El EBE 2010

Antes de nada, un poco de contexto:

-Entrevista: Luis Rull: “No pensábamos que el Evento Blog llegaría a ser tan grande”
-Crónica del viernes: Emprendedores y usuarios, protagonistas de la primera jornada del EBE10
-Crónica de la mañana del sábado: García Brusilovsky: “Es difícil hacer cosas importantes si no buscas lo mejor”
-Crónica de la tarde del sábado: Televisión, educación, miedo, libertad y provocación
-Crónica del domingo: Los forenses de ‘Perdidos’, post-it virtuales y el paréntesis de Gutenberg

Nocturnia in EBE10

Ya expliqué en este otro texto las circunstancias personales con las que llegué este año al Evento Blog y en los enlaces de aquí arriba tenéis las crónicas de buena parte de lo que pasó allí, así que me limitaré a destacar algunas cosas que me gustaron y otras que me gustaron menos.

Lo bueno:

-El equipo organizador, como siempre, dándolo todo para que las 2.000 personas (datos definitivos) que nos juntamos allí estuviésemos lo mejor posible.

-El café, los zumos (novedad de este año), las tortas Inés Rosales, los mazapanes rellenos de chocolate de Turrones y dulces, los bolsos de Sony Ericsson (y el futbolín, aunque yo no jugase) y la zona para juguetear con el Kinect.

EBE10 in movement-Las presentaciones en De-Muestra de City Analitics, Tubus y Bligoo. Buena pinta.

Aprendiendo sobre usabilidad-El taller de usabilidad de Daniel Torres Burriel, que recordó a los presentes cosas que todos los que trabajamos en la Red deberíamos saber, aunque se nos olvidan, y enseñó unas cuantas que no sabíamos. Habría dado para bastante más de una hora.

-El taller de analítica web de Adrián Segovia. Útil y ameno. También se hizo corto. Fue graciosa la anécdota de la web de As y el 2-6 del Barça al Madrid. La mayoría de usuarios que entraban desde buscadores al periódico lo hacían buscando a Tomás Roncero. Esta es la presentación de su ponencia. Pierde mucho sin su explicación, pero algo es algo.

Carlos Barrabés y Gustavo García Brusilovsky, dos tipos interesantes, de los que creen, o al menos así me lo pareció, en lo que están diciendo.

-Los encuentros de blogueros. Yo sólo pude ir al de tecnología, pero me gustó la propuesta.

Dolors Reig hablando sobre educación. La pena es que pillé la charla empezada y sólo duraba media hora. Aquí dejo su presentación.

Juan Freire, otro tipo interesante al que no conocía, que habló sobre libertades en la Red y ejercidas desde la Red. Tenéis una reseña de lo que dijo en la crónica de la tarde del sábado.

Antonio Fumero. No tengo muy claro cuál era su mensaje ni su intención última (en este post lo explica), pero sí estoy de acuerdo con algunas de las cosas que dijo.

Sobrevivir a Lost-El domingo, entero, sobre todo el gran, gran Pjorge, que habló, dice que por última vez aunque espero que no, sobre Lost; y Alejandro Piscitelli, que dio una conferencia genial en la que la hora programada se pasó volando. Y eso, a esas alturas de EBE, tiene un mérito enorme. No fue Casciari (aquí en vídeo y aquí en texto), pero tampoco vamos a tener todos los años esa apoteosis final, ¿no? Y también Joaquín Ayuso, de Glass. Todos los años me voy con alguna cuenta nueva en algún servicio que he conocido en el EBE (Twitter, Facebook, Friendfeed), y este año me he ido con dos (bueno, la de Foursquare fue para pillar uno de los bolsos de Sony Ericsson, debo admitirlo). Una de ellas fue Glass. No he trasteado demasiado aún pero pinta bien.

Lo menos bueno:

Enrique Dans y Juan Varela. Si no has preparado nada, al menos esfuérzate por disimularlo y no te subas con un colega al escenario para charlar con él de lo mismo, y con los mismos argumentos, que cualquiera de los que estábamos abajo hubiéramos podido hacer.

Fotomaf sienta cátedra-Perderme unas cuantas cosas que sí me interesaban, como el taller de fotografía de Fotomaf. Es lo que tiene no poseer el don de la ubicuidad.

-Las mesas de Social Business y La ciudad y la web me parecieron un poco tostón, sobre todo la segunda, al igual que la de televisión.

-El tono de autoayuda que tomaron muchas de las ponencias. Me parece bien querer huir del catastrofismo que en estos tiempos de crisis lo impregna todo, pero estamos en crisis, las cosas no van bien, no es tan sencillo poner en marcha una empresa (bueno, iniciarla sí, pero no vivir de ella ni hacer que dure) y no entiendo por qué tenemos que lanzarnos todos a emprender como locos.

-En el EBE cada año hay más empresas y menos personas. Entiendo que ofrece oportunidades de negocio, y la ocasión de conocer a profesionales, pero alguien como yo, que está cansada de bregar todos los días con empresas y de trabajar en internet, prefiere que este tipo de encuentros se queden para las personas, porque las empresas tienen doscientos saraos para ellas a lo largo del año.

-El Evento es cada vez mayor (más gente, más actividades) y cada vez más indefinido. Hace tiempo que dejó de ser un encuentro de blogs, e incluso uno sobre web social. Probablemente a alguien que está pensando en hacerse un blog o que acabe de empezarlo no se le ocurrirá ir al EBE (o quizás sí), pero si lo hiciera no sé si aprendería algo (ya sé que no es un curso de formación, pero desde el principio tiene un importante componente formativo), y tampoco sé si es el foro idóneo para los usuarios avanzados. Pero claro, esta opinión se basa exclusivamente en el programa oficial del Evento Blog, no en la interacción social que cualquiera puede hacer en pasillos o cualquier otra dependencia del hotel y, por supuesto, en las fiestas posteriores. En cualquier caso, me gusta que el programa sea cada año mayor y más variado, así que quizás debería poner este punto entre lo que me ha gustado y lo que no.

Por qué no quería ir al EBE 2010

Esto iba a ser una introducción a este texto sobre el Evento Blog en sí, pero como se me ha ido de las manos, mejor lo pongo en otro post porque nada tiene que ver con el EBE. De todas formas, me apetecía contar por qué no quería ir este año, más que nada para desahogarme, que es una de las muchas razones para tener un blog.

Que no quisiera ir este año al Evento Blog no tiene que ver ni con su programación, ni con mi experiencia en pasadas ediciones (hasta ahora sólo me he perdido el primero). El motivo es de índole estrictamente personal. A mi abuelo lo ingresaron por primera vez durante el EBE de hace dos años (de hecho, nos perdimos buena parte del programa porque fuimos a verlo a Córdoba). Tardaría aún tres meses en fallecer, pero esa fue la primera vez que tuve la certeza de que no le quedaba mucho.

Durante el EBE del año pasado recibí una llamada que me cambió la vida, por muy rimbombante que suene. Mi padre había conseguido al fin acorralar a la presunta oncóloga que (mal)trataba a mi madre para que le dijera cómo estaba realmente. “Tiene los días contados”, fue la expresión de mi padre. La individua le dijo que unos meses, pero en realidad sólo le quedaban dos semanas. Pero ninguno lo sabíamos. Mi padre me prohibió que fuera a Córdoba a verla, porque se iba a asustar si me veía aparecer por allí sin estar planeado. Los dos me prohibieron muchas veces durante todo ese tiempo que fuese a verla. Lo consiguieron en ocasiones. Aún me maldigo porque lo consiguiesen aquella vez. Sigo sin entender por qué no querían que estuviese allí. Mi padre le echa la culpa a mi madre. A ella ya no puedo preguntárselo, aunque, conociéndola, imagino que no quería que sus hijos la viéramos así (con mi hermano los vetos eran incluso más estrictos). El caso es que me quedé en Sevilla. Ante la perspectiva de verme encerrada en casa, encerrada en mí misma y llorando, Contradictorio me obligó a ir al EBE. Creo que no hace falta explicar las nulas ganas que tenía de estar allí. Ni allí ni en ningún lado, en realidad.

Obviamente, el Evento Blog no tiene nada que ver con todo esto, pero la puñetera casualidad de que, en dos años consecutivos, coincidiera su celebración con desgracias personales hizo que, hace bastantes meses, tomase la decisión de no volver a ir.

Pero, claro, lo que una quiere y lo que finalmente acaba haciendo no siempre tienen mucho que ver (la realidad y el deseo, que decía Cernuda) y mi jefe, que nada sabe de todo lo que cuento más arriba (porque no tiene por qué saberlo), decidió que yo sí iría este año al EBE, y encima trabajando. Este es el resultado. Todo lo que veis, salvo los vídeos, que son de mi compañera Ainhoa Ulla, es obra mía.

Como sabrá cualquiera, sobre todo si es periodista o ha ejercido como tal, el matiz ir trabajando suele empeorar cualquier experiencia (aun así, ha habido unas cuantas cosas que me han gustado bastante de este EBE, que cuento en este otro texto), porque te obliga a ir a todo (o ir de sala en sala para pillar un poquito de cada ponencia si, como en esta ocasión, la cosa se solapaba), te apetezca y/o interese o no. Además, si unimos a ese ir siempre corriendo mis ya legendarias taras sociales (a mí no me sale lo de ir a presentarme a nadie sólo porque nos seguimos en Twitter), terminas con un balance social nulo, o casi (me encantó saludar a Deniman, aunque fuese tan brevemente). Y encima este año ni siquiera estaban Drea y Gargon.

Unos presumen al terminar el EBE de los followers y followeados ganados y de los contactos dervirtualizados (mira que me gusta poco esa palabra) y yo me conformo con añadir a alguno que otro que ha dicho cosas interesantes y de no haber perdido a ninguno por el camino. Es lo que tiene no aspirar a ser una gurú, que te conformas con poco.

Un EBE agridulce

Admito que mi estado de ánimo no era el más idóneo para ir a este tipo de saraos, y que el hecho de que me cueste tanto hablar con extraños es culpa mía, y no de la organización, pero el caso es que este EBE me ha dejado un sabor agridulce.

Foto de familia del EBE 09

Foto de familia del EBE, en la que este año no salimos.

Este era nuestro tercer Evento Blog, y como en los anteriores llegamos con la intención de escuchar, ver, aprender y conocer cosas, gente y blogs sobre los que nada sabíamos y otros sobre los que nos gustaría saber más. Pero no ha habido demasiada novedad. Ya ocurrió el año pasado, y este año no ha hecho sino hacerse aún más evidente. Apenas hay blogs en el Evento Blog (todo es Twitter, Facebook, Tuenti y demás) y apenas hay personas, porque la gran parte de las charlas/ponencias/mesas redondas/presentaciones se dirigen a empresas, empresarios y emprendedores, y no a personas de carne y hueso, a gente que nada sabe (ni quiere saber) de SEOs, networking, community managers, netmarketing y palabros por el estilo, que no aspiran a convertirse en gurús y que sólo quieren un blog apañadito en el que contar sus cosas, lo mejor que pueden o saben hacerlo. Quizás sería buena idea impartir talleres de iniciación, o perfeccionamiento, o lo que sea, por si alguien se acerca en busca de iluminación. (Berta, una de las estrellas involuntarias de este EBE, ya llegó sabiendo, por suerte para ella).

No se habla de blogs, ni de autores de blogs, y cuando se hace es para repetir obviedades y vaguedades con un ánimo tan soporífero que dormía hasta a los sentados a la mesa redonda que se suponía debía analizar El estado de la blogosfera.

No sé si es o no culpa de la organización, que no eligió bien a algunos de los ponentes o que no les guió, o si es simplemente fallo de los presuntos expertos, pero este año ha habido poca chicha en el EBE (Maikelnai o Mi mesa cojea son algunos de los que insisten en que lo mejor está fuera, en las cafeterías y sobre todo en los bares, pero como decía más arriba, soy incapaz de acercarme a un extraño para incordiarle, a lo que se une mi escasa predisposición al jolgorio nocturno y que algunos de los que sí quería conocer no han venido).

Desde la supuesta conferencia inaugural, que fue en realidad una tediosa presentación publicitaria de Tuenti (al menos aprendí que no significa veinte, sino tu entidad; no sé qué es peor, la verdad), hasta la homilía con que Gumersindo Lafuente (padre del difunto Soitu) cerró el EBE (si va a leer, al menos que aprenda a hacerlo; además, ni creo que el EBE sea el foro adecuado para lanzar una arenga en favor del periodismo independiente e insuflar energía y vocación a periodistas y aspirantes ni estoy de acuerdo con su discurso demagógico y totalmente alejado de la realidad en la que la mayoría ejercemos), la programación, al menos a la que asistí, porque me perdí algunas cosas, me pareció bastante aburrida.

En esa percepción sin duda influyó el hecho de que el wi-fi apenas funcionase. Sólo conseguí conectarme una vez, y tan a pedales que guardé el portátil en la mochila y apenas lo volví a sacar. Con un wi-fi decente (Jazztel lo hizo bien el año pasado, pero este no) habrían sido más soportables las sesiones de las que hablaba más arriba y otras como la de los nativos digitales (que me llamasen inmigrante digitalaka: vieja- por haber nacido antes de 1980 me tocó profundamente la moral), la web en tiempo real o la de Paloma Llaneza sobre el apocalipsis el peligro de ceder nuestros datos sin ton ni son).

Sí me gustó la presentación, charla o como queramos llamarlo de David Karp sobre Tumblr (herramienta cuya existencia ignoraba hasta el momento algún aspirante a gurú al que no le da ningún apuro besar cuantos culos sea necesario hablar con desconocidos ni perseguirlos acompañarlos en las sesiones nocturnas), porque explicó qué es, para qué sirve y cómo funciona con esa facilidad que tienen los verdaderos gurús para venderte algo sin que te enteres de que te lo están vendiendo. Que conste que es un elogio, y no una crítica.

También se ha comentado mucho este año la escasez de la bolsa de regalos y, sobre todo, que no hubiese en ella ningún regalo de Microsoft (aún me acuerdo cuando hace dos años los obsequiados se afanaban en quitarle el logo bordado que llevaba la mochila y cómo hace uno se negaron a dar sus datos a la compañía a cambio de un ratón monísimo; «mis datos valen más que un ratón», decía alguno). Los regalos siempre se agradecen pero, en primer lugar, no creo que el objetivo de ir al EBE sea trincar y, en segundo, prefiero que lo patrocinen para que no nos cueste nada ir a que nos den cosas por las que sí estemos pagando.

No sé si el año que viene iré (ahora diría que no, pero al final probablemente vaya), pero desde luego no lo haré con la misma ilusión ni las mismas ganas.

Lo mejor del EBE
Como siempre, la compañía fue lo mejor del EBE.

Pese a tanta negatividad, no todo en el EBE ha sido malo. De hecho, hay mucha gente que lo pasó muy bien, y por eso, en mi nombre y en el suyo, quiero agradecer a los tres organizadores (José Luis Antúnez, Luis Rull y Benito Castro) el curro que se han pegado un año más. También quiero agradecer a las dos azafatas del stand de Sony que durante tres días estrujaron a fondo su Nespresso para darnos café y a Turrones y dulces, que trajeron al EBE el que probablemente sea el dulce definitivo: mazapán relleno de chocolate.

EBE 08 – Día 1: FAIL!

[Que conste que el Fail es totalmente nuestro y no tiene nada que ver con el Evento Blog itself, así que si alguien ha llegado aquí buscando una rajada contra el EBE, siento decepcionarle]

Como todos los días desastrosos, este comenzó temprano (además hacía frío, pero es lo que tiene noviembre, que suele hacer frío, incluso en Sevilla e incluso en estos tiempos de cambio climático, calentamiento global y demás). Por motivos ajenos a nuestra voluntad y que, curiosamente, nada tenían que ver con los que mencioné ayer y que a punto han estado de frustrar nuestra asistencia este año al Evento Blog, aunque también estaba relacionado con la salud de un miembro de mi familia (uno muy querido del que hablaré algún día tan largo y tendido como merece, que es mucho), emprendimos un viaje relámpago a la tierra de mis ancestros (que queda más poético que decir simplemente Córdoba).

La idea era irnos por la mañana y regresar después de comer para intentar asistir a alguno de los actos programados para la primera jornada del EBE. Pero, como se puede intuir por el título de este texto, la cosa no fue tan fácil. Salimos después de comer, sí, pero mucho después, en parte porque perdimos la noción del tiempo y en parte porque en realidad no me apetecía volver.

Pero volvimos y, por supuesto, tardamos una eternidad porque encontramos un bonito atasco en la entrada a Sevilla (que fuese viernes por la tarde no es una excusa, porque allí siempre hay lío). Pese a los atascos y a los tontos (dícese de esos individuos e individuas, que también las hay, que se ponen al volante a pesar de su miedo al acelerador y a los intermitentes, dos elementos que contribuyen a hacer la circulación más fluida y segura), llegamos a casa, hechos polvo por un día tan largo y con muy pocas ganas, la verdad, de coger los bártulos y plantarnos en el EBE.

Unos cuantos «¿tú qué quieres hacer?» y «a mí me da igual, como quieras tú» después, metí mi pequeño ordenador en su bolsita (regalo de mi cónyuge) y ésta a su vez en mi macrobolso (el que uso en realidad todos los días para ir a trabajar). Casi literalmente a la vuelta de la esquina (no habíamos salido aún del pueblo, y Gelves no es precisamente Manhattan), mi marido decidió cambiar de opinión. Ya no le apetecía ir al EBE. Y volvimos a casa. Con el pijama, las zapatillas y la bata puestas, y cuando ya llevaba un ratito en el sofá tonteando con el ordenador, se me queda mirando y me pregunta: «¿Tú te enfadas si te digo ahora que quiero ir?». Y aquí viene una pausa dramática en la que la aludida, yo, pensó detenidamente la respuesta, y tras descartar las diez o quince primeras que se me pasaron por la cabeza, todas ellas ofensivas, terminé diciendo: «No».

Y me volví a vestir, volví a meter el ordenador en su funda y ésta de nuevo en el bolso y me volví a subir al coche. Al doblar la primera esquina contuve la respiración, por si era otra salida en falso, pero no, no dijo nada. Y a las 22.00 llegamos al EBE, cuyo programa anunciaba para las 21.00 un sarao titulado Conexión EBE con, entre otras cosas, sorteos (creo que eso fue lo que llevó a mi marido a ponerse de nuevo los pantalones, la posibilidad de volver a triunfar). Pero allí, aparte de algunos miembros de la organización, un par de ejemplares de homo pululansis y alguien a quien no me apeteció saludar (y a quien no saludé), allí no había nadie.

Mientras en mi interior germinaba algo a medio camino entre la desolación y la ira, él preguntó a alguien de la organización dónde estaba el sarao. Habría sarao, pero más tarde, nos dijo, así que pensamos que lo mejor era cenar algo. El puesto de refrigerios que el hotel había habilitado para nutrir a los hambrientos asistentes al EBE quedó rápidamente descartado cuando comprobamos el precio de los bocatas a la venta: 15 eurazos la pieza. «Pero incluyen bebida», nos dijo el camarero. Y yo pensé que por ese precio deberían incluir algo más, como un masaje o servicios sexuales (sí, mi mente funciona de una forma extraña).

Y nos volvimos a meter en el coche en busca de avituallamiento, rumbo al Opencor de la Ronda de Capuchinos. Primer error. No había sandwiches ni nada para comer que no necesitase una elaboración a la que no estábamos dispuestos, así que nos fuimos hacia el Burger King que hay justo al lado. Segundo error. Allí había una cola kilométrica que, teniendo en cuenta que dicho establecimiento de comida rápida nunca se ha caracterizado por su rapidez, podía tenernos esperando hasta que nuestro hijo no nato, ni concebido, se hubiese emancipado.

La desolación y la ira, a las que se añadió en ese momento el hambre, seguían creciendo, y sin mucha fe ni apenas esperanza cruzamos la calle y entramos en el bar de enfrente, en busca de cualquier cosa que echarnos a la boca. Tras un semifail (queríamos un montadito de lo único que no había, carne mechada), pudimos cenar: montaditos de pollo y tortilla de patatas enriquecida con taquitos de jamón. Todo riquísimo y todo (bebidas incluidas) por 10,80 euros.

Y otra vez al coche y otra vez al EBE. Había más gente y sobre el escenario algo de actividad (que incluía al tipo al que no quise saludar, que casualmente -y juro que fue una casualidad- subió a hablar justo cuando fui al baño. Y allí nos plantamos. Vimos varios vídeos, asistimos a la emisión de un podcast de Kafelog y a los sorteos, en los que, por supuesto, no nos tocó nada. Entre una cosa y la otra llegamos a casa a las dos de la mañana. Puede que eso explique por qué tenemos tantísimo sueño.

‘Road to the EBE’

Aunque aún no sabemos si vamos o no a poder ir todos los días a todas las actividades (imponderables familiares ajenos a nuestra voluntad y a nuestros deseos), confiamos en aparecer por el Evento Blog 08 todo lo que podamos, y por ello nos hemos preparado con la adquisición de este ordenador tan cuco desde el que escribo esto:

No es mi primer ordenador, pero sí el primero nuevo (los anteriores eran de segunda mano) y el primero que me compro (uno de sus predecesores fue un regalo y el otro un saldo del periódico en el que trabajaba antes), así que estoy encantada con mi nuevo juguetito (aquí hay alguna foto más), que podrá acompañarme en mis viajes (a NY, a casa de mis padres, a mi sofá) y que me permitirá dar rienda suelta a mi espíritu libertario y huir de algunas de las normas de conducta (dicho sea con todo el cariño) que mi cónyuge impone a todo aquel que se acerca a sus aparatos (sobre todo a los electrónicos).

[Nótese que aún tiene puestas todas sus pegatinas, algo que pondría de los nervios a Berto]

Junto a mi pequeño y nuevo amigo, que vendrá conmigo al EBE, tengo también preparado el atuendo con el que acudiré a dicha cita, por si algún lector (habitual u ocasional) quiere buscarme allí. Al EBE del año pasado llevé mi camiseta de El gran héroe americano y algunas de mi colección de Star Wars (tampoco tengo muchas, pero obviamente no me las puse todas). Este año aprovecharé la ocasión para estrenar dos prendas adquiridas en NY: una camiseta de los bomberos neoyorquinos y esta otra que define a la perfección mi actitud ante la vida.

El EBE08 arranca motores

Tras la estupenda experiencia del año pasado, el Evento Blog ha puesto en marcha una nueva edición, la tercera, que reunirá en Sevilla en noviembre a centenares de blogueros de toda España (y también de fuera) para debatir y compartir conocimientos y experiencias durante unos días. La cita vuelve a ser en el Hotel Renacimiento, en la isla de La Cartuja, y aquellos interesados pueden ya formalizar su preinscripción para el encuentro.

Con lo bien que nos lo pasamos el año pasado, Blackberry incluida, no vamos a perdérnoslo éste. Desde aquí os animamos a que tampoco os lo perdáis vosotros.

Yo voy a Evento Blog España

Trabajar en paz

En el Evento Blog a Hernán Casciari le preguntaron si no tenía problemas con la dirección de El País (en cuya web alberga el blog de televisión Espoiler) por incluir enlaces de descargas de series en sus textos. No recuerdo su respuesta exacta, pero era algo así como que en el periódico, aparte del encargado de pagarle cada mes, nadie le echaba cuentas, nadie se preocupaba por él ni por lo que hacía. Y no sabe cómo le envidio.

A pesar de que trabajo en un periódico, escribo poco. Mi trabajo es más edición que redacción, pero siempre que puedo escribo alguna cosita. Una de ellas es reseñar cada semana las novedades cinematográficas que llegan a las salas, una información inocua e insignificante que probablemente nadie lea y que en ningún caso debería importar a ninguno de los supuestos jefes de mi periódico.

Contra todo pronóstico, esta tontería me ha traído en las últimas semanas algunos quebraderos de cabeza, desde un rapapolvos por hablar de John Rambo, porque «no deberíamos promocionar películas tan violentas porque no son esos los valores que hay que fomentar desde nuestro periódico» (el comentario vino del mismo individuo que, cuando yo trabajaba en otro diario, perteneciente al mismo grupo, me llamaba cada dos por tres para decirme cómo tenía que hacer mi trabajo -como criticarme por escribir una crónica sobre los Oscar, cuando «había teletipos de agencias que se podían copiar»-, sin ser en ningún caso mi superior). Curiosamente nadie comentó nada cuando una o dos semanas después hablé largo y tendido de No es país para viejos, un filme impregnado de principio a fin de violencia, y no precisamente recreativa, lúdica y de mentira como la de Rambo.

La última de estas injerencias tuvo lugar la semana pasada. Vino de otro tipo pero su discurso tenía la misma profundidad intelectual que el de su compañero. Se estrenaban Pozos de ambición, Sweeney Todd y unas cuantas más, y porque destaqué estas dos, abriendo con la de Paul Thomas Anderson, el tipo me acusó de «engrasar la maquinaria de Hollywood». Tal cual.

El individuo, que tampoco es mi jefe, pretendía que abriese con la última película de Alain Resnais, Asuntos privados en lugares públicos, y planteó su exigencia con el imbatible argumento de que al crítico del periódico (al malo, no al bueno de los dos que hay) le había gustado mucho.

Cuando intenté convencerle de que si trabajas en un medio generalista no te puedes volver loco con una película que van a ir a ver seis e ignorar las que tienen tirón popular (no creo que hablar de Pozos de ambición y Sweeney Todd sea venderse a Hollywood o atentar contra el sentido común), el tipo enloqueció. Que si eso no le importaba, que si nuestro deber es apoyar las manifestaciones culturales de calidad, no importa si la gente va a verlas o no (es decir, hablo de lo que a mí me gusta y a lo demás, que le den), que si tenemos un compromiso moral con nuestros lectores, que si bla, bla, bla.

Y yo allí, conteniéndome para no decirle lo que de verdad pienso de su sección, de su concepto de la calidad y de qué lectores son esos con los que está comprometido, porque por más vueltas que le doy no veo que su trabajo refleje, ni de lejos, la vida cultural de la ciudad en la que vive y trabaja.

Después de gritarme durante un buen rato, el tipo al fin se fue, protestando porque había tenido que rehacer mi texto para meter la película de Resnais. Cuando se marchó, miré cómo había quedado mi página y los cambios que había hecho para cumplir con ese compromiso con sus lectores. Pero Pozos de ambición y Sweeney Todd seguían abriendo, y todo estaba tal como yo lo dejé, aunque sí que había metido el filme de Resnais. Le había dedicado exactamente seis líneas. Y una de ellas la ocupaba el título.