No fue dolorosa sólo para el sector, en el que todavía hoy, 14 años después, se habla de ella sotto voce, sino también para los espectadores. La huelga que los actores de doblaje llevaron a cabo en 1993 para mejorar las condiciones laborales de un colectivo que sigue sin tener el reconocimiento que merece afectó a un buen número de producciones (sobre todo, claro está, norteamericanas) que se estrenaron entre el verano y el otoño (no he podido precisar las fechas ni la duración de la protesta) de ese año y que, para desgracia de muchos, no han sido dobladas de nuevo en los años posteriores.
De la huelga de los principales profesionales del gremio ni siquiera se libró el gran bombazo del año, Parque Jurásico, en la que, salvo sir Richard Attenborough, el resto de actores (con todo el respeto para quienes los doblaron) tienen voces poco apropiadas (especialmente en el caso de los dos niños).
No fue la primera entrega de la serie de los dinosaurios la única afectada. En la lista de agraviadas también figuran El fugitivo, En la línea de fuego (al parecer Constantino Romero también fue a la huelga y dejó a Clint Eastwood desamparado), Máximo riesgo, El último gran héroe, La tapadera (que aparecerá en el próximo capítulo de traducciones desafortunadas de títulos de películas), Dave, presidente por un día, Hot shots 2, Sol naciente y Sliver (aquel pestiño con la Charito del que pongo foto porque no he encontrado ninguna decente de las demás y que, además, nadie sabe por qué, vi en el cine), entre otras muchas. No todas ellas son grandes películas (varias de ellas ni siquiera son dignas), pero creo que merecían algo mejor.
El debate entre versión original subtitulada y doblaje es interminable, y probablemente no se llegue nunca a un acuerdo. La mejor solución sería que cada espectador decidiese cómo quiere ver una película o una serie, pero la verdad es que hay mucha gente en este país que no tiene esa opción (y que ni siquiera tiene la posibilidad de ver en los cines de su ciudad la mayoría de películas que se estrenan, ni de ver por televisión lo que otros sí podemos ver), así que toda esa gente, que, además, está en su perfecto derecho de ver lo que quiera sin tener que leer (como lo ha hecho toda su vida, porque el doblaje en España no es ni mucho menos algo reciente), también tiene derecho a un doblaje digno, con voces adecuadas a los actores originales (y, a ser posible, estables) y con diálogos que respeten, en la medida de lo posible, los originales.