Hay cosas que no pueden explicarse sólo acudiendo al azar o a la suerte. Hay desgracias (grandes o pequeñas, tanto da) cuya reiteración y a veces acumulación no es una simple cuestión de mala suerte.
Las dolencias propias, y las de los seres queridos, y los contratiempos a los que tenemos que enfrentarnos son algunas de esas pequeñas tragedias que por sí solas quizás son triviales pero que, todas juntas, son sencillamente inabarcables.
A veces me da por pensar que debo de haber sido muy mala en una vida anterior (quizás en todas las anteriores) y que por eso estoy pagando en ésta con cosas como la enfermedad de varias personas muy cercanas y muy queridas o la profusión de jefes zoquetes (por suerte no todos han sido así, también los he tenido maravillosos, inteligentes, inspiradores) en mi por ahora breve carrera profesional.
Casi todos hemos sufrido en alguna ocasión a individuos similares, pero en mi caso han sido varios, en distintas empresas y distintos puntos geográficos, lo que descarta argumentos del tipo «Fulanito me tiene manía». Si a eso le unimos que ninguno de mis jefes buenos ha tenido jamás ningún problema conmigo ni con mi trabajo, sólo quedan dos posibilidades: o mi rendimiento desciende alarmantemente cuando me cruzo con uno de esos zoquetes y se dispara cuando tengo enfrente a un tipo que motiva, inspira y enseña, o simplemente los primeros son tan obtusos que no saben ver lo que tienen a un palmo de sus narices.
Podría ser también un puñetero Expediente X, pero Mulder y Scully están liados con el rodaje de su segunda peli, así que mejor no molestarlos.
Tengo muchos defectos y muchas carencias, pero sé que trabajo bien y que soy buena en lo que hago, y por eso no pienso permitir que nadie me diga lo contrario. Si a los zoquetes no les gusto y quieren arrinconarme, perfecto. Si se sienten más cómodos tratándome como a un ficus, perfecto. Todas las prisiones tienen un patio donde los reclusos pueden pasear y respirar, aunque sea brevemente, la libertad. La mía tiene más de uno, y sé muy bien dónde están.
Hoy es el primer día. ¿De qué? No sé, ya pensaré algo.