y organizar mejor los horarios es un propósito complicado, sí, pero seguro que puedes conseguirlo. Ya sabes que tienes todo mi apoyo 😉
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