‘Nocturna’ – Guillermo del Toro / Chuck Hogan

Nocturna (La Trilogía de la Oscuridad, #1)La primera entrega de la Trilogía de la Oscuridad que firman Guillermo del Toro y Chuck Hogan es endiabladamente (nunca mejor dicho) entretenida. Se lee de una sentada (o dos, porque tiene casi 500 páginas) y deja con ganas de más, así que habrá que ir a por los otros dos libros de la trilogía (cuyo título original es The Strain, como la serie). Como seguidora de la adaptación televisiva, tal vez pare de leer cuando vea que la acción se acerca a lo que estoy viendo… o no, ya veremos.

Quienes ven The Strain, muy recomendable por cierto, apreciarán los inevitables cambios que se producen cuando una obra literaria se lleva al medio audiovisual. En el paso a la pantalla se han quedado por el camino detalles como la explicación pormenorizada del proceso fisiológico que sufren los strigoi durante su transformación o la historia de los Antiguos. Y otros cambios de personajes, escenas o tramas, como es habitual.

Curiosamente (a falta de leer los otros dos libros) también hay cosas que mejoran en la versión televisiva, como el personaje de Eichhorst, que en la novela solamente sale en una escena (y ni siquiera se dice su nombre…) y que la historia del profesor Setrakian es mucho mejor en la serie. Más humana y, claro, mucho más dolorosa.

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Ciencia

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«La lección más importante que debemos aprender es que la ciencia no es algo especial; por lo menos, ya no. Tal vez lo fuera cuando Einstein hablaba con Niels Bohr y no existían más que unos pocos especialistas importantes en cada campo. Ahora, en cambio, Estados Unidos cuenta con tres millones de investigadores. La ciencia ya no es una vocación, es una profesión, una actividad humana igual de corruptible que cualquier otra. Los que la ejercen no son santos, son seres humanos, y hacen lo mismo que el resto de seres humanos: mentir, engañar, robarse unos a otros, entablar demandas, ocultar datos, falsificarlos, darse una importancia exagerada y desacreditar injustamente a los que sostienen un punto de vista opuesto. Así es la naturaleza humana, y nunca cambiará.»

Profesor Kevin McKeown – Next  (Michael Crichton, 2006)

‘La fórmula Miralbes’ – Braulio Ortiz Poole

MiralbesLa principal pega que se le puede poner a La fórmula Miralbes, la última novela de Braulio Ortiz Poole, es que se hace corta, y no por su breve extensión (supera por poco las 150 páginas, así que podría ser una novella), sino porque hay temas, personajes, historias, de los que te quedas con ganas de leer más, de saber más. Posiblemente el formato elegido por el autor (falso reportaje compuesto por capítulos muy breves en los que se va combinando la narración de los hechos con los testimonios de los principales personajes) condicione la extensión. Tal vez en una obra más larga chirríe un poco esa estructura.

Son muchas las ideas que aparecen en estas páginas, como la podredumbre de la sociedad en la que vivimos (en general, aunque en la obra se centra el foco en el mundo de la literatura y el periodismo y se personifica en la protagonista, Silvia Miralbes), la percepción que los demás tienen sobre nosotros (y que, en cierto modo, puede condicionar también el modo en que nos vemos a nosotros mismos) o ese retrato de los escritores (y los periodistas también, posiblemente) como una suerte de ladrones de almas:

“Esa entrevista […] define a Miralbes como una ladrona de almas, una autora desprovista de imaginario propio que roba el aliento a sus seres queridos para insuflar ese hálito a sus personajes, una villana que astutamente se agencia hazañas protagonizadas por los demás. Pero ¿todo escritor no es acaso un saqueador de biografías ajenas, y la creación un empeño desesperado por captar la vida?”.

Sin embargo, si tuviera que quedarme con uno solo de los temas, una sola de las ideas que aparecen en estas páginas, diría que La fórmula Miralbes es una novela sobre el perdón.

La mayoría de los personajes de esta historia (perfectamente dibujados pese a la brevedad del relato) son, como explicó hace unos días su creador en la Feria del Libro de Sevilla, personas marcadas por errores que terminaron decidiendo el rumbo que tomaron sus vidas. Pese a tener (casi) todos ellos rasgos o actitudes reprobables, ninguno es esencialmente malvado, no son villanos al uso. Son personas que se han equivocado, que no supieron o pudieron rectificar a tiempo y que ahora simplemente intentan jugar lo mejor posible las cartas que les han quedado.

Lejos de ensañarse con sus miserias humanas, el narrador (en las antípodas de esa criatura legendaria, el periodista objetivo, del que suponemos se seguirá hablando en las facultades de Periodismo) no oculta el cariño que siente por sus protagonistas (o fuentes, ya que estamos ante un reportaje) y les procura una especie de redención que, en el caso de la protagonista, viene en forma de perdón. En otros personajes el perdón no debe llegar de fuera, sino del interior, admitiendo los errores e intentando enmendarlos, o asumiendo que también se ha contribuido a forjar la podredumbre social (y cultural, política, económica…) que sirve de marco a la novela.

Hay mucha oscuridad en esta historia, ya desde la primera página, en la que se nos presenta al fantasma o espectro en que se ha convertido la mujer que aparece en el título, y también es descarnado el retrato de la industria editorial (y, en menor medida, periodística) que se nos ofrece, no por conocido menos desolador, con todos esos títulos firmados por rostros populares (y escritos por vete a saber quién) etiquetados como literatura, esas obras terminadas de cualquier forma por autores de prestigio (con o sin ayuda) que no hacen sino repetir una y otra vez la misma fórmula que garantiza el éxito de ventas… “Nos vendimos a nosotros mismos”, reconoce el editor de la protagonista en uno de los capítulos, “habíamos vendido nuestra alma […] era un pecado enorme como si hubiésemos vendido a nuestros hijos”.

Pero también hay luz, y el regusto que deja esta novela es esperanzador. Como decíamos más arriba, la obra está impregnada de la fe que tiene Ortiz Poole (según sus propias palabras) en la condición humana, y también en sus personajes. Como dijo en la presentación, cree que «hay a nuestro alrededor demasiada celebración de la ceniza, y yo prefería buscar todo lo humano que todavía ardía dentro de ellos». Lo ha conseguido.

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«Magias parciales del Quijote» – Jorge Luis Borges

¿Por qué nos inquieta que el mapa esté incluido en el mapa y las mil y una noches en el libro de Las Mil y Una Noches? ¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lector del Quijote, y Hamlet, espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios. En 1833, Carlyle observó que la historia universal es un infinito libro sagrado que todos los hombres escriben y leen y tratan de entender, y en el que también los escriben.

Jorge Luis Borges, «Magias parciales del Quijote», en Otras Inquisiciones

Mary Wollstonecraft y los derechos de la mujer

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La lucha por los derechos de la mujer, a pesar de lo que algunas personas puedan pensar, no es algo caprichoso ni que comenzara en el siglo XXI, ni tan siquiera en el XX. Muy al contrario, se trata de una lucha que ya lleva siglos en nuestra sociedad y en la que, por desgracia, se progresa con una lentitud exasperante en pos de una justicia social aún demasiado escasa. Por poner sólo un ejemplo, tenemos el destacado caso de la filóloga y escritora Mary Wollstonecraft, que ya en el siglo XVIII logró hacerse un hueco como autora de prestigio en el difícil ambiente del Londres de la Revolución Industrial, que consideraba a los miembros del sexo femenino como meros objetos decorativos. Entre las obras de Wollstonecraft destacamos aquí su Vindicación de los derechos de la mujer, desde la que reclamó, entre otras cosas, el trato de igual a igual con respecto a los hombres a todos los niveles en la sociedad con frases como ésta:

«My own sex, I hope, will excuse me, if I treat them like rational creatures, instead of flattering their fascinating graces, and viewing them as if they were in a state of perpetual childhood, unable to stand alone».

Mary Wollstonecraft, A Vindication of the Rights of Woman

Además de escritora prolífica, activista temprana y filósofa feminista, Mary Wollstonecraft también fue la madre de la conocida Mary Shelley, autora de Frankenstein. Aquí podéis leer y descargar, en inglés, Vindicación de los derechos de la mujer, una lectura imprescindible.

‘Pálido fuego’ – Vladimir Nabokov

Pálido fuegoPálido fuego, de Vladimir Nabokov (1962), es uno de esos libros que resulta difícil calificar, una obra cuya calidad es sin duda digna de elogio pero que como pieza narrativa no termina de entusiasmar.

Compleja, extraña y, sobre todo, desconcertante, la obra es una falsa edición crítica de un falso poema firmado por un falso poeta estadounidense que acaba de morir asesinado. Y su obra póstuma no podría haber caído en peores manos que en las del también falso (en más de un sentido, como descubrirá quien lea Pálido fuego) profesor Kinbote, un petulante, insufrible, barroco y pretendido erudito (y acosador del fallecido poeta) que arranca su edición crítica con un prólogo en el que narra sus vicisitudes para hacerse con el poema y con los derechos para publicarlo, así como sus posteriores trifulcas con la viuda del autor, con otros estudiosos y con el mundo en general.

Ya en estas primeras páginas se atisba cuál será el tono de esta falsa edición crítica: ingentes anotaciones poco o nada pertinentes y en absoluto relacionadas con los versos que supuestamente está comentando (y es casi peor cuando están relacionadas, porque el pobre hombre es un disparate continuo).

Tras el prólogo llega el poema que da título al volumen, 999 versos en los que lo prosaico/cotidiano y lo sublime se alternan sin apenas transiciones, profundizando en la sensación de confusión que invade al lector desde las primeras páginas del prólogo.

Cuando acaba el millar escaso de versos es cuando empieza de verdad lo bueno. Doscientas y pico páginas (y unas cuantas más al final a modo de índice) de comentarios del experto, en los que de lo que menos se habla es del poema en cuestión. La mayor parte de sus impertinentes anotaciones versan sobre historias de su país, la lejana Zembla, de la que tuvo que huir como alma que lleva el diablo. Él mismo explica por qué, así como otra multitud de cosas, personajes, tradiciones, anécdotas, dramas y tragicomedias, a cuál más disparatada.

Sin desvelar mucho más (porque hay algún que otro misterio en esta extraña historia), digamos que al lector se le deja tan perdido, o quizás más, que cuando inició el viaje. Sin saber si el profesor Kinbote es quien dice ser, quien cree ser, si algo de lo que nos ha contado es verdad, si existe Zembla, si hay un poeta y un poema que comentar (dentro del mundo ficticio en el que se inserta la novela, claro está; si todo eso es verdad ahí dentro) y, en resumen, qué es esta rareza que acabamos de terminar.

¿Es una obra maestra esta novela tan loca? Es probable, al menos como experimento, como artificio literario, como invención (y, sobre todo, por el autorretrato que voluntaria o involuntariamente vierte el supuesto erudito sobre sus páginas). Pero como obra narrativa sabe a poco, tal vez precisamente por su naturaleza fragmentaria e irregular. Lo que no quiere decir que no merezca la pena conocer al chalado (¿peligroso?) del profesor Kinbote y su desquiciado país natal.

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Mini-reseñas de libros: ‘Catch as Catch Can’

Catch as Catch Can: The Collected Stories and Other WritingsComo suele ocurrir con este tipo de libros (recopilatorios de textos de distinto tipo y escritos en momentos muy diferentes), el volumen es un tanto irregular. Aun así, algunos de los relatos de la primera parte (los que habían sido ya publicados con anterioridad) son magníficos y también es un placer saber más del capitán Yossarian (el protagonista de Trampa 22) y de algunos de sus compañeros.

También es curioso el texto en el que Joseph Heller habla de las vicisitudes de la adaptación al cine de Trampa 22 y el relato que cierra el volumen, «Coney Island: The Fun is Over».

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