«La lección más importante que debemos aprender es que la ciencia no es algo especial; por lo menos, ya no. Tal vez lo fuera cuando Einstein hablaba con Niels Bohr y no existían más que unos pocos especialistas importantes en cada campo. Ahora, en cambio, Estados Unidos cuenta con tres millones de investigadores. La ciencia ya no es una vocación, es una profesión, una actividad humana igual de corruptible que cualquier otra. Los que la ejercen no son santos, son seres humanos, y hacen lo mismo que el resto de seres humanos: mentir, engañar, robarse unos a otros, entablar demandas, ocultar datos, falsificarlos, darse una importancia exagerada y desacreditar injustamente a los que sostienen un punto de vista opuesto. Así es la naturaleza humana, y nunca cambiará.»
Profesor Kevin McKeown – Next (Michael Crichton, 2006)
Hay gente que no debería tener hijos. Ni derecho al voto. Ni conexión a internet. Por ese orden.
Tener hijos, criarlos y educarlos es algo demasiado serio como para que cualquiera pueda hacerlo por el mero hecho de ser biológicamente capaz de engendrarlos. Hace falta un carné de padre. Porque luego pasan cosas como esto:
«I’m really concerned about dinosaurs, and I think something needs to be done. The science behind them is pretty flimsy, and I for one do not want my children being taught lies. Did you know that nobody had even heard of dinosaurs before the 1800s, when they were invented by curio-hungry Victorians?
Charles Darwin’s later theory of evolution entirely disproved dinosaurs, yet the dinosaur lie was twisted and adapted to try to make it fit. Any proper look at the facts will reveal that dinosaurs simply never existed.
Aside from the educational aspect, dinosaurs are a very bad example for children.
[…]
Nothing about dinosaurs is suitable for children, from their total lack of family values through to their non-existence from any serious scientific point of view.
[…]
Please, do what you can to get dinosaurs taken off the curriculum.»
Es sólo un extracto de un mensaje publicado en un foro del sitio para padres Mumsnet, firmado por un usuario llamado CADministry (Christians Against Dinosaurs Ministry, Ministerio de Cristianos contra los Dinosaurios) y titulado I’m getting sick and tired of dinosaurs being forced on our children.
El usuario en cuestión asegura, entre otras estupideces, que los dinosaurios nunca han existido, que son un invento de los victorianos y que hasta Darwin descartaba que hubieran existido nunca. Además, dice indignado este individuo (o individua), son un mal ejemplo para los niños y no son apropiados para ellos, «desde su total falta de valores familiares hasta su no-existencia desde ningún punto de vista científico».
En el mensaje completo explica además que un niño del colegio de sus hijos (que claramente había estado «expuesto a los dinosaurios», dice) la lió en clase imitando a un dinosaurio y pegó y mordió a otros niños. Añade que su hermana le regaló a sus niños dinosaurios de juguete. Su reacción fue echarla de casa, quemar los muñecos y apartar a su hermana de su vida y la de su familia. Una reacción totalmente proporcionada a la gravedad de la ofensa, sin duda.
Como explica Jordan Valinsky en Mic.com, que es donde he visto todo este disparate, la tontería de Cristianos contra los Dinosaurios no se limita a este perturbador (y perturbado) mensaje. Hay un grupo en Facebook con más de 13.000 miembros (es privado y no puedo cotillear demasiado) y un canal de YouTube, en el que desmontan mitos como los fósiles de dinosaurios y enseñan a fabricar tu propio fósil.
No sé de dónde es esta gente, pero imagino que de los mismos Locos Estados Unidos (para los no familiarizados con la geopolítica, es ese sitio terrorífico del que proceden todos esos individuos que nos hacen exclamar «¡estos americanos están locos!» y que coexiste en el espacio-tiempo con los Estados Unidos reales, habitados por gente normal, o más o menos normal) de los que salen individuos como los creacionistas. Espero que los antidinosaurios tengan menos éxito que los creacionistas decidiendo qué se enseña a los niños en el colegio. Con lo que ellos les cuentan a sus hijos en casa poco podemos hacer, me temo. ¿Veis como hace falta un carné para ser padre?
Nunca he creído en la objetividad. Por mucho que se intente buscar o que sea deseable aspirar a ella en ciertas áreas, como en el caso del periodismo, no creo que sea posible alcanzarla. Desde el momento en que alguien cuenta algo que ha pasado, lo mismo da que sea con palabras o con imágenes, pone, consciente o inconscientemente, algo de su parte, tanto a la hora de percibirlo como a la hora de compartirlo con otro.
La historia de la ciencia está trufada de pruebas diseñadas para demostrar cómo invariablemente el observador interfiere en lo observado, aunque una de mis favoritas es la del gato de Schrödinger, un experimento mental propuesto en 1937 por Erwin Schrödinger, acertadamente explicada, junto a otras muchas historias científicas interesantes, en el libro Cuerpos negros y gatos cuánticos (que de paso me permito recomendar).
El experimento en cuestión consiste en introducir en una caja opaca a un gato, una cápsula de veneno y una partícula inestable que tiene un 50% de probabilidades de moverse, lo que liberaría el veneno y mataría al gato. La cuestión es que, como es imposible ver desde fuera lo que pasa dentro de la caja (supongo que el gato imaginario es tranquilo y callado, o se le ha drogado previamente, porque si no la viabilidad de la prueba quedaría comprometida), la única forma de saber si el gato está vivo o muerto es abrirla.
A partir de aquí viene una larga y compleja disertación sobre lo que le pasa al gato y que incluye conceptos de la mecánica cuántica que mi limitado conocimiento de la Física me impide explicar apropiadamente, así que, simplificando, en el interior de la caja se produce una superposición de estados que lleva a afirmar que el gato está, a la vez, vivo y muerto. Sólo al abrir la caja se puede comprobar si la cápsula se ha roto, es decir, que la intervención del observador determina si está vivo o no porque le obliga a decantarse por uno de esos estados.
La paradoja del citado felino sirve, además de para ilustrar la imposibilidad de la objetividad, para dar munición a los defensores de los universos paralelos o los muchos mundos (que sostienen que el experimento genera dos universos, uno con un gato vivo y otro con un gato muerto) y también, como acertadamente propone Sheldon en The Big Bang Theory, para comprobar la viabilidad de una relación o de cualquier otra cosa. La única forma de saber si es o no posible es abrir la caja.