Series que dejé de ver (y III)

(Cerramos este recorrido por mi lista de abandonos con las series ‘en pausa’, las que dejé de ver aunque no pensaba hacerlo y puede que un día recupere. O no)

1. ‘Californication’
Devoramos su primera temporada (esta es de las que vemos juntos) y durante meses mi marido me preguntó cuándo volvía. Lo hizo, empezamos a verla y, sin saber muy bien por qué, dejamos de hacerlo, de mutuo acuerdo, aunque nunca hablamos de ello. No sé por qué dejó a él de gustarle, pero sí sé por qué dejó de gustarme a mí: porque se estaba convirtiendo en un más difícil todavía. Aquí no se trataba de putear a sus personajes gratuitamente, sino de enredar hasta el infinito las peripecias sexuales en las que su protagonista se ve envuelto. En la primera temporada había mucho sexo, pero por suerte había mucho más. No es el caso de la segunda.

2. ‘Damages’
Otro caso de atracón inicial. La primera temporada me duró apenas unos días (y me encantó) y decidí dejar la segunda para el tórrido y desértico (en lo que a series se refiere) verano, como hice con la tercera de Dexter. Pero llegó el verano, me zampé el tercer Dexter y poco más (no ha sido un verano audiovisualmente provechoso, aunque esa es otra historia). Tuve tiempo de ver cómo evolucionaban las intrigas de Glen Close. Pero no lo hice. Puede que más adelante me ponga al día.

3. ‘Héroes’
Se ha hablado tanto y tan mal de esta especie de Patrulla X televisiva que poco nuevo tengo que decir. Empezamos a verla con muchas ganas cuando se estrenó en Estados Unidos. Pero llegó su primer final de temporada, su primera prueba de fuego, en la que una serie de este tipo (la nueva Perdidos, la llamaban, y hasta tenía muñequitos) no puede fallar, y la cagada fue estrepitosa (además, su primera temporada coincidió con la tercera de Perdidos. Durante todo aquel año se glosaron por doquier los méritos de la serie de Tim Kring y se criticó sin piedad la de J. J. Abrams. La primera terminó catastróficamente y la segunda con el “We have to go back”. No tengo nada más que añadir).

Supongo que la decepción hizo que guardásemos la segunda (muy corta por culpa de la huelga de guionistas y tan decepcionante que sus responsables no se atrevieron a seguir cuando el paro terminó) a la espera de tiempos mejores. Entre unas cosas y otras, nos pusimos a verla bastante tarde, cuando hacía ya bastante que había terminado y todo el mundo se había despachado a gusto con(tra) ella. Tanto malo leímos y escuchamos que cuando al fin la vimos no nos pareció tan mala. Igual nos pilló tontorrones. Curiosamente estrenaron la tercera nuestra primera noche en Nueva York, y más o menos vimos aquel doble episodio, pero nos prometimos verlo en condiciones (y con subtítulos, que quieras que no siempre ayuda) cuando volviésemos. Aún no ha pasado. Tenemos los ¡25! episodios en casa, listos para verlos, pero no tenemos fuerzas. No sé si algún día nos animaremos. Lo bueno es que las expectativas no son lo que se dice altas.

4. ‘Jericho’
Otra primera temporada que nos gustó. Nos alegramos de que sobreviviese a la amenaza de la cancelación (brevemente, porque su segunda temporada sólo tuvo siete episodios) y esperamos con interés su regreso. Volvió y nos hicimos con ella, pero no la vimos. No tengo una explicación.


5. ‘The Tudors’
La primera temporada de la azarosa y lúbrica juventud de Enrique VIII también me duró poco. Pero acabé con ella, mataron a Sam Neill (bueno, su personaje se mató él solito, pero la autoría intelectual correspondió a otros) y Jonathan Rhys Meyers empezó a darme una grima infinita. Pensé en seguir con ella este verano pero, como pasó con Damages, no lo hice. Es improbable que la recupere.

En la primera entrega, las series que puede que deje de ver este año y aquellas con las que apenas pasé del piloto.

En la segunda, las que abandoné después de unas cuantas temporadas.

Pereza

Hace unos días Petit et perdue me preguntaba, a colación de mi breve comentario sobre los Globos de Oro, si la pereza que me daba ver John Adams tenía algo que ver con su calidad. Evidentemente, le respondí que no, que los trocitos que había visto al azar tenían muy buena pinta pero que, simplemente, no me apetecía verla ahora, en primer lugar porque últimamente hay demasiada seriedad en mi vida real, tanta que cuando me siento frente a la tele sólo quiero evadirme y dejarla atrás, aunque sólo sea un ratito (esto no significa que desconecte las neuronas o, aún peor, que me ponga a ver series españolas).

En segundo lugar, he aparcado John Adams (y la segunda temporada de Damages y Californication, y la tercera de Dexter, y Mad men, y puede que alguna cosa más, como Los Tudor o Life) para reservarla para el verano, porque no tiene sentido pasar todo el año viendo compulsivamente series y después estar desde mayo a septiembre-octubre (o enero, según los casos) sin nada decente que echarse a la cara.

Pero la tercera y última razón es la definitiva: sigo demasiadas series.

Así, a bote pronto (bueno, en realidad no, porque acabo de consultarlo en el disco multimedia que tenemos enchufado a la tele), sigo a ritmo norteamericano 30 Rock (a esta me apunté hace sólo unos meses, pero me puse rápidamente al día), Anatomía de Grey (toda teleadicta necesita un culebrón, y este es el mío, por mucho que se esté poniendo últimamente un poco rarita, con la vuelta a escena -de modo fantasmagórico pero sexualmente activo- del tío al que yo llamo el guapito muerto), Bones (después de ver bastantes capítulos sueltos -y desordenados-, decidí que merecía la pena verla bien), CSI (tras años sometida a la dictadura de la cadena enemiga, que reserva cada nueva tanda de episodios para cuando le viene en gana, esta recomendación de Casciari me hizo querer ver cuanto antes la séptima temporada, la del asesino de las miniaturas, y la sigo a ritmo yanqui desde entonces; lo siguiente que veré será la marcha de Grissom, y no sé si seguiré viéndola después), Californication (aunque esta la dejaré, como ya he dicho, para el verano o para alguna noche de insomnio), Cómo conocí a vuestra madre (esta también empezamos a verla tarde, pero cogimos pronto el ritmo), Fringe, House (Fox, Cuatro, muchos episodios sueltos vistos con retraso y, desde la temporada pasada, a su ritmo de emisión) y Héroes (aún no hemos empezado a ver la tercera; las críticas no animan nada).

En esta lista no se incluyen series terminadas que hemos seguido religiosamente, como El ala oeste o Studio 60, ni las inglesas (los muy vagos sólo hacen temporadas de seis episodios, incompatibles con el concepto seguir) como The IT Crowd, Little Britain o No heroics (que tiene un gran punto de partida pero no esa chispa que tienen las dos anteriores), ni tampoco dos adicciones en toda regla: Battlestar Galactica (que comenzó el viernes pasado la emisión de sus diez últimos capítulos –¿quién será el quinto cylon?-, aunque aún no hemos podido ver el primero porque mi marido, que sí curra este fin de semana -a mí me toca descanso-, salió ayer del trabajo pasada la una de la mañana; a ver si esta noche hay algo más de suerte) y, por supuesto, Perdidos, que vuelve por fin este miércoles (por cierto, que en el Reino Unido los espoilers han salido a la calle) con su penúltima temporada, toneladas de preguntas y puede que alguna respuesta. O a lo mejor no.

Sin novedad en el frente

Y sigue la huelga. Tras las frustradas negociaciones de la semana pasada, guionistas y televisiones se sientan de nuevo este martes a negociar con el propósito de cerrar cuanto antes la crisis pero no dispuestos a hacerlo a cualquier precio.

Mientras tanto, las cadenas agotan esta misma semana su material ya producido, y series como Mujeres desesperadas (con el tan publicitado episodio del tornado), CSI, Anatomía de Grey, Héroes o Cómo conocí a vuestra madre cierran el quiosco sin saber muy bien si la despedida es un hasta luego o un hasta la temporada próxima.

Como muestra de su absoluta falta de fe en la resolución del conflicto, las networks rehacen sus parrillas. La CBS ha sido la primera en presentar su programación para el inicio del año próximo, nutrida de reposiciones, tres entregas semanales de Big brother y la aparición al fin de la segunda temporada de Jericho (en febrero), programada en principio para el comienzo de la presente temporada pero pospuesta hasta ahora.

Siguen los piquetes, siguen las negociaciones y los corrillos a media voz entre los guionistas, al mismo tiempo que proliferan las campañas de apoyo a su causa. Los actores se siguen sumando al proyecto Speechless without writers (sin palabras sin los escritores), que ya suma docenas de piezas de actores literalmente mudos sin un guión que interpretar. En Speechless han participado Susan Sarandon, Sean Penn, Laura Linney, David Schwimmer, Harvey Keitel, el reparto de Mujeres desesperadas y hasta el todopoderoso Harvey Weinstein, pero aquí sólo pondré el de Edward Asner, el mítico Lou Grant.

Esta iniciativa no es la única surgida en los últimos días. Al hilo de la campaña Pencils2 Media Moguls (a través de la que los escritores piden a los espectadores que compren cajas de lápices y los envíen a los dirigentes de los principales conglomerados mediáticos que operan en Estados Unidos), los responsables de Lost, Carlton Cuse y Damon Lindelof, han hecho un llamamiento a los fans de su serie para que se unan a este envío masivo de lápices con la promesa de un sorteo que se celebrará entre los participantes y cuyo ganador recibirá, entre otros obsequios, una llamada de Cuse, Lindelof y Matthew Fox en la que responderán «a algunas preguntas sobre los misterios de la serie». No es mal regalo, pero hay tantas cosas que preguntarles que yo preferiría un cara a cara en una habitación aislada e insonorizada…

En huelga

Hace varios días que tengo pendiente escribir algo sobre la huelga de guionistas en EEUU, y tanto he tardado que la huelga ya ha empezado.

Como ya sabréis (Pizquita da todas las claves), la cosa comenzó con la renovación del convenio colectivo del sindicato de guionistas (el Writers Guild of America) con las productoras, en la que los escritores solicitaban incrementar su porcentaje de beneficios sobre las ventas en DVD y por Internet de las producciones en las que participaban. Tras varios días de infructuosas reuniones, los guionistas han comenzado hoy un paro nacional que tiene a Hollywood en vilo.

Adelantándose a la jugada, las productoras adelantaron el rodaje de sus grandes proyectos cinematográficos para evitar el paro de escritores, algo que no han podido hacer las televisiones, cuyos índices de audiencia (y los ingresos publicitarios subsiguientes) dependen de decenas de series y programas que necesitan a diario a los guionistas.

Como es lógico, los primeros afectados serán los shows diarios (especialmente los del late night: Jay Leno, David Letterman, Conan O’Brien, Jon Stewart…), les seguirán los seriales y, más tarde, las joyas de la corona, las series del prime time. Los expertos calculan que, en el mejor de los casos, las cadenas podrán seguir emitiendo sus producciones estelares hasta navidades. Y a partir de ahí no hay más que una enorme incógnita.

Como ni una parte ni la otra están dispuestas a ceder, la cosa puede ir para largo, porque las productoras sólo pueden rodar a partir de ahora guiones que no necesiten una sola modificación. En los casos en que los guionistas son, además, productores, directores o protagonistas, podrán seguir trabajando, pero sin añadir o quitar una coma al libreto, lo que crea, además, un conflicto de intereses en los propios afectados.

Mientras las grandes cadenas, como apunta Chica de la tele, ponen al mal tiempo buena cara y ya piensan en qué series o programas se quitarán de encima cuando todo vuelva a la normalidad, otros como el trío J. J. Abrams-Carlton Cuse-Damon Lindelof, America Ferrera o el mismísimo Jay Leno se han lanzado este lunes a la calle para apoyar un paro que podría causar pérdidas de cientos de millones de dólares, comprometer la parrilla de la próxima temporada televisiva (recordemos que es en mayo cuando las cadenas planifican su programación de otoño) y que ya se ha cobrado al menos una víctima: Héroes.

Cualquiera diría que la huelga le ha caído a la NBC como llovida del cielo, porque en cuanto los rumores de paro comenzaron a hacerse insistentes, canceló el tan publicitado spin off Origins (aquel cuyo piloto iba a dirigir Kevin Smith y en el que Tarantino declinó participar) y ya piensa en ofrecer en diciembre una seudo season finale de la serie original y volver (o no) después de la huelga.

El que haya pasado por aquí ya sabe cuál fue mi primera preocupación cuando supe del plante de los guionistas. Yo sinceramente confío en que tengan más que finiquitados los guiones de los 16 episodios que emitirán en 2008. Si no es así, siempre podemos llamar a George Lucas, que le dio la espalda a los sindicatos hace más de 20 años, cuando le multaron por poner los títulos de crédito de El Imperio contraataca al final y no al principio de la cinta, una norma de la época que le permitieron saltarse con La guerra de las galaxias porque, al fin y al cabo, era él quien la dirigía y también quien la escribía.

Actualización: Acabo de leer, con estupor, en el blog que Variety dedica a la huelga, que los ya mencionados Cuse y Lindelof, que a las 8.30 de la mañana (hora local) ya estaban con sus pancartas ante la puerta de los estudios Disney, terminaron el viernes el guión del episodio OCHO de la cuarta temporada de Perdidos. Sí, el OCHO. No hay más escritos. Por si acaso, dicen muy ufanos, han incluido un pequeño cliffhanger, aunque no descartan que, en lugar de emitirse a partir de febrero, esos ocho episodios se reserven para unirlos a los 16 de la temporada próxima y así conseguir un lote de 24. WTF!!!

Nos gustan, ¿y qué?

Hace un par de días leí en Pizquita un artículo sobre esas series a las que, siendo conscientes de sus defectos, nos enganchamos irremediablemente aunque no seamos capaces de confesarlo en público.

Si creyéramos todo lo que leemos, pensaríamos que no hay televisión más allá de Los Soprano, que Lost puede estar bien pero al fin y al cabo es un producto sólo para frikis y que nadie ve Escenas de matrimonio.

Pero la realidad es bien distinta. Sabemos que cada día cuatro o cinco millones de personas se sientan a ver las broncas de Pepa y Avelino (sí, ya sé que se van a Antena 3, pero no conozco, ni me interesa, los nombres de los demás personajes), que unos cuantos menos siguen año tras año Hospital Central, que Ana y los siete batió récords de audiencia y que Lost es sencillamente fabulosa.

Pizquita habla de Embrujadas, de Siete en el paraíso, de Falcon Beach e incluso de Héroes, que, como dice en otro artículo, está en plena crisis de la segunda temporada (la verdad es que lo poquito que he visto ni invita al optimismo ni en absoluto compensa la desastrosa season finale de la primera).

Todos tenemos algún cadáver en el armario, y en mi caso son unos cuantos. Supongo que la cosa empezaría con la devoción infantil por El equipo A y El gran héroe americano, tan incondicional que incluso, viéndolas años después, me lo sigo pasando pipa. La lista continuaría con aquella temporada que tuve que pasar en casa por culpa de la varicela y en la que me enganché a Santa Bárbara (la cosa acabó cuando volví al colegio, así que me quedé sin saber qué pasaba con aquella pandilla) y con Doña Beija, el único culebrón que he visto enterito y que me zampaba día tras día con mi madre (sí, ya sé que aquello iba de prostitutas y tal, pero a ella no parecía importarle).

Unos años después, Canal Sur emitió un verano Star Trek y no me perdí un solo episodio. Ya sé que Star Trek es una serie de culto, uno de los puntales de la ciencia ficción televisiva/cinematográfica y todo eso, pero buena, buena, tampoco era. Yo me daba cuenta, en mi tierna adolescencia, de la cutrez técnica que emanaba del Enterprise, pero no me importaba. A mí me gustaban las historias y, sobre todo, los personajes. La pareja Kirk/Spock, adobada con Bones McCoy y con las salidas de Scotty es insuperable. Tanto es así que no reconozco como herederos legítimos a ninguna de las tripulaciones posteriores y que estoy profundamente enfadada con J. J. por la osadía de hacer una película sobre la tripulación original (en la que además estará Leonard Nimoy pero no William Shatner, supongo que porque el antaño dueño del mejor trasero de la galaxia y posterior destrozador de clásicos musicales [*] habrá puesto unas condiciones imposibles), aunque al final, como con Indiana Jones, acabaré pasando por el aro.

Dejando atrás la infancia y la adolescencia, la última serie (ya terminada) a la que me enganché fue Buffy, otra a la que se le pueden buscar justificaciones artísticas, intelectuales e incluso morales pero que, básicamente, es una serie para adolescentes, y que conste que tengo en DVD (original) sus siete temporadas.

Y en cuanto a las series actualmente en emisión (para mí El ala oeste sigue en emisión, al menos hasta que pueda conseguir con subtítulos en español sus dos últimas temporadas, pero creo que estamos de acuerdo en que en absoluto forma parte de esta categoría), sigo, de una manera relajada e inconstante, las peripecias de Wisteria Lane (aunque de la cuarta temporada no he visto nada al margen del incidente filipino) y del Hospital Seattle Grace (en el que por lo visto ahora, tal vez alarmados por la escasa consistencia dramática de la serie, van a convertir a Sandra Oh en lesbiana, siguiendo el camino abierto por Urgencias y, más recientemente, aunque sólo se parezca a la anterior en que hay un hospital y es una serie, en Hospital Central), que, aunque no sean más que culebrones con pretensiones, me entretienen, que no es poco.

[*] Como muestra de las aptitudes musicales de Shat, incluyo aquí su hilarante intervención en la ceremonia de homenaje que el American Film Institute ofreció a George Lucas. Sin palabras.

Contra YouTube

No es una declaración de guerra, pero plantar cara a YouTube es uno de los principales objetivos de Hulu, el nuevo portal puesto en marcha por la Fox y la NBC que emitirá on line películas, series y programas de ambas cadenas.

Hulu nació hace sólo unas horas y es pronto para evaluar sus contenidos (que aparecerán, eso sí, trufados de publicidad como lo hacen en la televisión), sobre todo porque aún no me han concedido el acceso que solicité esta mañana.

Según las cadenas impulsoras del proyecto, las bondades de Hulu residen en la emisión de programas completos y (aunque eso al usuario le da más igual) que no tendrán que enfrentarse a los derechos de autor con los que a diario tiene que lidiar YouTube (recordemos que hace unos días el popular portal anunció la puesta en marcha de un sistema para detectar si los contenidos publicados tienen o no copyright, lo que podría eliminar de sus archivos toneladas de material que habría que buscar en sitios oficiales como Hulu).

Habrá que ver cómo evoluciona esta versión beta, y si tiene las restricciones geográficas que muchas webs oficiales de las cadenas de televisión, aunque la riqueza de su catálogo (que incluye Héroes, The Office, Me llamo Earl, Los Simpson, Padre de familia, Bones, House…) y la promesa de que rescatarán joyas como Lou Grant o Alfred Hitchcock presenta bien merecen echarle un buen vistazo.

P. D.: Buscando información sobre Hulu, me he topado en Error 500 con una recomendación que, como de bien nacidos es ser agradecidos, reproduzco aquí: el plugin de Picnik, una aplicación web de tratamiento de imágenes, para Firefox. Si ya es cómodo, rápido y sencillo tratar imágenes con Picnik (que incluye las opciones más usuales, como cortar, redimensionar y enfocar fotos, entre otras), con un solo click puedes llevar una imagen vista en una web hasta Picnik y después publicarla en Flickr o guardarla en el escritorio.

Cuatro meses más

[Si no has visto la tercera temporada de ‘Perdidos’, no pierdas el tiempo leyendo esto y ponte a verla YA, para que tengas las mismas ganas que yo de que llegue la cuarta]


Creo que hasta ahora lo he llevado bien, en ocasiones, hasta con dignidad. El tiempo iba pasando y, aunque por doquier aparecían rumores, supuestos spoilers e incluso alguna noticia, me mantenía al margen y ya está. Tras la desesperación inicial (para qué negarlo), una mañana me desperté y pensé que no pasaba nada, que nueve meses no era tanto tiempo y que enseguida llegaría febrero. Supongo que las vacaciones y la larga lista de cosas por ver y por leer que tenía pendientes ayudaron a mitigar la espera.

Todo iba bien, hasta que dejó de ir bien. Terminó el verano y con la llegada del otoño comenzó el regreso masivo de las series, con algún retorno esperado y alguna que otra sorpresa agradable entre la ristra de debutantes que cada año se instalan en las parrillas. Pero faltaba una. Todos sabíamos que faltaba, pero nadie se atrevía a decirlo en voz alta para que no cundiera el pánico. Entonces empezó la segunda temporada de Héroes y la ausencia se hizo aún más dolorosa.

Para colmo, ya han aparecido los primeros vídeos con el sello oficial impreso a fuego que preludian la cuarta temporada, entre los que destaca uno con un seis oculto (ya estamos otra vez con los jueguecitos), que no han hecho más que terminar de llenar el vaso de mi ansiedad.

Ya sé que aún quedan otros cuatro meses de espera (volverá el seis o el siete de febrero, según se rumorea), pero sencillamente, como decía Locke antes de bajar a la escotilla, ya estoy harta de esperar. Echo de menos encender el ordenador cada jueves por la mañana para descargar el episodio, entrar 200 veces en Lostzilla para ver si ya han terminado los subtítulos (una vez más, gracias) y, sobre todo, los capítulos, desde el previously que determina a quién le toca esa semana el flashback (o, a partir de ahora, el flash-forward), hasta el siempre desasosegante final, pasando por cada uno de los giros, las sorpresas, los sustos, las alegrías y también las decepciones que estos tipos son capaces de meter en poco más de 40 minutos de ficción.

Muchos dicen que están cansados de tanto enigma, de tanto misterio, de tantos sucesos inexplicables, pero a mí me encanta que me intriguen, incluso que me engañen, siempre que el engaño esté tan bien dispuesto como hasta ahora. I want to believe, pero también quiero saber.

Quiero saber qué es la Iniciativa Dharma, qué pintan en la isla los osos polares, qué es el humo negro, dónde está el resto de la estatua del pie de cuatro dedos, qué hacía el padre de Locke en la isla, por qué la isla cura a unos (la parálisis de Locke, el cáncer de Rose) pero no a otros (Ben), por qué las mujeres allí no pueden tener hijos, por qué Richard no envejece, dónde está la isla y toda la historia esa del campo electromagnético, qué pasó con Walt, qué significan los malditos números, de dónde vienen las visiones de Desmond, qué hay de cierto en los delirios de Locke, quién demonios es Jacob, quiénes son exactamente Los Otros, a qué juega Ben, dónde está el cuerpo del padre de Jack, qué les pasó a los compañeros de Rousseau, para qué sirven realmente los búnkers, por qué un grupo de personas tan singulares terminan viajando juntos en el mismo avión y por qué el aparato se estrella precisamente en esa isla, quiénes son los del barco, qué es el monstruo, como llegó La roca negra al centro de la isla, quién ocupa el ataúd del funeral al que asiste Jack, por qué en el futuro su padre está vivo, por qué ansía tan desesperadamente volver a la isla…

Seguro que me dejo en el tintero alguna que otra pregunta, pero da igual. Lo único que deseo es que, al final del camino, haya una respuesta convincente. Pero, más que nada, lo que quiero es disfrutar del viaje. Ya sólo quedan cuatro meses.