Hay muertes, y muchas matemáticas, pero Los crímenes de Oxford es más que una historia de crímenes en serie, números y ecuaciones. La última película de Álex de la Iglesia, protagonizada por Elijah Wood, Leonor Watling y John Hurt, se basa en la novela homónima de Guillermo Martínez, un relato de misterio de tintes clásicos articulado en torno a la identidad de un enigmático asesino que deja junto a cada una de sus víctimas un símbolo matemático.
Por muy bien que esté funcionando en taquilla (que lo está haciendo), hay muchos que aún no la han visto y que tampoco han leído la novela en la que se basa, así que me abstendré de comentarios explícitos sobre los vericuetos por los que discurre esta narración que sirve no se sabe si de punto de inflexión o de mero paréntesis en la carrera del director español, al que los mismos críticos que hace unos años le reprochaban su fidelidad a un único registro -una especie de cóctel que mezclaba drama, acción y mucho, mucho humor negro (Carlos Boyero lo explica mucho mejor que yo)- le atacan ahora por haber prescindido en Los crímenes de Oxford de su sello de autor.
Con variantes, ese es el argumento central de la mayoría de los artículos que los críticos han dedicado a la película, que pasan de puntillas sobre la grandeza de John Hurt (no es nuevo, pero nunca está de más recordarlo), por poner un ejemplo, y se centran en criticar la complejidad de la historia y de sus diálogos, que según el crítico de El Mundo «exigen una concentración superlativa para no perder el hilo de los razonamientos sofisticados de los personajes y la lógica a veces rebuscada o caprichosa de la propia trama» (será que me he criado con Agatha Christie, pero no me ha hecho falta ninguna dosis adicional de neuronas para seguir la trama) y, sobre todo, en la ya mencionada ausencia del sello de autor.
Como un buen amigo (que por cierto entrará en unas horas en el club de la treintena) me decía esta tarde, nadie criticó nunca a John Ford, el maestro del western, por regalarnos a los espectadores y a la Historia del cine El hombre tranquilo, pero parece que los críticos no miden a todos con el mismo rasero.
Obviamente De la Iglesia no es Ford, pero tiene el mismo derecho a cambiar de estilo y de género que cualquiera. El hecho de que haya dejado a un lado su sello para poner en imágenes una historia que pedía a gritos una narración sobria no es un demérito, sino una virtud, una cualidad seguro envidiada por otros muchos que se vanaglorian de una autoría a la que están encadenados por incapacidad o por miedo a perder el favor de unos críticos que demasiado a menudo escriben antes de ver las películas.
El talento de un cineasta no está en crear una marca indeleble que infiera a cuanto fotograma pase por sus manos su identidad como autor, sino en darle a cada película lo que necesita, en contar cada historia de la mejor forma posible para que, según el caso, emocione, inquiete, divierta, aterrorice o simplemente entretenga a los espectadores.
Muerte, matemáticas, Wittgenstein, la imposibilidad de alcanzar la Verdad y el incalculable efecto que nuestras acciones (por ínfimas, triviales e inocentes que sean) pueden ejercer sobre las personas, los acontecimientos y la realidad que nos rodean (como esa mariposa que con el mero batir de sus alas puede desencadernar un huracán al otro extremo del globo)… La historia de Los crímenes de Oxford es fría, siniestra a ratos y con un punto de desolación. Y todo eso está en la película de Álex de la Iglesia. ¿Qué más se puede pedir?
«exigen una concentración superlativa para no perder el hilo de los razonamientos sofisticados de los personajes y la lógica a veces rebuscada o caprichosa de la propia trama»>>¿Y eso es malo? ¿Que una película, por una vez, te obligue a un esfuerzo intelectual es negativo y criticable? ¿En qué quedamos, señores críticos? Si hay que pensar: ¡Cuidado, que hay que pensar! Si no hay que pensar, entonces peor, es el fin del cine y, si nos descuidamos, del mundo (y no voy a mencionar a ningún crítico, no sea que Carlos Colón llame por alusiones…). No he visto esta película (aún), pero si hay que estar concentrado en la trama, es un aliciente más para hacerlo.
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Tienes toda la razón, como siempre. No hay quien entienda a los críticos, a veces no sabe uno si son personas normales o extrañas mutaciones de individuos que una vez fueron humanos. A lo mejor son así de fábrica o a lo mejor la tontura les entra la primera vez que alguien se refiere a ellos como ‘críticos’. No sé. A lo mejor si nosotros nos hacemos una tarjetita en la que ponga ‘crítico’ nos volvemos también imbéciles.
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