Autómata

Parezco un autómata cuando me pongo a escribir en este cuaderno. El cuaderno parece rellenar automáticamente sus páginas en blanco. El blanco de las páginas intenta parecer indiferente al hecho de estar siendo manchado por líneas de tinta que cree que son aleatorias. Las líneas pareciera que analizan la tinta que las compone buscando algún tipo de conciencia que las explique. La conciencia querría explicar el porqué de la aparición de esas líneas y de su apariencia de texto coherente. El texto fluye por las páginas presumiendo de una coherencia impostada que parece seguir un plan. El plan parece funcionar más o menos según lo previsto con una precisión que podría hacerme sospechar. La sospecha me lleva a observar de cerca las páginas, las líneas, el texto, la coherencia aparente, la conciencia en la sombra y el cuaderno que lo recoge y lo acoge todo. El todo me dirige a una conclusión inefable: soy un autómata.

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Un fotograma de la película Hugo, de Martin Scorsese

El sueño de Kafka

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Nighthare the nightmare, por Hababoon.

Abrió los ojos despacio, separando los párpados con el miedo que produce la sensación de que algo falla, de que algo está tan mal que te hará perder la razón. Poco a poco, deslizó la mano izquierda desde su tenso rostro, el cuello y el pecho en un malhadado viaje hacia el vientre. Allí se detuvo y, presa de un pánico creciente, palpó a izquierda y derecha, arriba y abajo, suave y fuertemente; algo no funcionaba al tacto, todo estaba normal y en el lugar donde debería estar. Sorprendido y aterrado, levantó la cabeza levemente, lo suficiente como para tener una panorámica completa de su cuerpo y poder así comprobar si lo que le decían las yemas de los dedos era cierto. Observó su anatomía una y otra vez, esperanzado y temeroso a un tiempo: todo estaba bien, demasiado bien quizá. Tras el enésimo repaso bajó de nuevo la cabeza hasta la plana y amarillenta almohada y sollozó mientras volvía a cerrar los ojos y se los cubría con las manos. Deseó volver a tener aquella pesadilla en la que todo se escapaba de la normalidad, en la que convertirse en algo repulsivo para todos hacía que se sintiera más libre de lo que nunca se había sentido, en la que lo normal no era más que un perverso sueño en el que siempre sintió que no encajaba. Sintió que las manos se le humedecían con las lágrimas y las apartó del rostro. Abrió los ojos y miró de nuevo hacia su cuerpo tumbado, rogando que sus sentidos le hubieran engañado la primera vez. Todo seguía normal.

Libros

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«Los libros son la magia más portátil que existe. Yo suelo escuchar uno en el coche (siempre en versión completa, porque las lecturas de textos abreviados me parecen el colmo), y en general nunca salgo sin un libro. Nunca se sabe cuándo apetecerá tener una válvula de escape: colas kilométricas en los peajes, las salas de embarque de los aeropuertos, las lavanderías automáticas en tardes de lluvia, o lo peor de todo: la consulta del médico cuando se retrasa y tienes que esperar media hora para que te torturen una parte sensible del cuerpo. En ocasiones así me parecen indispensables los libros. Si resulta que tengo que pasar una temporada en el purgatorio antes de que me manden arriba o abajo, preveo que mientras haya biblioteca no me quejaré. (Seguro que si hay una estará llena de novelas de Danielle Steel y libros de cocina; ja ja, va por ti, Steve).

O sea, que leo siempre que puedo, pero tengo un lugar de lectura favorito, y seguro que tú también: un sitio con buena luz y mejor ambiente. El mío es el sillón azul de mi estudio. Tú quizá prefieras el sofá, la mecedora de la cocina o la cama: leer en la cama puede ser paradisíaco, a condición de tener la página bien iluminada y no ser propenso a tirar el café o el coñac en las sábanas».

Stephen King – Mientras escribo (2001)  

La espera de Pedro

Pedro miró cansado hacia el cielo y se preguntó si, al fin, ese sería el día en que aparecería el lobo.

Fin

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Peter und der Wolf, Theatereigene Fassung

‘Next’ – Michael Crichton

NextEs inevitable acercarse a la lectura de este libro con el recuerdo de grandes títulos de Michael Crichton como La amenaza de Andrómeda o Parque Jurásico, pero la verdad es que si lo hacemos así caeremos en un error de bulto: Next es un título decepcionante, aunque con algún matiz. Si lo analizamos como título de ficción narrativa puro se trata de un título endeble, bastante caótico, deslavazado y, a ratos, algo mareante. Esto se debe al excesivo número de personajes con los que es difícil establecer un vinculo empático y cuyas tramas, además, sólo se verán entrecruzadas muy avanzado el texto.

Si, por el contrario, nos centramos en la rigurosidad del contenido, es evidente que Crichton hizo una labor de documentación magnífica, casi académica. Así, el autor nos acerca con buen nivel de detalle y con un lenguaje relativamente accesible a los diversos entresijos del mundo de la genética y sus repercusiones, ya sean aspectos médicos, morales, éticos, legales, religiosos, tecnológicos, científicos o económicos.

El problema viene cuando Crichton trata de trasladar esta documentación al universo ficcional. Podría parecer que su pretensión fue la de crear una suerte de docu-realidad o, incluso, un producto audiovisual en el que las tramas presentadas no fueran más que ejemplificaciones de cada uno de los datos y supuestos obtenidos en su investigación en lugar de construir una novela propiamente dicha. Como ejemplo de esto sirve el hecho de la inclusión cada cierto número de páginas de artículos de prensa o científicos, ambos también de ficción, que habrían de contextualizar la historia pero que pueden llegar a hacer que se pierda el hilo de la narración.

Con todo, Next se lee con relativa facilidad y resulta interesante por el contenido y el tema que lo inspira: es más atrayente lo que cuenta que cómo lo cuenta. También son destacables las dos últimas secciones del libro; en la primera, Michael Crichton analiza certeramente la situación de la industria de la genética y nos pone sobre aviso de sus implicaciones, riesgos y polémicas. En la segunda nos detalla y comenta la extensa bibliografía que usó para documentarse, algo que puede servir a aquellos que tengan interés en este tema.

Mis reseñas en Goodreads

Ciencia

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«La lección más importante que debemos aprender es que la ciencia no es algo especial; por lo menos, ya no. Tal vez lo fuera cuando Einstein hablaba con Niels Bohr y no existían más que unos pocos especialistas importantes en cada campo. Ahora, en cambio, Estados Unidos cuenta con tres millones de investigadores. La ciencia ya no es una vocación, es una profesión, una actividad humana igual de corruptible que cualquier otra. Los que la ejercen no son santos, son seres humanos, y hacen lo mismo que el resto de seres humanos: mentir, engañar, robarse unos a otros, entablar demandas, ocultar datos, falsificarlos, darse una importancia exagerada y desacreditar injustamente a los que sostienen un punto de vista opuesto. Así es la naturaleza humana, y nunca cambiará.»

Profesor Kevin McKeown – Next  (Michael Crichton, 2006)

Mary Wollstonecraft y los derechos de la mujer

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La lucha por los derechos de la mujer, a pesar de lo que algunas personas puedan pensar, no es algo caprichoso ni que comenzara en el siglo XXI, ni tan siquiera en el XX. Muy al contrario, se trata de una lucha que ya lleva siglos en nuestra sociedad y en la que, por desgracia, se progresa con una lentitud exasperante en pos de una justicia social aún demasiado escasa. Por poner sólo un ejemplo, tenemos el destacado caso de la filóloga y escritora Mary Wollstonecraft, que ya en el siglo XVIII logró hacerse un hueco como autora de prestigio en el difícil ambiente del Londres de la Revolución Industrial, que consideraba a los miembros del sexo femenino como meros objetos decorativos. Entre las obras de Wollstonecraft destacamos aquí su Vindicación de los derechos de la mujer, desde la que reclamó, entre otras cosas, el trato de igual a igual con respecto a los hombres a todos los niveles en la sociedad con frases como ésta:

«My own sex, I hope, will excuse me, if I treat them like rational creatures, instead of flattering their fascinating graces, and viewing them as if they were in a state of perpetual childhood, unable to stand alone».

Mary Wollstonecraft, A Vindication of the Rights of Woman

Además de escritora prolífica, activista temprana y filósofa feminista, Mary Wollstonecraft también fue la madre de la conocida Mary Shelley, autora de Frankenstein. Aquí podéis leer y descargar, en inglés, Vindicación de los derechos de la mujer, una lectura imprescindible.