A vueltas con los subtítulos

Hace calor, mucho por estos lares, y la combinación entre el letargo vacacional y el dulce sopor al que me arrastra el aire acondicionado hace inviable casi cualquier actividad, especialmente si implica vestirse, arreglarse y desplazarse adonde sea. En casa la actividad tampoco es mucho más frenética y estos días se van entre pequeños arreglos en el hogar, las tareas domésticas y el sofá, que alternativamente aprovecho como sala de lectura (para terminarme algunos libros que hacía demasiado tiempo que tenía empezados, como la tercera parte de Tu rostro mañana, de Javier Marías, o Lunar Park, de Bret Easton Ellis, y devorar otros, como las dos primeras entregas de las aventuras de Dexter, El oscuro pasajero y Querido Dexter, o Viajes por el scriptorium, de Paul Auster, que acabo de empezar pero que puede que no llegue con vida a mañana) y de proyecciones, aunque mi actividad televisiva no ha sido tan frenética como en otras ocasiones (apenas la segunda temporada de Dexter -esta vez la televisiva-, algo de Mad Men -magnífica, aunque esperaré a terminarla para juzgarla- y Battlestar Galactica, cuya cuarta temporada -al menos su primera mitad, para la otra habrá que esperar, como ocurre con Perdidos, hasta el año próximo- terminaremos esta noche).

Entre unas cosas y otras, apenas me he acercado al ordenador, así que me he pasado toda la mañana poniéndome al día. Curiosamente, uno de los temas de los que más se ha hablado últimamente es de una obviedad que salta a la vista, o más bien al oído, al primer minuto de ver Dexter en Cuatro (o en Fox, tanto da): que su doblaje es horrible.

La anécdota ha permitido a Joan Planas realizar un contundente alegato contra el doblaje (con material audiovisual incluido) y a Hernán Casciari una divertida promoción de su secta, los Hijos del Subtítulo de los Últimos Días, pero, aunque me sume sin reservas a los argumentos de ambos, que vienen a ser los mismos, las aberraciones que se cometen en los doblajes no son nada nuevo ni el único mal que padecen las series extranjeras (norteamericanas) cuando son emitidas en abierto en España: sistemática mutilación de los títulos de crédito (y de las cabeceras cuando ponen más de un episodio), cortes publicitarios en mitad de una frase (aunque este mal aparece de vez en cuando por los canales de pago; me pasó el otro día viendo Bones en Fox) y delirios de programación que incluyen cambios de día, de horario (siempre peores, siempre de madrugada; suelen preceder a una retirada antes de tiempo), ausencias repentinas de la parrilla (habría que darle un premio al que haya conseguido seguir Perdidos en TVE), yuxtaposición sin ton ni son de episodios (¿cuántas semanas le ha durado a Cuatro Californication?), no importa de qué temporada sean, emisión de capítulos nuevos (habitualmente de series recién estrenadas) a continuación de otros repetidos (de series ya asentadas), algo que pasó el lunes en Telecinco con Life y CSI (de la que no sé si han terminado de emitir la séptima temporada o directamente han optado por cortar en verano la tanda de novedades) y otras muchas salvajadas que han convertido en una proeza hercúlea ver una serie de televisión (extranjera, claro, porque con las españolas no pasa nada de esto) en un canal en abierto.

Ya sé que están los canales de pago, y sobre todo internet, con la posibilidad de ver cualquier cosa unos minutos después de su emisión, con sus subtítulos y todo (los subtítulos de Digital Plus, por cierto, son una basura), pero hay muchos, muchos espectadores que no tienen acceso a todo eso, y a los que las cadenas desprecian sistemáticamente, y eso es contra lo que hay que luchar, para que los que quieran ver las series o películas en abierto no tengan que tragarse eternos cortes de publicidad, ni ver tropecientos episodios seguidos de su serie favorita hasta las tantas de la mañana, ni conformarse con repeticiones porque su cadena amiga ha decidido que en verano nadie ve la tele y que es mejor guardar para otoño sus episodios nuevos, ni escuchar inadecuados y estúpidos doblajes.

Nos rasgamos las vestiduras cada vez que vemos casos como los de Dexter o Californication, pero se nos olvida que aquí, por desgracia, siempre hemos visto las cosas dobladas. Hemos crecido con eso, nos hemos acostumbrado a eso, y hay mucha gente que no quiere leer mientras ve la televisión, a la que le gusta tener la tele puesta casi como un ruido de fondo, mientras cena, recoge los platos o hace cualquier otra cosa que sin embargo le permite seguir más o menos la historia, algo impensable si todo se emitiese en versión original (en casa de mis padres, que ha sido la mía durante casi toda mi vida, es más que habitual la emisión simultánea de cualquier cosa con el habitual ajetreo del hogar, y me consta que no es el único sitio en el que ocurre).

No sólo debemos aspirar a sumar adeptos a la secta de los subtítulos, sino también pedir a las cadenas que emiten en abierto que programen con criterio y respeto las producciones extranjeras (sobre todo si las anuncian a todo trapo) y que aprovechen las posibilidades que ofrece la TDT para ofrecer unos subtítulos en condiciones en lugar de tanta teletienda y absurdos concursos de llamadas a todas horas.

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