[Este texto es parte de otro publicado en Redes y cacharros sobre la convención que el Partido Popular celebra este fin de semana en el hotel Renacimiento de Sevilla -el mismo del EBE, a eso viene el primero de los párrafos que siguen- y que estoy cubriendo para el periódico en el que trabajo. Es algo de lo que me apetecía escribir y que me apetece tener aquí]
La convención del PP no es el Evento Blog, claro. En el EBE no hay escáneres en cada entrada (entiendo su instalación, que conste), ni portátiles (sobre todo Macs) por doquier (algún iPad, pocos, y mucho smartphone). Y el café no cuesta dos euros (ya sé que no es el tema, pero no he podido evitarlo).
Tampoco es El ala oeste. Ni siquiera una convención Obama style (que me perdone el actual presidente de EEUU, pero jamás será tan bueno como el presidente Bartlet. Nadie puede), pero eso también lo sabía, así que no cabe desencanto porque cualquier no afiliado que espere de saraos de este tipo, no importa del partido que sea, algo más que una sucesión de mítines con los que se puede estar más o menos de acuerdo se equivoca.
Y, en cierto sentido, es una pena. Los distintos partidos políticos se han encargado, especialmente en los últimos años, aunque la cosa viene de lejos, en politizar con tanto ahínco todas las esferas de la vida pública que los ciudadanos han asimilado esa politización y la extienden a casi cualquier ámbito, hasta impregnar toda conversación o debate de ese tufillo odioso del “ellos” y “nosotros”. Esa crispación llega a todas partes. Si cualquiera, en un bar, un blog o Twitter alaba o critica a cualquier partido enseguida se le tachará de facha o sociata. Y toda esa crispación se ha revuelto contra los propios partidos y contra los políticos, haciendo inevitablemente sospechosa cualquier propuesta, declaración o iniciativa que emane de unos y otros. Eso, obviamente, también se extiende a la Red, y por eso cualquier proyecto que llame a la participación ciudadana, que pretenda conectar con los ciudadanos, se percibe como mera propaganda.
Rajoy decía esta mañana, cuando le preguntaban por el descrédito general que sufre la clase política, que las generalizaciones son siempre injustas y que hay muchos grandes servidores públicos que trabajan mucho para la ciudadanía. Tiene razón, pero como siempre los que más ruido hacen no son los más trabajan, sino los que se ponen delante de los focos.
Y hay que cambiar a casi todos los que se ponen delante de los focos, pero no sé si eso será suficiente, no sé si tendrán que pasar una o dos generaciones, de ciudadanos y políticos, para que la esfera pública deje de ser una arena en la que luchan unos contra otros y se convierta en un espacio en el que los ciudadanos puedan comunicarse efectivamente con unos representantes que les escuchen.
¿Una o dos generaciones? Qué optimista…
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Era por decir algo, jeje. La cosa va para largo, muy para largo…
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