¿Cómo dice que se llama la película?

El público es impredecible. Directores, guionistas, productores y demás miembros de la farándula se devanan los sesos para dar con la fórmula del éxito, con la pócima infalible para que sus producciones (sean fílmicas o televisivas) arrebaten a millones de personas y les conviertan en estrellas o genios (o ambos).

Pero nadie ha encontrado aún la receta y, por mucho que se les pregunte, ningún director, guionista o productor sabrá decir cuál es el factor decisivo en el camino hacia el éxito. El reparto, el cineasta, la historia, el cartel, la publicidad e incluso el título son algunos de esos ingredientes. Y de este último es del que quiero hablar hoy.

Lograr un buen título no siempre es fácil. A veces se tardan meses en hallar uno adecuado, que sea impactante, que sea hermoso, que encaje como un guante con la historia o que llame la atención lo suficiente como para hacer que el espectador se pregunte de qué demonios irá esa película.

Ese celo de los creadores a menudo se frustra cuando la producción salta al mercado internacional. Allí no siempre se respeta el título, y ni siquiera hay un criterio de adaptación. A veces se deja sin más el original, otras se opta por la traducción literal y en otras ocasiones, más de las que sería deseable, entra en juego la creatividad de los responsables de marketing de las distribuidoras locales, que hacen y deshacen y perpetran verdaderas atrocidades.

Hoy ha llegado a mis manos el material promocional de una película titulada Historia de un crimen. Así, de sopetón, no me sonaba de nada, hasta que me he fijado en el cartel y he descubierto a un individuo sospechosamente parecido a Truman Capote. Entonces he mirado la parte inferior, donde vienen los créditos, y allí estaba su título original: Infamous, la otra película sobre el autor de Desayuno en Tiffany’s (según algunos críticos muy superior a la protagonizada por Philip Seymour Hoffman, originalmente Capote y aquí llamada Truman Capote, quizás para evitar cualquier evocación taurina).

El fenómeno no es nuevo, ni parece una práctica próxima a la extinción. Hay cientos de ejemplos, tantos como directores afectados, desde John Ford a Billy Wilder, pasando por el mismísimo Alfred Hitchcock.

Como el tema es casi infinito y pretendo volver otro día sobre él, dejaré aquí, a modo de aperitivo, un somero repaso por la cartelera actual para reseñar algunas tropelías.

A Cerdos salvajes (traducción exacta de Wild Hogs) se le ha añadido la coletilla Con un par… de ruedas; Ellas y ellos es en realidad Trust the Man (Confía en el hombre), traducida en Argentina como Parejas; El retorno de los malditos es The hills have eyes 2, es decir, Las colinas tienen ojos 2; El novio de mi madre es I could never be your woman (Nunca podría ser tu mujer); Entre mujeres es In the land of women (En la tierra de las mujeres o En tierra de mujeres; este no está del todo mal); The Fountain ha pasado a ser La fuente de la vida (para que no haya resquicio de duda); The Prize Winner of Defiance, Ohio, se ha simplificado hasta quedarse en La ganadora; a Premonition se le ha añadido, entre paréntesis, Siete días, para concretar un poco el alcance de la visión; al Perfect Stranger de Halle Berry se le ha añadido un matiz erótico-festivo: Seduciendo a un extraño, y Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus se ha quedado en el soso (y confuso, porque había una película protagonizada por Robin Williams titulada en español prácticamente igual, aunque su título original era One hour photo) Retrato de una obsesión.

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