La tarde-noche del sábado fue bastante productiva (o improductiva, según se mire) y, además de los Globos de Oro, pude echarle un vistazo a El mentalista, la serie más exitosa de la presente temporada (o eso dicen, aunque hay que tener en cuenta que este año no es para tirar cohetes), que en EEUU emite la CBS y en España La Sexta y TNT (aquí es donde la vi yo, una vez más sin posibilidad de versión original ni subtítulos; bien por la tele de pago) y que se une a la larga lista de series procedimentales que pueblan las parrillas a este y al otro lado del charco.
Patrick Jane (Simon Baker) es el mentalista del título, que no posee ningún poder sobrenatural más allá de sus dotes de observación (y de alguna sesión ocasional de hipnosis), aunque en el pasado logró fortuna y gloria simulando tener un don para contactar con asesinos y darles caza, una exitosa carrera que abandonó cuando un psicópata apodado Red John asesinó a su mujer y a su hija como premio por burlarse de él en televisión.
Ahora asesora a un grupo de la Oficina de Investigación de California (como el FBI, pero a nivel estatal) comandado por Teresa Lisbon (Robin Tunney), una agente algo arisca con un pasado trágico a sus espaldas (su madre murió en un accidente de coche, pero su padre nunca lo superó y se dio a la bebida, lo que la convirtió en involuntaria cabeza de familia).
Sólo he visto tres capítulos, pero uno de los problemas de esta serie que es un cruce entre Psych y títulos como Bones o Life (aunque hay personajes demasiado planos y la química entre sus protagonistas es nula, dos aspectos que quizás mejoren conforme avancen los episodios) es que en el piloto ya se desvela el traumático pasado del protagonista y que dos capítulos después ya sabemos por qué su compañera y jefa es tan seria, una información crucial para entender a los personajes que se desvela demasiado pronto y de un modo nada sutil.
Aunque hay casi tantas variantes como títulos, el éxito de las series procedimentales está en establecer la justa proporción entre los casos (crímenes, enfermedades…) que se investigan y las vidas personales de los investigadores, por más que en ocasiones (como en House o Bones) los enigmas sean un mero pretexto. Pero lo que todas las procedimentales asentadas tienen en común es que la información relevante se va contando muy poco a poco, no en los primeros compases de la historia. Tardamos mucho en saber qué le había pasado a House en la pierna (y hasta esta misma temporada no hemos sabido cómo conoció a Wilson), y hemos necesitado años para componer el puzle de drama, tristeza y soledad que ha hecho a cada uno de los forenses de CSI ser quienes son.
Pero en El mentalista no hay ese misterio (al menos por lo que yo he visto), no hay esa curiosidad por conocer a sus protagonistas, porque da la impresión de que desde el inicio ya sabemos todo lo que necesitamos saber de ellos. Y eso es muy aburrido.
En realidad, tu análisis de esta serie es bastante acertado. Ciertamente, no hay ese «misterio» en torno a los protagonistas que pueda tener «House» o «CSI». Incluso me atrevería a decir que el protagonista está un poco desaprovechado en lo que a sus habilidades de «mentalista» se refiere, que en mi opinión podrían dar más juego, acrecentando de paso ese «misterio» del que hablamos. No obstante, hay algo en la serie que me atrae, puede que sea que se adivina una serie corta, o puede que sea Van Pelt, o puede que sean los chistes malos del protagonista, y no descarto tampoco que sea precisamente esa simpleza en el planteamiento: algo así como si dijeran «señores, esto es lo que hay, si les gusta, quédense». Pues yo me quedo.
Me gustaMe gusta
Es cierto que esa ‘simplicidad’ viene bien de vez en cuando para abstraerse de tanta conspiración, misterio y giros variados. En mi lista de habituales tengo un par de series ‘simples’ que cumplen a la perfección ese cometido. Siempre hay que tener algo así en la nevera.
Me gustaMe gusta