’12 años de esclavitud’

Breve sinopsis: Película basada en la historia real de Solomon Northup. un hombre negro libre, culto y músico que en 1850 fue secuestrado y vendido como esclavo.

A la hora de enfrentarse a una historia dura, hay directores que despliegan todos los recursos técnicos a su alcance para intensificar la emoción de lo que cuentan y, al mismo tiempo, provocar en el espectador una reacción a esa historia que están contando. Algunos que escogen este camino se pasan de frenada y en lugar de detenerse en el sentimiento siguen a todo trapo hasta el sentimentalismo.

Hay otros directores que eligen el camino opuesto. Intentan distanciarse de lo que están contando, para presentarlo de la forma más aséptica posible, con sobriedad, sin efectismos, usando sólo los recursos mínimos, los menos visibles (porque el encuadre, el montaje, etcétera, son también recursos técnicos, no lo olvidemos), para dejar que sea la historia la que conmueva al espectador y no los artificios que la envuelven. Pero también aquí hay quienes se pasan de frenada, y en lugar de hacer una película sobria terminan haciendo una película demasiado fría.

Esto es lo que en mi opinión le pasa a 12 años de esclavitud. Siendo la historia durísima, siendo lo que se ve en pantalla durísimo, en ningún momento me transmitió ni me hizo sentir esa dureza. Ni me emocionó. Tampoco me aburrió, ni me entretuvo. Dos horas y cuarto después, me quedé como estaba.

No tengo demasiado que reprochar a la película, salvo unos cuantos ejemplos de música desafortunada (¿Hans Zimmer? ¿En serio?), planos cuya excesiva duración no entiendo y secuencias cuya brevedad me sorprendió (para no extenderme mucho, la película tiene un ritmo muy irregular, porque se detiene durante minutos en detalles que no hacen avanzar la trama, ni contribuyen al desarrollo de personajes, ni nada, mientras que secuencias que sí que aportan a la trama son despachadas en lo que parecen sólo unos segundos) y la insistencia en mostrar una y otra vez secuencias similares que no añaden nada a la narración (no pretendo sonar insensible, pero no necesito tantas secuencias y tantos minutos para entender la dureza del trabajo de los esclavos).

Y en cuanto a los actores, todos muy correctos. Ninguno tiene la culpa de que sus personajes sean, según el caso, planos y unidimensionales o demasiado breves para desarrollar esa multidimensionalidad que apenas tienen tiempo de sugerir. Porque está muy bien que la historia gire en torno al protagonista y que él tenga muchos matices, pero los que le rodean deberían ser algo más que marionetas.

Pero como no todo va a ser malo, gracias a esta película Steve McQueen ha unido en pantalla (bueno, en el reparto, porque no comparten pantalla; una de esas secuencias despachadas con prisa es el traspaso del protagonista de uno a otro) a Benedict Cumberbatch y Michael Fassbender, lo que ha propiciado que compartan fiestas y nos dejen fotos como ésta:

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