Lectores en vías de extinción

Dejadme ser como vosotros y opinar escudado en el anonimato. Dejadme insultar sin talento, adoctrinar sin gracia (…) Tábanos de internet, porque pobláis la red y os multiplicáis, inundáis medios de todo signo con vuestros ácidos -o así los creéis- comentarios. Y esperáis, quietos, a que aquel que no piensa como vosotros aparezca para descuartizarlo. Siempre, como yo ahora, tras el cobarde velo del anonimato (…)

Es justo que yo también pueda -oh, guardianes de las esencias; oh, talibanes de la libertad-, con todo el énfasis del que soy capaz, llamaros aldeanos, incultos, irracionales, aves de rapiña; consideraros y definiros como parásitos. (…) Después podréis seguir con vuestra labor. Podréis seguir sublimando las carencias de vuestra vida, podréis compartir vuestro aburrimiento, vuestro mal empleado ocio, en vuestra innoble y frecuente labor de criticar al vecino. Y después, tras vuestro rostro y con vuestro nombre, en el mundo tangible, tragaréis quina y se os inflamará el páncreas, aunque siempre sabréis que al poco, y tras la pantalla, os espera ese formulario que permite ocultar la identidad y disparar hirientes balas de fogueo, oscuros y hediondos fuegos de artificio».

Petit et Perdu

La larguísima cita de arriba pertenece al texto Dejadme ser como vosotros, obra del autor antes conocido como Petit et Perdu, publicada en un blog ahora fuera de servicio y hábilmente rescatada, por su interés, de las catacumbas del Google Reader (como hice con otro de sus artículos no hace mucho; entonces no protestó, así que insisto en mi descarado expolio arqueológico). El texto iba dirigido a la especie dominante en el ecosistema de los comentarios del periódico en el que entonces ambos trabajábamos: individuos airados que despotrican sin cesar y sin provocación previa contra casi todo y que nada aportan, salvo ruido (y, en ocasiones, ganas de cerrar los comentarios o directamente irme a casa, visto el nivel de mis clientes).

Hay algunos que tienen tanto arte que son capaces de alegrarte la tarde y otros que te hacen reír pero no precisamente por su ingenio; los hay que te llaman por teléfono a pesar de que por su obcecación uno diría que son sordos y también están, aunque por desgracia son una especie en extinción, los que te avisan (sin insultarte de paso, algo de agradecer) de que te has equivocado.

Ya digo que no es algo habitual, y lo es aún menos que dos comentaristas de este tipo coincidan la misma tarde, pero ocurrió el pasado domingo. Uno de ellos me alertaba de un error en esta previa de Wimbledon, enviada por la agencia DPA, que inicialmente decía que si Roger Federer volvía a ganar este año (hasta ahora lo ha hecho cinco veces) batiría todos los récords del torneo. Y, como enseguida comprobé, no era así (Renshaw y Sampras lo han hecho en siete ocasiones).

Pero el segundo aviso es de nota. El sábado llegó un teletipo, de Efe, que decía que Pau Gasol había garantizado en una entrevista en la televisión de EEUU tras ganar la NBA que jugaría con España el Eurobasket. Y, claro, lo publiqué (al igual que otros muchos medios, aunque no sirva de consuelo). Al día siguiente entró otra pieza, también de Efe, titulada Gasol matiza sus declaraciones y que reproducía un comunicado publicado por el jugador en su web. Poco después de haber sacado la noticia a portada, llegó un comentario que avisaba de que «los periodistas no tradujeron bien sus palabras originales» y me remitía a Malaprensa, donde confirmé que, en efecto, Efe se había columpiado con la pieza que mandó el sábado. Gasol no tenía nada que matizar, porque el error no había sido suyo, sino de la agencia, aunque en el teletipo del domingo no había ni rastro de todo eso (sí lo hubo en la versión posterior que publiqué de la noticia).

A ambos les agradecí en la web sus correcciones, y también entoné el mea culpa en el post de Malaprensa, donde mi comentario ha recibido respuestas como «me ha devuelto la esperanza en la profesión periodística» o «el lector que la avisó me devuelve la esperanza en los lectores». Sin duda, me quedo con la segunda.

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