Hace unos días hablaba con un amigo de cajas, mudanzas y de la ingente cantidad de libros y DVD que debíamos trasladar en cada cambio de residencia. Yo le decía que en los últimos tiempos había reducido considerablemente mi compra de DVD y que ya sólo (o casi) compraba series. Lógicamente, me dijo que eso no era una solución, porque las cajas de series son más caras y, además, ocupan más espacio.
Más tarde, recordando en casa la conversación con mi novio, hicimos una pequeña lista no oficial de series ya terminadas cuya presencia en nuestras estanterías es indispensable.
Y, claro está, surgió Friends, que yo enseguida definí como mi comedia favorita (mi drama favorito es El ala oeste de la Casa Blanca, Perdidos es un género en sí mismo que no admite catalogación ni comparación y la devoción infantil a clásicos como El equipo A o El gran héroe americano no entra en este debate). Él me preguntó: “¿Más que Frasier?”. Tras unos segundos (pocos) de duda, respondí que sí. Pero no aclaré por qué, tal vez porque nunca me había planteado cuál era mi comedia favorita.
Como en tantas otras ocasiones, la respuesta es bien fácil: la emoción. Me he reído muchísimo con Frasier, pero no la he seguido con la fruición que Friends, del mismo modo que no he visto Héroes con el mismo entusiasmo febril (y a veces preocupante) que Perdidos, porque las historias de Frasier y Héroes no me han emocionado, y las de Friends y Perdidos sí (y mucho).
He sufrido, llorado y reído con los seis amigos neoyorquinos, me he alegrado cuando les han pasado cosas buenas y me he entristecido con cada desengaño. Aplaudí cuando Monica emergió de las sábanas de la cama de Chandler durante la excursión a Londres y lloré cuando ella le pidió matrimonio. Frasier me encanta, pero cada vez que he pillado en televisión un episodio de Friends lo he visto, no importaba que me lo supiera casi de memoria, algo que no pasa con ninguna de las series que he visto en los últimos años. Sus diez temporadas merecen un lugar de privilegio en cualquier colección, y no cabe duda de que lo tendrán en la mía.