Toni de la Torre publica en ¡Vaya tele! una serie titulada Por qué nos gusta, en la que ofrece unos perfiles muy personales (y muy hermosos) sobre algunos de los personajes protagonistas de series como Friends (Ross o Rachel), Battlestar Galactica (Starbuck), CSI (Sara, de la que dice «Sara Sidle es preferir trabajar con los cadáveres que con otras personas. Es escoger el turno de noche por voluntad propia (…) Sara Sidle es enamorarte de tu jefe, porque, ¿de quién sino te podías enamorar?»), House, Dexter, Sexo en Nueva York (Mr. Big) o Perdidos, entre otras muchas.
De nuestros isleños favoritos ha hablado hasta ahora de Hurley («su optimismo es el de la determinación, el de la fe de creer que si confias en que las cosas se arreglarán, realmente ocurrirá algo que las arregle»), el cada vez más fascinante Benjamin Linus («Ben Linus es el tipo de hombre que puede cambiar el mundo. Provocar guerras, traer paz, ordenar la muerte con un susurro, crear vida si así lo desea. El destino le pertenece. Con poder o sin él, el mundo siempre ha estado en manos de hombres como Ben Linus. Todo lo que ocurra en la isla, sucederá porque será su voluntad, no la de nadie más. Ni la de Jack, ni la de Locke. Él escribirá el final») o el que siempre ha sido mi favorito, John Locke («John Locke es la voluntad de darte a ti mismo otra oportunidad, la determinación de reescribir quien eres. Si tu avión no cae en una isla desierta, crea tu mismo una forma de reiniciar. Este va a ser tu momento. Deja que John Locke te enseñe cómo volver a respirar»).
Supongo que todos los que están siguiendo la cuarta temporada de Perdidos estarán tan perplejos como yo. Ya hablé hace unas semanas de los dos primeros episodios, que ya me parecían desconcertantes, pero desde entonces la cosa no ha hecho sino empeorar (o mejorar). Desde el Sayid sicario a sueldo de Ben hasta la adopción por parte de la futura Kate del niño de Claire, Aaron, pasando por el misterioso equipo de rescate, los no menos peculiares tripulantes del barco o los saltos espacio-temporales de la mente de Desmond (su conversación con Penny fue uno de los momentos más emotivos de la serie, incluido además en uno de los mejores episodios que hemos visto hasta ahora).
Me gusta el desconcierto, las sorpresas, y la sensación de que los 42 minutos de cada capítulo se me pasen en un suspiro, y apenas tengo nada que reprochar a estas cinco primeras entregas (una bomba tras otra, y los padres de la criatura prometen seguir por esa línea en los ocho que quedan de esta temporada), salvo el rumbo que está tomando Locke, mi favorito desde el principio, como he dicho más arriba. No me convencen las decisiones que toma su personaje, pero tal vez sea simplemente que el único Jedi de la isla está tomando el camino hacia el Lado Oscuro.