Han pasado ya varias semanas desde que Lost nos dejó y quedan aún muchas para que vuelvan nuestros isleños favoritos, pero en su ausencia la Red sigue murmurando, fabulando y conspirando sobre los cientos de enigmas que rodean al accidente del vuelo 815 de Oceanic.
Paradójicamente, mientras muchos seguimos fascinados con las piruetas narrativas que sus creadores nos ofrecen episodio tras episodio, otros muchos alzan la voz contra lo que entienden como un giro hacia la ciencia-ficción que se aleja del inicial espíritu realista de la serie. Esos críticos, como todos los demás, hemos visto el punto de inflexión o cambio de rumbo que comenzó con el final de la tercera temporada y cuyo punto álgido tal vez haya sido el timón con el que Ben movió la isla.
Pero Perdidos nunca ha sido una serie realista, ni ha pretendido serlo. La premisa inicial de que estábamos simplemente ante la historia de los supervivientes de un accidente aéreo se esfumó en su primera noche en la isla, con aquel rugido de impreciso origen que surgía de la jungla y agitaba amenazadoramente los árboles. Ellos supieron entonces que la lucha por el agua, la comida o el último bote de protector solar iba a ser sólo uno de sus problemas, y también lo supimos nosotros.
Desde entonces, la serie no ha hecho sino profundizar en esa senda de lo extraño, desde el humo negro a los osos polares, pasando por la escotilla, la francesa, el barco decimonónico varado a un kilómetro de la playa, Dharma o el hecho de que el mero contacto con la isla sea capaz de curar la parálisis a un hombre postrado durante años en una silla de ruedas.
Lo que ha venido después han sido más piezas del gran puzzle que es Perdidos, un rompecabezas al que nos hemos prestado a jugar durante años y que ahora algunos abandonan porque no les gusta la imagen que empiezan a vislumbrar. No sé si han sido los continuos saltos entre pasado, presente y futuro, la profusión de elementos extraños, los viajes en el tiempo o el viaje de la isla, pero hay muchos que creen que Perdidos ha saltado el tiburón (si tenéis un ratito, pasaos por Jump the shark y sus listas de qué series y en qué momento lo han hecho).
No importan los viajes en el tiempo, físicos o mentales, o que Ben pueda mover la isla con un timón y aparecer en Túnez un tiempo después, que haya osos polares, o humo negro, o fantasmas, o estatuas con pies de cuatro dedos, ni siquiera que Locke esté metido en un ataúd (del que espero que me lo saquen, a ser posible rapidito). No creo que lo de Lost sea un salto del tiburón, sino que más bien, llegados a este punto, sus creadores nos han propuesto un salto de fe, como el que tenía que superar Indiana Jones al final de La última Cruzada: no podemos ver el puente, pero tenemos que creer que está ahí para poder cruzar al otro lado.
Acabo de leer tu crónica sobre el viaje a Madrid. Para mí también es un placer total recibir visitas tan ilustres. 😛>>A ver si se repite pronto y podemos vernos y volver a Popland con más tranquilidad y menos gentío. 🙂>>Besitos.>Al.
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Eso, a ver si la próxima vez estás menos liado y podemos vernos con más calma, sea para ir a Popland o adonde sea. Por cierto, te dejo por aquí la dirección del blog de Cervera, por si no lo has encontrado (http://blogs.grupojoly.com/caravana-ca/) y espero que, cuando estés listo, me des la dirección del tuyo. >>Besos, niño.
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