Un Oscar para Mr. Darcy

Ya sé que voy un poco tarde, pero no creo que a él le importe. Después de todo, a partir de ahora será «el ganador de un Oscar Colin Firth» en todas las promos de películas que veamos. Bueno, yo sí suelo verlas (admitamos que, aunque tenga legiones de seguidoras, el señor Firth sigue sin ser mainstream; espero que eso no cambie con el Oscar…), y no todos los días le dan un Oscar a uno de los tuyos (no tiene pinta de que a Harrison Ford le vayan a dar uno que no sea honorífico) como para dejarlo pasar sólo porque no tengas tiempo de hacerlo en su momento.

Podría contar con los dedos de una mano las ocasiones en que no he seguido, como fuera (televisión, internet o radio) la ceremonia de los Oscar en las últimas dos décadas. Una de ellas fue el año pasado y otra éste. Los motivos son diversos y no vienen al caso. El año pasado, además, no me apetecía. Éste nos pilló fuera de casa y temía, por mucho que tuviese todas las quinielas a favor, llevarme otro chasco como el del año pasado (Jeff Bridges estaba genial, sí, pero él no está en mi lista).

Pero aunque no me quedé a verlo sí que me desperté pronto, en medio de un sueño en el que, precisamente, me levantaba para comprobar qué había pasado. Abrí los ojos a eso de las siete y media (bastante antes de lo que acostumbro) y, media hora después, cuando asumí que no iba a volver a dormirme, encendí la luz de la mesita de noche y luego el iPad para ver cómo había quedado la cosa. Va a sonar un poco abuela cebolleta, pero no hace tanto tiempo era una odisea enterarse de qué había pasado en los Oscar si no habías seguido la ceremonia. Tenías que esperar a un boletín de la radio, que no te daba todos los datos que tu curiosidad necesitaba, o a los informativos de mediodía, que tampoco satisfacían, en absoluto, tu ansia de información. Y si había algún español de por medio, mejor te ibas olvidando, porque sólo te contarían qué había pasado con el español en cuestión. Lo del enfoque patrio alcanzó cotas surrealistas cuando hace poco hablaron en TVE de los Bafta sólo para decir que el premio al mejor actor lo había ganado Colin Firth, «el rival de Javier Bardem en los Oscar».

En lugar de abrir Twitter, donde más tarde leería cosas como que Mark Darcy era trending topic mundial o «cada vez que Colin Firth sonríe, Dios salva a un gatito» (ambos mensajes fueron rápidamente retuiteados, claro), me fui a la web de los Oscar, donde comprobé que, esta vez sí, Colin Firth había ganado.

[El vídeo se ve de pena, pero el bueno, el oficial, tiene desactivada la opción de inserción]

Debo admitir que todavía no he visto la gala completa, salvo el vídeo de arriba (varias veces; aquí está la transcripción por si a alguien no le queda claro lo que dice el chico) y el trocito de Billy Crystal (¡vuelve!), así que no sé si es justo o no el varapalo que los críticos le han dado al espectáculo (sobre todo a James Franco), ni he visto la mayoría de las películas candidatas como para saber si los premios han sido justos o no, aunque sí me habría gustado que David Fincher se llevase el de Mejor Dirección por The Social Network y, como sorkinista reconocida, habría montado un cirio si Aaron Sorkin se hubiese ido de vacío.

[Por si a estas alturas hay alguien que no se haya dado cuenta de que esto no es un artículo sobre los Oscar sino sobre Colin Firth, aquí va otro vídeo del susodicho inglés, esta vez en la rueda de prensa posterior a la entrega del premio. Y esta es la transcripción (por Twitter decían que, ahora que ya había ganado, podía dejar de lado ese falso acento porque no había quien le entendiese)]

Y no sólo todavía no he visto la gala, sino que no vi El rey tartaja El discurso del rey hasta la semana pasada (primero fue complicado encontrarla -no iba a verla doblada, y los que viven en Sevilla ya saben por lo que hay que pasar para ver algo en versión original-, después localizar unos subtítulos y más tarde encontrar un par de horitas libres…). Por lo pronto diré que me gustó mucho. Mucho. Colin Firth está espectacular (no es generosidad de fan) y Geoffrey Rush soberbio (as usual, en su caso no tiene mérito). Hasta Helena Bonham-Carter, a la que odio profundamente desde hace mucho tiempo, está bien.

Durante la promoción Firth hablaba de la importancia de detalles como los encuadres para acentuar esa sensación de desamparo que transmite el protagonista a través de todo el filme y que estalla en sus peores momentos de tartamudez. No sé si con otro actor me habría pasado lo mismo, pero me angustié bastante en determinados momentos de la película. Esa fue una de las razones por las que me gustó tanto, porque, como se suele decir, me metió en ella. Y eso no es algo que me suceda últimamente con frecuencia. Pero también me reí mucho, porque la película tiene momentos muy divertidos. Puede que esa sea una de las claves, el acertado equilibrio entre los detalles dramáticos y otros más cómicos y el tono sobrio, elegante, que preside la narración de la historia y articula toda la película, que nunca cae en el sentimentalismo fácil. No importa que se sepa qué cuenta y cómo acaba. Importa el viaje. Importa cómo se cuenta. Y en mi opinión está muy bien contado, aunque haya quien considere ese clasicismo aburrido. Como siempre, es cuestión de gustos.

Además, The King’s Speech tiene otro plus que no descubrí hasta que leí este post de Serieína sobre Orgullo y prejuicio: es el reencuentro de Colin Firth y Jennifer Ehle 15 años después. Y yo sin darme cuenta. Cuando digo que he perdido la cabeza…

La red social también la vi en su momento. Y también me gustó mucho, aunque de otra manera. Si cualquier producción con Colin Firth permanentemente de traje gana muchos puntos en cualquier competición, ¿qué decir de una dirigida por David Fincher y con un guión de Aaron Sorkin? De esa combinación no puedes esperar menos que la excelencia. Y lo consiguen con creces (por cierto, que cuando me enteré de que los dos gemelos son en realidad un único actor me quedé de piedra).

Si tuviese que elegir una de las dos películas, no sabría con cuál quedarme. No me habría parecido mal que ganase ninguna de las dos, aunque creo que lo más justo habría sido que una se llevase el de Mejor Película y otra el de Mejor Director, porque Montaje, Guión Adaptado y Banda Sonora se me antoja poco para el filme de Fincher. Podría decirse que La red social ha sido una más de las víctimas de la especialidad de Harvey Weinstein: las rectas finales. Al antaño cofundador de Miramax se le da muy bien promocionar sus producciones en las semanas previas a las entregas de premios para mejorar las opciones con las que arrancan la temporada de galardones, aunque para ello tenga que poner ante los focos a actores que, como Colin Firth, prefieren los cinematográficos a los de platós de televisión y cámaras de periodistas. Pero una vez más Weinstein ha ganado. Lo hizo con El paciente inglés, con Shakespeare in love y ahora con El discurso del rey. ¿Qué tienen esas tres películas en común aparte de los Weinstein? Colin Firth. Al menos esta vez no le roba su chica ningún Fiennes. Algo es algo (aunque Bonham-Carter no sea Kristin Scott Thomas ni, desde luego, Gwyneth Paltrow).

No es que Firth sea alérgico a la prensa. Lo suyo es pura timidez, como se puede apreciar en cualquiera de los vídeos que he puesto más arriba. En el momento en que sabe que ha ganado y que tiene que subir a por la estatuilla y hablar ante toda esa gente, la primera emoción que inunda su cara no es alegría, sino pánico. Después se sobrepone y tiene hasta su gracia (con lo soso que muchos dicen que es; opinión que no comparto, claro). Aunque puede que no sea humor, sino puro terror, porque decir que tiene ganas de ponerse a bailar o que a partir de ahora va a dedicarse a cocinar, aunque nadie quiera comerse lo que haga es, cuanto menos, curioso.

Leí hace unos días (sabe Dios dónde) que resultaba llamativo que ninguno de los actores premiados en los Oscar, salvo el regio Firth, al que igual le cae dentro de no mucho un sir delante («el ganador de un Oscar sir Colin Firth»; ideal para tarjetas de visita), se acordó de dar las gracias a los guionistas que escribieron los papeles por los que fueron galardonados. Por cierto, que hace rato que no pongo ningún vídeo, y aún me queda en la recámara el de los Globos de Oro. Aquí va:

Ya dije antes que hace bastante tiempo que sigo los Oscar, pero este año he hecho bueno el dicho «no te acostarás sin saber una cosa más» y he descubierto que a la entrada del Governor’s Ball tras la gala hay una especie de barra de bar donde unos señores con guantes graban el nombre de los ganadores en sus respectivas estatuillas. Algo que puede que no hubiese averiguado de no ser porque me puse exhaustiva con el material gráfico referente al señor Firth.

 

Este de la izquierda es el señor Firth, muy contento tras recoger su muñequito con su nombre grabado. Antes de terminar este homenaje al flamante ganador de un Oscar, un par de cositas más, como este vídeo de Sky News (3:25) en el que los periodistas le interceptan en la fiesta de Vanity Fair. Es un corte de una toma algo más larga, que vimos en directo y que muestra que, incluso «con un par de copas», como describió con mucha clase la reportera de Sky News, Colin Firth no pierde jamás la compostura (ni deja de estar bien derechito). En el vídeo original se ve cómo al ver a las cámaras se detiene durante un segundo en una escalera, como si estuviese estudiando sus posibilidades de salir corriendo sin tener que posar o hacer declaraciones. No lo consigue. Y de propina, Austenbook, una versión facebookizada de Orgullo y prejuicio, descubrimiento cortesía de Hermanastra.

En el improbable caso de que quien haya llegado al final de esto tenga ganas de seguir leyendo cosas sobre Colin Firth aquí van estos otros artículos que hemos publicado sobre él:

Romanos de manga larga
Desaplicación estética
Una prueba para fans
La camisa y el lago
Jerseys
Queer Lion
Mini-reseñas de pelis: ‘Dorian Gray’

3 comentarios sobre “Un Oscar para Mr. Darcy

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