Superperiodista

Aunque mucha gente perciba que los periódicos no son más que noticias y fotos, hay mucho más en ese puñado de páginas y mucho trabajo que casi nadie ve. En la redacción de un periódico, además de redactores y fotógrafos, hay editores, correctores, diseñadores y tratadores de imágenes, entre otros. Un periódico comienza a hacerse la noche anterior, con las previsiones de lo que pasará al día siguiente. Redactores y fotógrafos se encargan de cubrir esos temas mientras en la redacción se decide cuántas páginas tendrá cada sección, qué irá en ellas y qué publicidad llevarán. Los diseñadores pintan esas páginas y tratan sus fotos, y los editores y correctores las revisan antes de enviarlas a la rotativa.

Además de las páginas de producción propia, las firmadas por sus redactores, los periódicos llevan otras firmadas por corresponsales o compuestas de teletipos, con los que nos llegan todas esas noticias que no podemos conocer de primera mano. Esas páginas implican los mismos procesos que las anteriores, salvo que la redacción se sustituye por la edición, aunque a veces el corta y pega de varias agencias (o la traducción simultánea de determinados corresponsales) es más laborioso que escribir directamente una noticia.

A todo eso se suman otras muchas páginas que no encajan en ninguna de esas dos categorías, desde las de opinión a las de servicios (la parrilla de televisión, las farmacias de guardia, la cartelera cinematográfica y hasta los horóscopos), que también se fabrican en la misma redacción y en las que hay que poner tanto cuidado como en las anteriores, porque nada hay peor que un columnista cabreado porque le has tocado una coma o un lector indignado porque te equivocaste con el listado de las farmacias.

En los periódicos digitales ocurre básicamente lo mismo, aunque evidentemente con algunos cambios. Un periódico digital no es sólo un listado de noticias actualizadas, sino una criatura que necesita mucho cariño. Hay que maquetar las portadas, las secciones, crear encuestas, subir galerías gráficas y vídeos, moderar los comentarios de los lectores… El mantenimiento es tan importante como la actualización, igual que en los periódicos impresos el trabajo invisible es tan importante como el visible (si los diarios saliesen a la calle sólo con exclusivas, la mayor parte de los días llevarían una o dos páginas y otros, ninguna).

Aunque cualquiera que trabaje en un periódico debería saber todo esto, lo cierto es que es un enigma para muchos de los que se ganan la vida con el periodismo, y no lo es sólo para ejecutivos encerrados en despachos varios pisos por encima de las redacciones, sino también para jefes a pie de calle y para algunos redactores a los que nada importa ese terreno desconocido que se extiende más allá de la caja de texto que lleva estampada su firma, porque todo eso es tarea de técnicos o que se hace sola porque ellos son periodistas y todo lo demás nada tiene que ver con ellos.

A lo largo de los años que llevo en esto he conocido a algunos ejemplares de esos que describo más arriba, pero hoy voy a centrarme en uno de ellos (sí, después de tan larguísimo preámbulo llegamos al meollo de la cuestión), al que llamaremos el superperiodista, en adelante SP.

Hasta hace unos días, SP trabajaba en mi empresa, y más concretamente en mi sección o grupo de trabajo, aunque por suerte (para mí y para su integridad física) lo hacía desde una ciudad diferente, llevando uno de los periódicos digitales del grupo en el que trabajo.

SP es uno de esos individuos que no entienden (o no quieren entender) que la página web de un periódico tiene más de gestión y edición que de redacción, más trabajo de mesa que de calle, y definitivamente no quiere ser periodista, sino una estrella. En los tres años que le conozco ha hecho de su trabajo periodístico sólo un trampolín, un escaparate para su propio lucimiento, para alcanzar un nombre (nada de seudónimos ni de identidad digital ni nada de eso) que pasea por la Red en Twitter, Facebook (y cualquier otra plataforma similar) y, por supuesto su blog (me niego a darle una sola visita, así que no pondré ningún enlace), un paradigma de todo lo que no debe ser un blog, que por supuesto se llama como él (para qué voy a buscar un nombre si yo ya tengo uno), al igual que su dominio (SP.com), y tiene probablemente la plantilla más fea de la historia de las plantillas de blog feas.

En cuanto al contenido, el análisis no es mucho más halagüeño. Tardó varios meses en rellenar la página About (que todo ese tiempo estuvo bien visible en el menú superior), tiene toneladas de spam en los comentarios (que ni ve ni borra, porque le importan bien poco los comentarios) y en ocasiones pone imágenes en sus posts (que la mayoría de las veces reproducen sus andanzas virtuales en otros foros, cuando no critican cosas publicadas en su propio periódico y que no se molesta en corregir) que ocupan todo el ancho de la pantalla y que tapan todo el menú de la derecha.

Supongo que a estas alturas no hace falta decir que trata (o trataba) el periódico en el que trabajaba como su blog: mal. Ni moderaba los comentarios de los lectores (ni atendía las quejas de algunos lectores molestos por el hecho de que la cabalgata de los Reyes Magos siguiera bien visible a principios de abril), ni maquetaba las secciones (había módulos que podían permanecer en ellas meses y meses, no importaba si la exposición a la que se referían estaba más que clausurada) ni, por supuesto, sabía escoger, cortar y tratar las (escasas) fotos que publicaba (uno de los mejores momentos fue quizás cuando publicó, en el lugar más visible de la portada, la silueta de una cabra).

Pese a todo esto, SP siempre ha sido la estrella de mi grupo de trabajo, el modelo que todos los demás debíamos imitar, por hazañas como grabar el intento de suicidio de un pirado (no se iba a tirar ni nada y además en el vídeo salía SP tratando de convencer al presunto suicida) o una corrida protagonizada por una vaquilla y una excavadora (ni siquiera fue a la plaza, lo grabó de una tele local, y adornó las imágenes con los comentarios de sus propios padres). Además de su espíritu España directo, SP tiene otras cualidades no menos apreciadas en este gremio: sabe detectar en segundos qué culos son los que tiene que adorar y se entrega a ello con nauseabunda profesionalidad.

Por todo ello, y pese a que dedicaba a su labor periodística solamente los escasos huecos que le dejaban el resto de sus ocupaciones (blog, Twitter y demás, a lo que se añade su intensa labor en ese antro de trepas que es la Asociación de Periodistas Digitales de Andalucía), SP ha sido tratado más que bien por la empresa que ahora ha abandonado. No había sarao remotamente relacionado con internet o el periodismo al que él no fuera (en horas y días de trabajo y a gastos pagados), sin importar que las cifras de su periódico cayesen en picado un mes sí y otro también.

Pero ahora ya no está con nosotros. Se ha ido a la competencia y ha venido a mi ciudad, aceptando una oferta para la que fue entrevistado y rechazado hace como un año, aunque no fue eso lo que contó en mi empresa. Amagó con irse y, en lugar de abrirle la puerta, le subieron considerablemente el sueldo.

Que se haya ido es una buena noticia, sin duda, porque es más que posible que hunda el medio en el que ahora trabaja y porque ahora podremos reírnos sin remordimiento alguno de sus barbaridades, aunque su triunfo no es bueno ni para la profesión ni para los que creemos que el periodismo es mucho más que un vídeo de una excavadora toreando a una vaquilla.

3 comentarios sobre “Superperiodista

  1. En algunos periódicos también hay infografistas. En otros… no hay.

    Mi esperanza es que estamos viviendo un momento de cambio, de revolución: el periodismo tal y como lo conocemos llega a su fin. Con tiempo, una nueva forma de periodismo ocupará su lugar. Hasta que este proceso se complete definitivamente, tendremos que asistir a aberraciones profesionales muy variadas. Algunos sobrevivirán a ellas, otros no y desaparecerán. Puede que no lleguemos a ver la transformación completa… Pero mientras tanto, paciencia para lidiar a estos personajes que no han comprendido lo que está pasando…

    Off topic: cuando le leído «ha venido a mi ciudad», me has recordado a Batman, que en los comics le repite a todos los criminales que Gotham es «su» ciudad y se hace lo que él dice…

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  2. @Invitado de invierno: Lamento el olvido. Mis disculpas por haberme dejado atrás a los infógrafos (siempre me ha gustado más que ‘infografista’; estoy casada con alguien que lo fue, entre otras muchas cosas, así que creo tener derecho a tomarme esa licencia, aunque este dato hace aún más imperdonable mi descuido).

    El mundo está cambiando, sí, pero no sé hacia dónde ni, desde luego, en qué bando estoy yo, porque no sé si voy, como dice un compañero, en la balsa salvavidas o en el ‘Titanic’ que se hunde (siempre son los de primera clase los primeros en subirse a las balsas…).

    Una vez más, me enseñas algo que no sabía. Desconocía lo de Batman (bien sabes que no suelo leer cómics, aunque sí leí aquel que me prestaste), pero me ha encantado. Ojalá yo pudiera decirlo con la misma autoridad…

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