Supervivientes

Por motivos que no vienen al caso (la cosa se resume en que estaba con mi madre y ella quería verlo; mi padre en cuanto termina de cenar se queda frito en el sofá, así que su opinión no computa) vi la otra noche la gala inaugural de Supervivientes. Aparte de preguntarme sobre la necesidad de la existencia misma de ese tipo de programas y por el perfil de sus potenciales espectadores (dejando a un lado a mi propia madre), constaté unas cuantas cosas:

– No conozco a prácticamente ninguno de los supuestos famosos que compiten en el concurso. En investigaciones posteriores (hablando con Al, principalmente, tampoco he profundizado mucho más) he comprobado la identidad de algunos de ellos, lo que me ha llevado a corroborar que el mundillo del famoseo está francamente mal.

– A los viejos (Juan El Golosina y Cuca García de Vinuesa, que da aún más miedo sin maquillaje) los llevan para reírse de ellos.

– Las islas en las que están son una porquería (al margen de que la de Perdidos gane en cualquier concurso del tipo isla en la que pasan cosas misteriosas y sorprendentes y en la que incluso hay osos polares). Una de ellas es sólo un poco más grande que mi salón, y en ninguna de las dos se dan las mínimas condiciones (no hay árboles o plantas que proporcionen alimento ni animales que cazar, sólo hipotéticos peces en los alrededores) para que ningún ser humano pueda sobrevivir realmente en ellas sin ayuda del programa. Mi amigo Al dice que conforme avanza el concurso les trasladan a otra isla más grande. No pienso estar ahí para comprobarlo.

– Las mujeres son incapaces de remar todas en la misma dirección. Literalmente.

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