(O, como se titula en España, ‘El desafío: Frost contra Nixon’, en una muestra más del empeño de las distribuidoras españolas por alargar innecesariamente los títulos de las películas)
Con el paso del tiempo se ha convertido en una caricatura, una broma que lo mismo sirve para llenar espacio en museos de cera que para hacer caretas con su rostro o incluirle en el reparto de Futurama, pero todo eso no puede solapar ni dulcificar la imagen de Richard Nixon, uno de los personajes más infames de la historia reciente, un individuo que tuvo que abandonar la Presidencia de Estados Unidos tras demostrarse su implicación en el Watergate y que, lejos de hacerlo con el rabo entre las piernas, tuvo la osadía de hacerlo con la cabeza (demasiado) alta y una sonrisa de bienvenida más que de despedida.
Tras su mudanza de la Casa Blanca, Nixon se mantuvo alejado de los focos y de las preguntas de los periodistas pese a que el indulto de Gerald Ford le daba, en teoría, carta blanca para hablar de cuanto quisiera. Pero ese retiro mediático no duró demasiado. Unos años después de su renuncia, aceptó grabar una serie de entrevistas para televisión con David Frost, un presentador, más que periodista, que conducía programas de entrevistas, espectáculos y variedades, un joven fiestero y mujeriego que, por todos sus méritos, era el candidato ideal para enfrentarse al ex presidente. Ideal para el equipo de Nixon, claro, que sabía que el entrevistador no le aguantaría un asalto al entrevistado y que conocía las dificultades de Frost y sus colaboradores para financiar un proyecto que ninguna cadena quería emitir.
Pero las entrevistas se grabaron, y después de unas cuantas sesiones en las que Frost apenas pudo introducir un par de preguntas que sólo servían para dar paso al siguiente monólogo de Nixon, en su último encuentro consiguió acorralar al ex presidente y logró que admitiese que se equivocó, que había mentido y que sabía que lo que había hecho era ilegal.
Aquella serie de entrevistas sigue siendo, varias décadas después, la emisión más vista de su género en la historia de la televisión, y aquella historia le inspiró al dramaturgo Peter Morgan una pieza teatral de la que ahora se nutre el último filme de Ron Howard. Después de haberles interpretado durante dos años en el teatro, Frank Langella y Michael Sheen vuelven a ser Richard Nixon y David Frost en este filme que no gustará a quienes no vibren con el periodismo, la televisión, la política, su envoltorio de falso documental o el placer de ver a Langella (que está fantástico, aunque es más que probable que se quede sin Oscar) convertirse en Nixon. Pero yo no formo parte de ese grupo.
(‘Frost/Nixon’ está nominada a cinco Oscar: Mejor Película, Director, Actor -Frank Langella-, Guión Adaptado y Montaje).
PD: Dejo el vídeo de un programa sobre esa serie de entrevistas por si a alguien le ha gustado la película y se ha quedado con ganas de más.