El viernes pasado el
Ayuntamiento de Sevilla puso en marcha lo que ampulosamente llama
Plan de Ordenación Viaria y Protección de la Zona Monumental y que no es más que cerrar el centro de la ciudad al tráfico privado. A partir de ahora, quienes no sean residentes (ni repartidores, urgencias, etc.) no podrán pasar más de 45 minutos en el centro y tendrán que salir por una determinada calle en función de por cuál hayan entrado si no quieren pagar 70 eurazos de multa. A tal efecto se han instalado cámaras en todas las entradas y salidas del casco histórico para anotar las matrículas de los vehículos y sus entradas y salidas.
Se puede entender que pretendan reducir el tráfico, que el centro sea más habitable, más cómodo para pasear (y más «sostenible», que les gusta decir a los políticos), pero restringir el centro al tráfico no puede ser la medida estrella, sino la culminación de un verdadero plan que mejore, entre otras cosas, el transporte público al centro (el Metro, la única línea que hay, deja bastante lejos de lo que se considera centro; después tienes que coger un tranvía y volver a pagar; los autobuses son directamente un disparate, así que ni me molesto en criticarlos).
Como es lógico, el nuevo plan centra buena parte de las conversaciones y de las intervenciones de los políticos de la ciudad, y sobre él se ha pronunciado también el candidato socialista,
Juan Espadas, que tiene toda la pinta de que se va a pegar una leche épica en las elecciones de mayo (por si alguien se pone quisquilloso, aclararé que yo no voto en Sevilla, así que me da bastante igual el tema), y quien dijo el mismo viernes al respecto que
«El cierre del centro formará parte de la cotidianeidad». La perla que hoy traigo aquí tras esta larguísima introducción (difícilmente la entenderían sin ella quienes no viven aquí) es un comentario a dicha noticia, escrito bajo el seudónimo
Darth Vader:
Para el Sr. Espadas de parte de Darth Vader: «No se ofusque con ese horror tecnológico que ha construido». Todo ese sistema a base de cacharritos enchufables y programitas diabólicos fallará y se convertirá en su pesadilla si llega a alcalde (Dios no lo quiera). Es cuestión de tiempo. Y, por cierto, el Muro de Berlín también fue algo cotidiano durante muchos años. Y también una pesadilla.
La comparación con el Muro de Berlín igual es un poco inapropiada (también lo es el uso que el citado Espadas hace del término «cotidianeidad»), pero comentarios cómo éste me hacen creer que aún existe esperanza para la especie humana, al menos para la subespecie comentaristas de diarios digitales.
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