Podría ser un consejo excelente para los incautos que a estas alturas siguen confiando en la buena voluntad de las personas, pero en esta ocasión es la moraleja que emana de cada capítulo de Damages.
Damages, que le valió un Globo de Oro a su protagonista, una Glenn Close más maquiavélica que nunca (con la excepción, claro, de Las amistades peligrosas), es una serie de abogados sin juicios, jueces ni tribunales plagada de conspiraciones, secretos, intrigas, encuentros en mitad de la noche y muchas, muchas mentiras.
La acción comienza con una joven ensangrentada, medio desnuda y aterrorizada que huye por las calles de Nueva York hasta que la detiene la policía. No sabemos quién es ni qué le ha pasado, y tardaremos en saberlo, porque la historia comienza seis meses antes, cuando una joven abogada recién licenciada, Ellen Parsons (Rose Byrne) -la chica ensangrentada-, se une al bufete de la poderosa Patty Hewes (Close).
Ese juego entre presente y futuro (o entre pasado y presente) es el principal hallazgo narrativo de la historia (aunque no sea nuevo; ahí tenemos por ejemplo a Perdidos) de esta joven y ambiciosa abogada que no sospecha el precio que tendrá que pagar por trabajar con Hewes.
Ellen entra en escena cuando Patty está enfrascada en un complicado caso contra el millonario Arthur Frobisher (Ted Danson), del que se sospecha, a pesar de que un juicio del Gobierno ya lo exoneró, que ha estafado a sus 5.000 accionistas, incluidos sus antiguos empleados, que perdieron los fondos de jubilación cuando la empresa se fue al garete.
Patty representa a esos accionistas, y está dispuesta a todo para probar la culpabilidad de Frobisher, no importa cuántas vidas tenga que destrozar para conseguirlo.
Quien piense que ésta es una típica historia de abogados en la que al final el bien triunfa y los malos reciben su merecido, se equivoca. Todos los implicados en el caso pierden algo en el camino, ya sean seres queridos, la propia vida o la dignidad y la integridad que permite a uno mirarse cada mañana al espejo sin sentir asco o vergüenza.
Tampoco es una historia de redención. Es amarga, cruel y a ratos desoladora, y convierte el consejo «no confíes en nadie» en una máxima vital para la supervivencia en esta jungla en la que al final todos los personajes son peores que al principio.
Junto al trío protagonista intervienen un gran plantel de secundarios que incluye a Tate Donovan, Philip Bosco, Michael Nouri o Peter Riegert y en el que brilla con luz propia Zeljko Ivanek (que encarna a Ray Fiske, abogado y amigo de Frobisher), actor ocasional de una larguísima lista de series (que incluye a Perdidos, donde fue el efímero ex marido de Juliet) y que en Damages, salvo cuando comparte secuencia con Glenn Close, se adueña de cada plano, pese a su escuálida figura, su rostro demacrado (que empeora conforme avanzan los episodios) y esa voz que apenas le sale del cuerpo (nada que ver con la enérgica voz con que lo han doblado al español).
La serie, una maravilla de 13 capítulos (hay previstas dos temporadas más) que se ve casi de un tirón, será emitida en España por Canal+ como Daños y perjuicios (?), aunque, teniendo en cuenta el poco afortunado doblaje (visto en un avance promocional) y lo desastrosos que son los subtítulos en Digital+, desde aquí recomendamos vías alternativas a los interesados en verla.