Pomposa y pedante son sólo algunos de los elogios que los críticos han otorgado a la última producción firmada por Aaron Sorkin, Studio 60 on the sunset strip, cancelada por la NBC por su baja audiencia sólo unas semanas después de su estreno. Aunque la emisora se comprometió a emitir los episodios ya grabados, parece claro que la serie no volverá.
Studio 60 era una de las series más esperadas del año. Suponía el regreso del creador de El ala oeste de la Casa Blanca tres años después de haber abandonado la Administración Bartlett, estaba ambientada en el mundo de la televisión y contaba con un reparto de lujo encabezado por Bradley Whitford y Matthew Perry.
La serie muestra las entrañas de un show televisivo, al estilo del Saturday Night Live, dirigido por Danny Tripp (Whitford) y escrito por Matt Albie (Perry). A la tensión de la emisión en directo se suma la presión de la audiencia -(que recae sobre los hombros de Jordan McDeere (Amanda Peet)-, la de los lobbies que pretenden decidir sobre los temas que se abordan en el programa y la relación que mantuvieron Matt y la actriz principal del show, Harriet Hayes (Sarah Paulson).
Aún me quedan unos cuantos episodios por ver, quizás porque a mí también me da rabia ver algo que me gusta y que se ha acabado cuando no había hecho más que comenzar. Son muchos los que han dicho que era más que previsible el castañazo, pero es bastante mejor que muchas de las producciones que ocupan la parrilla de EEUU (de las españolas ni hablo). No está a la altura de El ala oeste, pero los diálogos, el ritmo y la interpretación de los actores, en especial la pareja Josh-Chandler, una de las mejores que he visto en mucho tiempo, son más que notables. (La única pega es Sarah Paulson. Tanto la actriz como su insufrible personaje lastran un poco el conjunto.)
Pero la audiencia, esa masa informe y voluble a la que ningún estudio es capaz de comprender (otro día hablaremos de los gustos de los espectadores), le dio la espalda y Sorkin echó el cierre. En España la está emitiendo Canal+, una buena oportunidad para que no se pierdan un detalle aquellos que, como yo, tienen problemas para seguir el ritmo de los diálogos de Sorkin y su patentado (y a veces estresante) walk and talk.
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