Cary Grant, la mirada eterna

[Se cumple un cuarto de siglo del fallecimiento de Cary Grant, una excusa tan buena como cualquier otra para recuperar un perfil que escribí hace ya algún tiempo, con motivo de otro aniversario: el centenario de su nacimiento]

 “Todo el mundo quiere ser Cary Grant. Incluso yo mismo quiero ser Cary Grant”. Con estas palabras se definía ante un periodista el propio intérprete, una figura con mayúsculas más allá de cualquier juicio de valor. Cary Grant fue el icono de una época, la encarnación de una edad de oro que encontró en el inglés la combinación perfecta de elegancia y masculinidad.

Grant creó un personaje que sepultaba las miserias de Archibald Leach, un joven nacido en Bristol que a los 9 años se vio privado de su madre, ingresada en un psiquiátrico, y que a los 14 falsificó la firma de su padre para enrolarse en una compañía de actores ambulantes. En los pequeños teatros ingleses comenzó a mostrar una capacidad innata para la comedia que le valió un billete de ida para dar el salto a Estados Unidos. El joven actor se unió a la nómina de europeos que abandonaron sus hogares en busca de una oportunidad y que contribuyeron decisivamente a forjar la mejor etapa de la historia del cine.

Tras pequeños papeles cómicos, en 1938 saltaría al estrellato de la mano de Howard Hawks. La fiera de mi niña descubrió al gran público la envergadura interpretativa de Grant, que formó con Katharine Hepburn una pareja inolvidable que explotaría más tarde George Cukor en títulos como Vivir para gozar y, sobre todo, Historias de Filadelfia, una de las cumbres de la comedia, con un trío irrepetible: Grant, Hepburn y James Stewart. Cukor y Hawks (quien incluso se atrevió a travestirlo en La novia era él) demandarían asiduamente sus servicios y con Frank Capra volvería a superarse en otra comedia magistral, Arsénico por compasión.

Pero otro genio británico, Alfred Hitchcock, ampliaría sus horizontes interpretativos. Hitchcock le emparejó con actrices de fuste como Joan Fontaine (Sospecha), la gélida Ingrid Bergman (Encadenados) o la futura princesa de Mónaco, Grace Kelly, que se dejaba seducir por el ya maduro galán en Atrapa a un ladrón. De la colaboración de Hitchcock y Grant surgió una obra maestra, Con la muerte en los talones, un trepidante filme que resume como pocos uno de los leit motiv favoritos de Hitchcock, el falso culpable.

Grant se retiró de la pantalla en 1966 con Apartamento para tres y la Academia le concedió en 1970 su único Oscar, uno honorífico. En 1986, hace hoy 25 años, murió Archibald Leach, con su trágica infancia y sus cinco esposas a sus espaldas, dejándonos al inmortal Cary Grant, que siempre se sintió más querido por las cámaras que por las personas.