Creo que hasta ahora lo he llevado bien, en ocasiones, hasta con dignidad. El tiempo iba pasando y, aunque por doquier aparecían rumores, supuestos spoilers e incluso alguna noticia, me mantenía al margen y ya está. Tras la desesperación inicial (para qué negarlo), una mañana me desperté y pensé que no pasaba nada, que nueve meses no era tanto tiempo y que enseguida llegaría febrero. Supongo que las vacaciones y la larga lista de cosas por ver y por leer que tenía pendientes ayudaron a mitigar la espera.
Todo iba bien, hasta que dejó de ir bien. Terminó el verano y con la llegada del otoño comenzó el regreso masivo de las series, con algún retorno esperado y alguna que otra sorpresa agradable entre la ristra de debutantes que cada año se instalan en las parrillas. Pero faltaba una. Todos sabíamos que faltaba, pero nadie se atrevía a decirlo en voz alta para que no cundiera el pánico. Entonces empezó la segunda temporada de Héroes y la ausencia se hizo aún más dolorosa.
Para colmo, ya han aparecido los primeros vídeos con el sello oficial impreso a fuego que preludian la cuarta temporada, entre los que destaca uno con un seis oculto (ya estamos otra vez con los jueguecitos), que no han hecho más que terminar de llenar el vaso de mi ansiedad.
Ya sé que aún quedan otros cuatro meses de espera (volverá el seis o el siete de febrero, según se rumorea), pero sencillamente, como decía Locke antes de bajar a la escotilla, ya estoy harta de esperar. Echo de menos encender el ordenador cada jueves por la mañana para descargar el episodio, entrar 200 veces en Lostzilla para ver si ya han terminado los subtítulos (una vez más, gracias) y, sobre todo, los capítulos, desde el previously que determina a quién le toca esa semana el flashback (o, a partir de ahora, el flash-forward), hasta el siempre desasosegante final, pasando por cada uno de los giros, las sorpresas, los sustos, las alegrías y también las decepciones que estos tipos son capaces de meter en poco más de 40 minutos de ficción.
Muchos dicen que están cansados de tanto enigma, de tanto misterio, de tantos sucesos inexplicables, pero a mí me encanta que me intriguen, incluso que me engañen, siempre que el engaño esté tan bien dispuesto como hasta ahora. I want to believe, pero también quiero saber.
Quiero saber qué es la Iniciativa Dharma, qué pintan en la isla los osos polares, qué es el humo negro, dónde está el resto de la estatua del pie de cuatro dedos, qué hacía el padre de Locke en la isla, por qué la isla cura a unos (la parálisis de Locke, el cáncer de Rose) pero no a otros (Ben), por qué las mujeres allí no pueden tener hijos, por qué Richard no envejece, dónde está la isla y toda la historia esa del campo electromagnético, qué pasó con Walt, qué significan los malditos números, de dónde vienen las visiones de Desmond, qué hay de cierto en los delirios de Locke, quién demonios es Jacob, quiénes son exactamente Los Otros, a qué juega Ben, dónde está el cuerpo del padre de Jack, qué les pasó a los compañeros de Rousseau, para qué sirven realmente los búnkers, por qué un grupo de personas tan singulares terminan viajando juntos en el mismo avión y por qué el aparato se estrella precisamente en esa isla, quiénes son los del barco, qué es el monstruo, como llegó La roca negra al centro de la isla, quién ocupa el ataúd del funeral al que asiste Jack, por qué en el futuro su padre está vivo, por qué ansía tan desesperadamente volver a la isla…
Seguro que me dejo en el tintero alguna que otra pregunta, pero da igual. Lo único que deseo es que, al final del camino, haya una respuesta convincente. Pero, más que nada, lo que quiero es disfrutar del viaje. Ya sólo quedan cuatro meses.