
La otra noche, mientras veía la nave del misterio de Friker Jiménez (esto lo digo con un cartoncito negro delante de los ojos y jurando y perjurando que no había nada más en la tele), tuve una especie de premonición (se me ocurrió sin más, pero si estás viendo a Friker lo suyo es hablar de términos misteriosos e inquietantes) sobre la cuarta parte de Indiana Jones.
Nunca he estado a favor de que se filmen más aventuras del pizpireto arqueólogo. No creo que deba volver a los cines (salvo si es para reestrenar las tres películas anteriores) porque la trilogía, tal como está, es perfecta y tiene un cierre más que notable (el héroe, su padre y sus dos amigos cabalgando hacia el ocaso mientras sube y sube la fanfarria de John Williams).
Durante los últimos años los rumores del rodaje de una cuarta se encendían y apagaban y nunca les presté demasiada atención, pero ahora parece que van en serio (aunque sigo sin fiarme del todo), y las primeras noticias de esta presunta cuarta entrega no invitan precisamente al optimismo.
La presencia de Sean Connery no está en absoluto asegurada, John Rhys-Davies (el imprescindible Sallah) tampoco quiere participar y el difunto Denholm Elliott (el entrañable Marcus) lo tiene difícil. Para colmo de desgracias, se anuncia la participación del casi inédito Shia LaBeouf como un posible vástago del héroe, lo que multiplica mis temores de que la trama de la película gire en torno al churumbel y a un posible peligro o tragedia que le amenace y que obligue a su padre a salvarlo, cueste lo que cueste.
Y fue entonces cuando una oleada de pánico me invadió en décimas de segundo: ese cueste lo que cueste podría incluir el sacrificio de Indy. Puede que la posibilidad sea remota y que una persona en su sano juicio zanjase el tema con un desganado “¡anda ya!”, pero todo es posible. Steven Spielberg últimamente está cada vez más oscuro y George Lucas quizás quiera dejar cerrada y bien cerrada la serie sobre el arqueólogo (además, desde que acabó con Qui-Gon Jinn no mata a ningún héroe).
Si hace unos días escribía que mi vida sería mucho peor de no haber existido la Saga, no quiero ni imaginar cómo sería el golpe de tener que enfrentarme a la muerte del doctor Jones (Jr.), del primer hombre que despertó en mi entonces infantil ser la conciencia de que era aquello exactamente lo que quería.
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