Astronautas en el espacio que sufren un accidente, Sandra Bullock y George Clooney metidos en trajes espaciales, Alfonso Cuarón tras la cámara, diez nominaciones a los Oscar y unos cuantos premios ya en su haber (entre ellos cuatro Bafta y un Globo de Oro). Gravity es, junto a Doce años de esclavitud y American Hustle, una de las grandes favoritas en los Oscar de este año y, para muchos, la mejor de las tres (y de las otras seis candidatas al premio a la Mejor Película).
Pero no creo que sea para tanto.
Es una buena película, entretenida, y los 90 minutos se pasan volando. Además, es técnicamente impecable, y como experimento audiovisual (porque en mi opinión es más un experimento que otra cosa) es apabullante. Sin embargo, me parece en esencia un fabuloso espectáculo pirotécnico cuyo recuerdo se esfuma en cuanto se apaga el olor a pólvora.
Ya sé que las películas hay que verlas preferentemente en el cine, más aún una cinta como ésta, a ser posible en 3D/IMAX o boca abajo, si es así como el director quiere que la veamos. Puede que ése sea uno de mis problemas con este filme, que no lo vi en el cine en su momento y lo he recuperado ahora en casa. Antes de que nadie se me tire al cuello, debo aclarar que la tercera vez que me advirtieron de que si tenías vértigo o claustrofobia podías pasarlo mal decidí que no la vería en el cine. Tengo ésas y otras taras que no vienen al caso, y no hay necesidad de pasarlo mal si puede evitarse.
Respeto que Cuarón proponga un experimento, una experiencia, para hacer sentir al público lo que siente el personaje de Sandra Bullock, pero quizás debió pensar también en que la vida comercial de una película no se acaba cuando deja de exhibirse en las salas y que es poco lo que ofrece a los espectadores con vértigo, claustrofobia o que simplemente prefieren disfrutar de las películas en el sofá.