ponte primero al día antes de leer esto]
Perdidos volvió la semana pasada, con el primero de los seis episodios restantes de esta extraña, corta, accidentada e intensa cuarta temporada, The shape of things to come, un capítulo que no hizo sino confirmar lo que ya intuíamos desde el inicio de esta cuarta tanda: que todo lo que ocurre en el mundo Lost, tanto dentro como fuera de la isla, no son más que movimientos de esa peculiar partida de ajedrez que juegan Benjamin Linus y Charles Widmore, enzarzados desde nadie sabe cuándo en una guerra con sus propias reglas, que incluyen la imposibilidad de acabar el uno con el otro y, al parecer, también de matar a familiares o seres queridos.
El noveno episodio de esta novena temporada nos contó también que Ben controla (de alguna forma) el misterioso humo negro, que puede teletransportarse (nada de transferencias de consciencia, sino enterito) en el tiempo y el espacio y, por si fuera poco, cómo reclutó a Sayid para convertirle en su sicario, haciendo uso, como siempre, de las características malas artes que le han convertido en uno de los ¿malos? (aún está por ver cuál de los dos es realmente el malo, si Widmore o él) más interesantes de la televisión actual.
La historia de Sayid (tras salir de la isla como uno de los seis de Oceanic logró al fin encontrar a Nadia, su gran amor, sólo para volver a perderla) se une a la ya larga lista de relaciones amorosas marcadas por la tragedia que atesoran los protagonistas de Perdidos: unos llegaron a la isla con alguna o varias historias dolorosas en el equipaje (Jack, Sawyer, Kate, Locke, Michael…) y otros la tuvieron una vez allí (Shannon y Sayid, Hurley y Libby, Charlie y Claire, Sun y Jin, Juliet y Goodwin…).
Dejando a un lado el triángulo (o cuarteto, si añadimos a Juliet a la ecuación) Jack-Kate-Sawyer y la triste historia de Sun y Jin (subieron al vuelo 815 de Oceanic casi como dos extraños, en la isla recordaron por qué se enamoraron y después volvieron a separarse -seguimos sin saber qué ha pasado con Jin-), la relación más extrañamente hermosa es la de Desmond y Penny. Pero ahora, después de tantos encuentros y desencuentros, después de tantos altibajos, el futuro y definitivo reencuentro de ambos peligra por la determinación de Ben de vengar la muerte de su hija acabando con la de Widmore, que no es otra que Penny.
Hay muchas razones por las que Ben no debería matar a Penny, pero la mejor que se me ocurre es que permitir que viva y que vuelva junto a Desmond es la única forma de compensar el inmenso dolor causado por el amor a casi todos los personajes de esta historia, así que, por favor, Ben, no mates a Penny.