Vas a tener que morir

Normalmente entro aquí con una idea clara de lo que quiero contar (aunque a veces dé algún que otro rodeo), pero hoy no es el caso. Quiero hablar de Perdidos, necesito hablar de Perdidos, pero no sé cómo hacerlo.

Podría hablar de cómo ha ido evolucionando con los años nuestra forma de verla (ésta es una de las series que vemos juntos, siempre, salvo el día que la estrenaron en TVE, un domingo, creo recordar, que me pilló trabajando y a él no; él la vio y me dijo que tenía que ver aquello, y por suerte le hice caso). La primera temporada la vimos en TVE, mal, a salto de mata e incompleta. Para la segunda nos pasamos a Fox, donde la vimos en orden, pero doblada (a pesar de ser tele de pago) y con cierto retraso con respecto a EEUU. A partir de la tercera empezamos a seguirla a ritmo norteamericano (la mañana siguiente a la emisión de cada episodio tocaba descarga y esperar pacientemente los subtítulos de Lostzilla, para verlo por la noche. Ese fue, por cierto, el año en que empezamos a vivir juntos), y desde entonces se mantiene intacto un ritual que comienza, cada temporada, con un acto tan simple como emocionante: la creación de la nueva carpeta en la que después iremos metiendo los episodios.

También podría hablar de la envidia que a veces siento de quienes no han visto un solo episodio y tienen toda la serie (o la tendrán dentro de poco más de un año) para verla al ritmo que les apetezca, como el protagonista de este vídeo, que empieza a verla porque un amigo se la recomienda y no puede parar hasta que se le acaban los episodios:

Podría hablar de los inicios de temporada, algunos mejores que otros, pero todos únicos: en la primera vimos el ojo de Jack, a Vincent y el desastre del Oceanic 815; en la segunda, a Desmond y el interior de la escotilla; en la tercera, a Juliet, el pueblecito de los Otros y cómo vieron ellos el accidente del avión, y en la cuarta les tocó el turno a los Oceanic Six, aunque tardamos bastante en saber quiénes eran los seis que abandonaban la isla.

[Tras la siguiente foto empiezan los ‘espoilers’ sobre la quinta]

En la quinta los protagonistas han sido un personaje que hasta ahora sólo habíamos visto en los vídeos de orientación de Dharma, un tímido físico que no debería estar allí y la construcción de La Orquídea, un proyecto obstaculizado por una impenetrable capa de roca que separa a los obreros de una sala en la que, aparte de la fuente de energía ilimitada que permite viajar en el tiempo, está el timón que Ben usó para mover la isla.

Y podría hablar de los finales. De esa cámara que se hundía en el oscuro pasadizo que desvelaba la destrozada puerta de la escotilla, de cómo explotó toda la instalación cuando Locke decidió dejar de introducir los números malditos en el ordenador, del we have to go back y el misterioso muerto del ataúd o de cuando descubrimos (no sin bastante indignación) el rostro del muerto del ataúd.
La quinta acaba de empezar (el primer episodio, Because you left, se nos pasó, casi literalmente, en un suspiro), y si la cuarta se cerró con una decidida apuesta por la ciencia-ficción (algo que por otra parte se apuntaba ya en la primera noche que los náufragos pasaron en la isla), parece que esa línea es la que va a marcar el resto de la serie. Hay caprichosos y aleatorios viajes en el tiempo, un péndulo de Foucault, una mujer a la que ya conocíamos y que es capaz de inquietar incluso al impenetrable Ben (y que tiene todas las papeletas para ser la madre de Faraday, cuyo papel, como el de Desmond, se revela cada vez más crucial en el devenir de la isla y sus habitantes), una brújula que también habíamos visto antes e incluso una especie de profecía. Locke ya sabe cuál es el precio que tendrá que pagar para traer de vuelta a los Oceanic Six y salvar la isla: «Vas a tener que morir».

Los dos episodios iniciales de esta penúltima etapa tuvieron varios momentos grandiosos, pero uno de los más divertidos fue el intento de Hurley de contarle a su madre todo lo que le pasó en la isla antes de abandonarla, o cómo resumir Perdidos (a su manera) en poco más de un minuto.

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