«It has always been the prerogative of children and half-wits to point out that the emperor has no clothes.
But the half-wit remains a half-wit, and the emperor remains an emperor».
Dream – The Sandman, Vol. 9:
The Kindly Ones (Neil Gaiman)
«It has always been the prerogative of children and half-wits to point out that the emperor has no clothes.
But the half-wit remains a half-wit, and the emperor remains an emperor».
Dream – The Sandman, Vol. 9:
The Kindly Ones (Neil Gaiman)
“We don’t have a clue what’s really going down, we just kid ourselves that we’re in control of our lives while a paper’s thickness away things that would drive us mad if we thought about them for too long play with us, and move us around from room to room, and put us away at night when they’re tired, or bored.»
Rose Walker – The Sandman, Vol. 2:
The Doll’s House (Neil Gaiman, 1990)
Cuantas más ganas tengo de algo, más probable es que me decepcione. La lista de películas que esperaba con ansia y que me defraudaron es larga, e incluye adaptaciones literarias (El Señor de los Anillos I, que se arregló con la versión extendida y definitivamente con la II y la III; el Hobbit ni la menciono), secuelas (El diario de Bridget Jones 2), precuelas (el Episodio I de Star Wars, que terminó siendo… La amenaza fantasma) y buena parte de la filmografía de Harrison Ford, por no entrar en demasiado detalle.
Es muy difícil controlar las expectativas que uno tiene sobre algo, y es aún más difícil hacerlo cuando el hype ajeno te bombardea por doquier. Por alguna que otra mala experiencia (Los Soprano y Mad Men, que he intentado ver en dos ocasiones y no he pasado del tercer episodio en ninguno de los cuatro intentos) sé que no debo fiarme demasiado de la masa, aunque esa misma masa acierte en ocasiones (True Detective, que es una maravilla, o Sherlock, que empecé a ver como un año después de la segunda temporada porque no me fiaba del aplauso unánime y… bueno, es Sherlock; algún día terminaré el texto que tengo por ahí empantanado).
Pero a veces no puedes evitarlo y te crees lo que dicen los demás. Me pasó con Los Vengadores, a la que además tenía muchas ganas. Durante días leí a muchos hablando sobre lo magnífica, apabullante, perfecta y ponga-aquí-lo-que-quiera que era. Cuando al fin pude ir a verla, esperaba que fuera todo eso que decía la gente. Y no. Era muy buena, pero no tanto. Me entretuvo, pero no emocionó, y eso me dio rabia (mi impresión, curiosamente, mejoró mucho cuando la volví a ver en casa; entonces sí percibí, entre otras cosas, esa sensación de peligro (*) que no noté en el cine).
Con Guardianes de la Galaxia me ha pasado algo similar. Lo curioso es que ésta ni tenía ganas de verla, pero digamos que el marketing funcionó. Y las críticas unánimes, los comentarios en Twitter, los «es más grande que la vida»… En definitiva, que cuando fui a verla esperaba algo mucho mejor de lo que me encontré. Igual cuando la vea de nuevo dentro de un tiempo en casa me gusta más, pero tras el primer visionado me pareció muy normalita.
No es fácil introducir a personajes de los que poco sabe el espectador medio, y por eso habría preferido un primer acto un poco más largo, más pausado (si van a inspirarse en Indiana Jones, también podrían haber recordado que nunca encuentra el objeto de turno al principio de la película, por ejemplo), con una presentación apropiada de los personajes, con una historia un poco menos confusa, unos malos que aportasen algo (todo el bando enemigo es un parche desaprovechado)… En definitiva, que me importase lo que me estaban contando y lo que le pasase a la gente que sale en ella. Salvo las dos secuencias del principio (el niño y los créditos) y la del final (por si acaso, no contaré cuál; los que la habéis visto sabéis de qué hablo) y algún que otro chiste, la verdad es que la película no me interesó demasiado.
Como digo, quizás cuando la vuelva a ver me gusta más. Lo que sí tengo claro es que no es mejor que Los Vengadores.
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(*) Aunque uno tenga la certeza de que los buenos van a ganar, debe pensar, sentir que pueden perder. Si no, ¿qué sentido tiene?
No soy una lectora de cómics, nunca lo he sido. Mi principal problema con los cómics, como ya he escrito en alguna ocasión, es el formato, porque se me acaban demasiado rápido. Sin embargo, sí me gustan muchas de las historias que han salido de las páginas de los cómics y me han gustado muchas de las películas que se han hecho con ellas, especialmente las de superhéroes. No todas, claro, que basura hay en todas partes.
De entre las muchísimas películas sobre superhéroes que hay ahí fuera, guardo especial cariño por dos series: la de Los Vengadores (que empieza en Iron Man y termina ya veremos cuándo) y, sobre todo, la de los X-Men. Como no soy lectora de cómics, espero que me perdonéis que diga X-Men y no La Patrulla X. Los mutantes que conozco los conocí en la pantalla grande. Y lo que sé de ellos es lo que he visto en las hasta ahora siete películas que sobre ellos se han hecho, así que espero que también me perdonéis que mis comentarios se ciñan a ellas y no a las decenas de series de cómics que se han publicado hasta ahora.
Cuando hablamos de series, o franquicias, las historias que más me suelen gustar son las iniciales, las que presentan al personaje y, en su caso, su camino hacia aquello en lo que está destinado a convertirse, ese momento de bildungsroman que hay en toda historia sobre héroes (y también villanos, porque sin un buen villano no hay héroe que valga) antes de que se desate el apocalipsis de turno. En la serie de Los Vengadores hay varios de esos relatos (los de Iron Man, Thor o el Capitán América), que confluyen después en la película que los reúne a todos.
En la serie cinematográfica de X-Men el patrón es algo diferente. Para conocer los orígenes de Logan y saber cómo se convierte en Lobezno tuvimos que esperar hasta Origins: Wolverine (de largo, el filme más flojo de toda la serie), y hasta First Class para saber cómo Charles Xavier y Erik Lensherr terminan siendo el Profesor X y Magneto y el nacimiento de esa amistad (ya rota) de la que ya llevábamos una década escuchándoles hablar en la pantalla.
Seguir leyendo «‘X-Men’: Xavier, Magneto y ‘Days of Future Past’»
Aunque hace ya unos días que la vi, me han tenido ocupada otros menesteres que han aplazado hasta ahora el comentario de El caballero oscuro (sí, también yo creo que The Dark Knight suena mucho mejor). En estos días se ha hablado mucho de la película, en términos generalmente elogiosos (con excepciones, como ya comenté) y hasta superlativos. No es, como dicen muchos, la mejor película de la Historia o una de las mejores (o al menos aún no; eso sólo se podrá saber dentro de unos años), pero sí es una gran película, muy superior al resto de las adaptaciones de cómics que pululan por las pantallas desde hace unos años (y también a muchas otras de otros géneros). Seguir leyendo «El caballero blanco»
Nunca me han gustado los cómics, y no es por ninguna de las absurdas razones que esgrimen los culturetas pedantes (cosas como que son demasiado fantásticos, superficiales o infantiles…), sino por la sencilla razón de que se acaban muy pronto, y si lees tan rápido como yo, apenas te duran un suspiro (yo no soy de esos que paladean cada ilustración, cada trazo, cada sombra: voy al grano).
Mi problema con los cómics es básicamente una cuestión de formato. Me gustan sus historias, y suelo ver sus adaptaciones a la pantalla (no todas, porque no hace falta ser un experto para detectar que algunas, sencillamente, apestan). Mi profundo desconocimiento del mundo de la viñeta me permite acercarme a ellas sin los prejuicios con que lo hacen los fans de los tebeos, y también que me quedase a cuadros cuando supe que Robert Downey Jr. iba a interpretar a un superhéroe.
La perplejidad se disipó cuando supe quién era Tony Stark, o Iron Man, pero durante un tiempo no entendí cómo este hombre empeñado en tirar su carrera a la basura una y otra vez, que tras cada resurrección volvía a sumirse en su pozo de excesos y adicciones, el paradigma del actor crápula y vividor (y encantador, por otra parte), podía sumarse al universo de los superhéroes como uno más de tantos individuos ejemplares. Luego me enteré de cómo era Tony Stark y entendí que el papel le venía que ni pintado.
Mi futuro marido lleva meses diciendo que Iron Man podía ser el tapado del año, y los resultados tanto en taquilla como en la pantalla así podrían confirmarlo, porque la película, una producción modesta, no tanto en su presupuesto como en sus pretensiones, funciona. Promete un par de horas de digno entretenimiento, y eso es lo que ofrece. Gwyneth Paltrow, Jeff Bridges o Terrence Howard secundan con acierto a la gran estrella de la película, un Downey Jr. al que hacía tiempo que no se le veía tan a gusto y eso la cinta, firmada por el también actor Jon Favreau (que aparece en la pantalla como el guardaespaldas del magnate), lo agradece. Contra la solemnidad de otros filmes del género, Iron Man promete una ligereza (que no se entienda como algo peyorativo) plagada de chistes, gags y bromas que, sumados a todo lo anterior, hacen de ella una forma más que interesante de pasar una buena tarde en el cine.
A la vista de la excelente recaudación, sus promotores (Marvel, que se ha lanzado al fin a la producción y financiación de las adaptaciones de sus criaturas a la gran pantalla) prometen que habrá más. Aunque puede que no sea tan interesante como ésta (en el mundo de los superhéroes casi siempre prefiero las primeras entregas porque es en ellas donde nace el personaje), espero que Downey Jr. se mantenga sereno el tiempo suficiente para repetir el papel con el que podría, espero que esta vez sí, recuperar al fin su carrera, entre otras cosas para poder interpretar al mismísimo Hugh Hefner -al que encarna Stan Lee en Iron Man-, porque el señor Playboy le ha escogido para protagonizar un filme sobre él, aunque no sé si ha sido por sus virtudes ante la cámara o por sus andanzas detrás de ella.