Pues sí que podíamos

Parece que, poco a poco, España se va recuperando de la resaca de uno de los grandes momentos de la historia de este país, un hito 44 años después del único título de la selección absoluta de fútbol, 24 años después de la última final… y que yo no vi. No fue porque no me guste el fútbol (no es el caso) o que, como los idiotas de los nacionalistas, sienta que mi selección nacional es la de mi calle, sino porque estaba trabajando y, a pesar de hacerlo en un periódico, concretamente en la redacción (bueno, son en realidad sólo dos mesas) digital de un periódico, no tenemos tele. Lo curioso es que, sin verlo y sólo con lo que me daba la radio (qué grande Manolo Lama, como siempre) y con los aportes de inspiración que recibía de otros medios, tuve que perpetrar algo parecido a un seguimiento on line que por suerte nadie vio, porque todo el que podía estaba, con buen criterio, viendo el fútbol.

Uno de los muchos inconvenientes que tiene el sitio en que trabajo es que, al formar parte de un grupo con nueve cabeceras (impresas y digitales), tienes que hacer cada cosa nueve veces, lo que no es demasiado operativo, sobre todo si la selección de fútbol juega su primera final en décadas y, además, estoy sola. A pesar de qué técnicamente, había dos compañeros trabajando (uno en Cádiz y otro en Granada), no recibí demasiada ayuda. Los dos preguntaron (por Messenger) cómo íbamos a darlo, y les dejé claro que el plural era innecesario porque estaba yo sola y que, en consecuencia, haría lo que pudiese. El primero respondió con un tibio «estaré pendiente» (desapareció sobre las siete de la tarde, y no volvió, así que supongo que estuvo muy pendiente) y el segundo que él estaba allí para seguir las celebraciones de sus conciudadanos. Qué gusto da trabajar en equipo, ¿verdad?

Obviamente ninguno estaba allí para ayudarme a meter nueve veces (también en sus periódicos, que son su responsabilidad) cada una de las dos mil piezas que tuve que meter sobre el tema, y el único que dio señales de vida fue otro compañero que, en su día de descanso y porque le dio la gana, no sólo escribió la crónica del partido, sino que fue el único que me ofreció su ayuda (que yo rechacé, claro, porque ya había hecho bastante). De los otros dos nada más se supo, salvo que reforzaron, aún más, mi personal lema vital: la gente es un asco.

P. D.: Queridos señores de Cuatro: si en una plaza abarrotada y pletórica de emoción suena a toda pastilla, para homenajear a unos héroes deportivos, el We are the champions, no lo tapen con el puñetero Podemos. No queda bonito.

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