La noria vuelve a girar

No, no me refiero al programa de Jordi González que perpetúa el legado de Salsa rosa para que el zapping siga siendo los sábados por la noche un deporte de riesgo, sino a que la temporada televisiva norteamericana ha levantado el telón.

El verano ha terminado al fin y la mayor parte de las grandes series -excepto la que espero con más impaciencia, que no volverá hasta febrero (¡malditos!)- ha vuelto ya a las pantallas o lo hará en los próximos días.

Para los que estén tan despistados como yo lo estaba hasta hace unas horas, aquí va una lista de deberes para los próximos días (elaborada solamente con las series que yo voy a ver, no con todas), confeccionada gracias a este calendario visto en La chica de la tele.

La que hoy termina ha sido la semana grande de estrenos, así que supongo que este fin de semana los torrents, pandos y similares están echando humo.

La encargada de abrir mi lista de deseos para el año nuevo es Cómo conocí a vuestra madre. Estoy en pleno programa de desintoxicación (lo que me ha permitido dosificar la segunda temporada de las andanzas de Ted y compañía, que llevo por la mitad, aunque sí que he visto ya Slap Bet), así que no sé exactamente en qué punto está la historia. La promo estilo CSI de la tercera temporada no aclara mucho de lo que va a pasar en esta nueva etapa de la serie, pero tampoco hace falta.

Y ya que hablamos de los forenses, ni que decir tiene las ganas que tenía de que volvieran, para conocer al fin el desenlace del formidable cliffhanger con que cerraron su séptima temporada (aunque, dado el título del episodio que abre la octava, Dead doll, uno se imagina por dónde van los tiros).

Los chicos de Grissom regresaron el viernes, el mismo día que el equipo de Urgencias, que comienza su decimocuarta y última temporada, y la troupe de Anatomía de Grey (que veré cuando la pongan en Fox o en Cuatro). Un día antes, el jueves, tuvo lugar el debut de su spin off, Private Practice, un proyecto al que espero le hayan dado un buen lavado de cara, porque como siga la línea de la presentación que vimos en Grey, no llegará a las navidades.

También ha vuelto House (ésta creo que esperaré también a que la pongan por aquí, porque no hay manera de seguirla subtitulada), que arranca su cuarto año con un multitudinario casting para escoger a los sustitutos de los miembros de su equipo, de los que se deshizo (de una u otra forma) al final de su tercera etapa.

Héroes es la última de las series de mi lista que ha reaparecido en los últimos días, después del decepcionante final de su primera entrega y de un verano plagado de rumores sobre el reparto y sobre su tan publicitado spin off, Origins, negativa de Tarantino incluida (éste es el único regreso que he visto por ahora, y no está mal, claro que, aunque me contradiga porque ya sabemos que no está al mismo nivel que Perdidos, su inicio de temporada palidece comparado con cualquiera de los de la isla).

Pero la cosa no acaba aquí, ni mucho menos. Esta misma noche (madrugada para nosotros) vuelven las chicas de Wisteria Lane y el asesino en serie favorito de América, así que el próximo fin de semana volverán a echar humo los torrents y los pandos, y volveremos a venerar a esas celestiales criaturas que, sin pedir nada a cambio, se encargan de que podamos entender lo que dicen los protagonistas de nuestras series, unos ángeles sobre los que podría escribir mucho, aunque nada sería tan bonito como las palabras que ya les dedicó Hernán Casciari en Orsai.

Va a ser que no

Esta noche pensaba contaros una bonita historia sobre resonancias magnéticas, pinchazos (dolorosos, of course) y gente que no sabe qué es el tórax, o quizás otra sobre el miedo que da cuando se te planta encima (es de noche, vas sola en el coche y estás en medio de la carretera) un tormentazo con sus truenos, sus relámpagos y sus rayos, pero hoy ha sido un día especialmente malo y no me apetece demasiado escribir, así que os voy a contar otra historia, más corta y más divertida.

Los que sigan la información sobre las series yanquis sabrán que, aparte del inminente estreno de la segunda temporada de Héroes, se está preparando un spin off, titulado Origins, que se emitirá cuando termine esa segunda tanda de episodios. La productora está tirando la casa por la ventana con ese nuevo proyecto y ya ha fichado para el primer capítulo a Kevin Smith, con la pretensión de que se unan otros realizadores de renombre.

Uno de los elegidos para unirse a esa lista fue Quentin Tarantino, al que la pequeña pantalla le gusta tanto que incluso ha dirigido episodios de Urgencias y de CSI (el impresionante doble capítulo Peligro sepulcral).

Pues bien, los productores le llamaron (lo ha contado el propio director; podéis leerlo aquí en inglés y aquí en español) y le hicieron la propuesta: dirigir un episodio de Héroes. Respuesta de Tarantino: «¿Qué coño es Héroes?».

Conociéndolo, seguro que la conversación fue mucho más larga (y pródiga en términos malsonantes), pero creo que todos hemos captado la falta de interés del director en el proyecto, ¿no?

Pues claro que no es ‘Perdidos’

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero son inevitables en la industria del entretenimiento. En el nacimiento de cualquier libro, película o serie sus creadores cuentan con unos referentes que invocan, consciente o inconscientemente, como fuente de inspiración para lo que quieren o lo que no quieren hacer. Y de esas comparaciones se valdrán después editores, programadores y distribuidores para colocar sus productos en un mercado cada vez más saturado.

Si haces una serie sobre investigadores o policías, enseguida la compararán con CSI; si es sobre médicos, lo harán con Urgencias (o con House o Anatomía de Grey, dependiendo del subgénero en que se inscriba); si es una sitcom, con Friends, y así sucesivamente. Son pocas las series que salen bien paradas de la comparación con las titulares de cada género, y ninguna la que, hasta ahora, lo ha logrado cuando en el otro platillo de la balanza se sitúa una serie que es un género en sí misma.

Un amplio grupo de interesantes y enigmáticos personajes, acción, sorprendentes giros de guión y muchos, muchos secretos. Esos son algunos de los ingredientes esenciales de Perdidos, y por eso cualquier serie que los tenga será inmediatamente comparada con ella. Pero Perdidos es mucho más que eso, como comprobamos el año pasado con Héroes.

Hoy por hoy no hay ninguna comparable a Perdidos, y por eso es injusto e insensato usar a los chicos de la isla para desprestigiar a cualquier otra serie, como se ha hecho en más de una crítica con Jericho.

Pues no, Jericho no es como Perdidos. Tiene muchos personajes, algunos interesantes y otros no tanto, tiene acción, giros de guión y toneladas de secretos, pero no aspira a despojar a Perdidos del título de serie más adictiva de la ¿década?

Supongo que a estas alturas todo el mundo sabrá de qué va la serie (en España la emite Telecinco, últimamente en tandas de cuatro episodios, así que no sé si ha terminado o no), pero por si acaso haré un pequeño resumen. Jericho es un pequeño pueblecito de Kansas del que se adueña el caos y el desconcierto cuando sus habitantes divisan en el horizonte un hongo nuclear. Durante varios días los ciudadanos se preguntan qué ha pasado y si son los únicos norteamericanos con vida, hasta que la energía y los víveres comienzan a escasear y entonces deben preocuparse por su supervivencia.

En torno a esta trama principal se desarrollan las historias personales de sus protagonistas, principalmente las de la familia Green, compuesta por el alcalde del pueblo, Johnston (Gerald McRaney), su mujer, Gail (Pamela Reed), y sus dos hijos, Jake (Skeet Ulrich) y Eric (Kenneth Mitchell), y que está marcada por la repentina marcha de Jake cinco años atrás, su inesperado regreso justo antes de que se desate la crisis con la que arranca la serie y la incógnita sobre lo que ha hecho durante el tiempo que ha estado fuera. Pero como decía más arriba, en Jericho hay muchos secretos, y el de Jake palidece comparado con el de Hawkins (Lennie James), un supuesto agente de la CIA implicado en una conspiración para hacer estallar una decena de bombas nucleares por todo EEUU.

Vale que Skeet Ulrich se pasa todos los capítulos con una inexplicable expresión de susto, que hay muchas historias personales que sobran, que en ocasiones se abusa del dramatismo, que no hay por qué poner quince cliffhangers en cada capítulo y que a Emily (Ashley Scott) le pasa algo raro en la cara, pero la verdad es que es muy entretenida. Me lo pasé muy bien viéndola y quiero saber cómo acaba. Además, cualquier serie que cuente con Papá comandante como uno de sus personajes principales merece, como mínimo, un indulto, a pesar de que sus creadores hayan decidido, inexplicablemente, acabar con él, cuando es uno de los mejores y hay al menos una decena de personajes a los que deberían haber matado primero.

Mi favorita

friends

Hace unos días hablaba con un amigo de cajas, mudanzas y de la ingente cantidad de libros y DVD que debíamos trasladar en cada cambio de residencia. Yo le decía que en los últimos tiempos había reducido considerablemente mi compra de DVD y que ya sólo (o casi) compraba series. Lógicamente, me dijo que eso no era una solución, porque las cajas de series son más caras y, además, ocupan más espacio.

Más tarde, recordando en casa la conversación con mi novio, hicimos una pequeña lista no oficial de series ya terminadas cuya presencia en nuestras estanterías es indispensable.

Y, claro está, surgió Friends, que yo enseguida definí como mi comedia favorita (mi drama favorito es El ala oeste de la Casa Blanca, Perdidos es un género en sí mismo que no admite catalogación ni comparación y la devoción infantil a clásicos como El equipo A o El gran héroe americano no entra en este debate). Él me preguntó: “¿Más que Frasier?”. Tras unos segundos (pocos) de duda, respondí que sí. Pero no aclaré por qué, tal vez porque nunca me había planteado cuál era mi comedia favorita.

Como en tantas otras ocasiones, la respuesta es bien fácil: la emoción. Me he reído muchísimo con Frasier, pero no la he seguido con la fruición que Friends, del mismo modo que no he visto Héroes con el mismo entusiasmo febril (y a veces preocupante) que Perdidos, porque las historias de Frasier y Héroes no me han emocionado, y las de Friends y Perdidos sí (y mucho).

He sufrido, llorado y reído con los seis amigos neoyorquinos, me he alegrado cuando les han pasado cosas buenas y me he entristecido con cada desengaño. Aplaudí cuando Monica emergió de las sábanas de la cama de Chandler durante la excursión a Londres y lloré cuando ella le pidió matrimonio. Frasier me encanta, pero cada vez que he pillado en televisión un episodio de Friends lo he visto, no importaba que me lo supiera casi de memoria, algo que no pasa con ninguna de las series que he visto en los últimos años. Sus diez temporadas merecen un lugar de privilegio en cualquier colección, y no cabe duda de que lo tendrán en la mía.