Poesía clásica latina: Catulo

Acercaos, endecasílabos, todos cuantos hay por todas partes, todos cuantos hay. Una desvergonzada adúltera me toma a broma y dice que no me devolverá nuestros escritos, creyéndose que podéis aguantarlo. Vamos a perseguirla y a pedírselos con insistencia.

¿Preguntáis quién es? La que veis andar indecentemente, la que, como una actriz de mimos, con desfachatez, se ríe, con una boca de cachorro galo. Rodeadla y pedidle con insistencia: «Puta asquerosa, devuélveme los escritos. Devuélveme los escritos, puta asquerosa». ¿Que te importa un bledo? ¡Ay, fango, lupanar, o algo más corrompido si puede haberlo! Pero no hay que confiar en que esto baste. Si no puede ser de otra manera, saquémosle los colores en su férrea cara de perro. Gritad a coro otra vez con voz más alta: «Puta asquerosa, devuélveme los escritos.
Devuélveme los escritos, puta asquerosa».

Pero no hacemos ni un progreso, sigue como si tal cosa. Tenemos que cambiar el método y la forma, a ver si conseguimos algo: «Virtuosa y honrada, devuélveme los escritos».

Hermoso, ¿verdad? El sobrecogedor texto que acabáis de leer es obra de Gayo Valerio Catulo, un poeta latino del siglo I a. C. al que le gustaba llamar a las cosas por su nombre y decir todo lo que se le pasaba por la cabeza. Catulo es uno de los autores incluidos en el programa de una de las asignaturas que estudio este cuatrimestre, Literatura Clásica (toda la griega y toda la latina, toda, en un solo cuatrimestre, para que luego digan que en la UNED no se estudia), y al llegar al poema de arriba no pude por menos que detenerme a admirar el genio (en más de un sentido) del veronés, que reaccionaba así a la infidelidad de su amada, reacia a devolverle al poeta los textos que le escribió.

Como hago siempre que algo me interesa, investigué un poco sobre Catulo y di con otros poemas que no incluye la Antología con la que estoy estudiando. El que sigue es igual de contundente que el anterior, pero en esta ocasión no está dirigido a una amante infiel, sino a dos individuos, Aurelio y Furio (amigos, leo por ahí, pero no sé yo si ese dato será correcto a tenor de las líneas que les dedica), que le reprendieron por el descaro de sus obras. El texto, una oda a la libertad artística y de expresión, podría servirnos a más de uno para despachar a enemigos, rivales o simplemente tontos con que nos crucemos. Y si nos acusan de insultarles, siempre podemos responder que estamos homenajeando a los clásicos:

Os daré por el culo y me la vais a chupar,
Aurelio comevergas y Furio julandrón,
que, por mis versos, como son ligeros,
me habéis considerado un desvergonzado.
Es, de hecho, procedente
que el poeta honorable sea personalmente casto;
no es necesario que lo sean sus versos,
que, en definitiva, tienen sal y gracia
si son ligeros y desvergonzados
y pueden provocar las cosquillas,
no digo a los muchachos, sino a esos peludos
que no pueden mover sus duros lomos
¿Vosotros, porque habéis leído muchos miles de besos,
me consideráis poco hombre?
Os daré por el culo y me la vais a chupar.

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