‘La piedra lunar’ – Wilkie Collins (1868)

La piedra lunar / The Moonstone

«La mujer sobre la que se posaron mis ojos se hallaba a cargo de las labores domésticas de mi cabaña. Se llamaba Selina Goby. En lo que se refiere a la elección de la esposa, soy de la misma opinión que el difunto William Cobbett: «Trata de dar con una que mastique bien su alimento y que plante firmemente sus pies en el suelo al caminar y todo irá bien». Selina Goby reunía esas dos condiciones, lo cual fue un motivo para que me casara con ella. Hubo también otro que pesó por igual en mi decisión, pero éste, de mi propia cosecha. Siendo Selina soltera, tenía yo que pagarle cada semana por la comida y los servicios que me prestaba. Siendo mi esposa no podía cobrarme la pensión y tendría que servirme por nada. Ésa fue la manera como encaré yo el asunto. Economía… con una pizca de amor».


«Formamos una pareja que no llegó a ser ni feliz, ni infortunada. Nos hallábamos constituidos, cada cual, por seis porciones de nosotros mismos y media docena de porciones del otro ser. A qué se debía ello, no puedo explicármelo, pero lo cierto es que ambos parecíamos estar siempre, por algún motivo, cruzándonos en nuestros caminos. Cuando yo sentía necesidad de dirigirme escaleras arriba, he aquí que mi esposa descendía por ella, o bien, cuando ella sentía necesidad de bajar, he aquí que yo ascendía. En eso consiste la vida matrimonial, según mi experiencia.

Después de cinco años de malentendidos en torno a la escalera, le plugo a la Providencia, toda sabiduría, venir en nuestro auxilio para llevarse a mi esposa».

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