Dicen que las comparaciones son odiosas, pero son inevitables en la industria del entretenimiento. En el nacimiento de cualquier libro, película o serie sus creadores cuentan con unos referentes que invocan, consciente o inconscientemente, como fuente de inspiración para lo que quieren o lo que no quieren hacer. Y de esas comparaciones se valdrán después editores, programadores y distribuidores para colocar sus productos en un mercado cada vez más saturado.
Si haces una serie sobre investigadores o policías, enseguida la compararán con CSI; si es sobre médicos, lo harán con Urgencias (o con House o Anatomía de Grey, dependiendo del subgénero en que se inscriba); si es una sitcom, con Friends, y así sucesivamente. Son pocas las series que salen bien paradas de la comparación con las titulares de cada género, y ninguna la que, hasta ahora, lo ha logrado cuando en el otro platillo de la balanza se sitúa una serie que es un género en sí misma.
Un amplio grupo de interesantes y enigmáticos personajes, acción, sorprendentes giros de guión y muchos, muchos secretos. Esos son algunos de los ingredientes esenciales de Perdidos, y por eso cualquier serie que los tenga será inmediatamente comparada con ella. Pero Perdidos es mucho más que eso, como comprobamos el año pasado con Héroes.
Hoy por hoy no hay ninguna comparable a Perdidos, y por eso es injusto e insensato usar a los chicos de la isla para desprestigiar a cualquier otra serie, como se ha hecho en más de una crítica con Jericho.
Pues no, Jericho no es como Perdidos. Tiene muchos personajes, algunos interesantes y otros no tanto, tiene acción, giros de guión y toneladas de secretos, pero no aspira a despojar a Perdidos del título de serie más adictiva de la ¿década?
Supongo que a estas alturas todo el mundo sabrá de qué va la serie (en España la emite Telecinco, últimamente en tandas de cuatro episodios, así que no sé si ha terminado o no), pero por si acaso haré un pequeño resumen. Jericho es un pequeño pueblecito de Kansas del que se adueña el caos y el desconcierto cuando sus habitantes divisan en el horizonte un hongo nuclear. Durante varios días los ciudadanos se preguntan qué ha pasado y si son los únicos norteamericanos con vida, hasta que la energía y los víveres comienzan a escasear y entonces deben preocuparse por su supervivencia.
En torno a esta trama principal se desarrollan las historias personales de sus protagonistas, principalmente las de la familia Green, compuesta por el alcalde del pueblo, Johnston (Gerald McRaney), su mujer, Gail (Pamela Reed), y sus dos hijos, Jake (Skeet Ulrich) y Eric (Kenneth Mitchell), y que está marcada por la repentina marcha de Jake cinco años atrás, su inesperado regreso justo antes de que se desate la crisis con la que arranca la serie y la incógnita sobre lo que ha hecho durante el tiempo que ha estado fuera. Pero como decía más arriba, en Jericho hay muchos secretos, y el de Jake palidece comparado con el de Hawkins (Lennie James), un supuesto agente de la CIA implicado en una conspiración para hacer estallar una decena de bombas nucleares por todo EEUU.
Vale que Skeet Ulrich se pasa todos los capítulos con una inexplicable expresión de susto, que hay muchas historias personales que sobran, que en ocasiones se abusa del dramatismo, que no hay por qué poner quince cliffhangers en cada capítulo y que a Emily (Ashley Scott) le pasa algo raro en la cara, pero la verdad es que es muy entretenida. Me lo pasé muy bien viéndola y quiero saber cómo acaba. Además, cualquier serie que cuente con Papá comandante como uno de sus personajes principales merece, como mínimo, un indulto, a pesar de que sus creadores hayan decidido, inexplicablemente, acabar con él, cuando es uno de los mejores y hay al menos una decena de personajes a los que deberían haber matado primero.
Un comentario sobre “Pues claro que no es ‘Perdidos’”